El Alférez Reservista Jose Eugenio Fernández Barallobre, inspector emérito del Cuerpo Nacional de Policía, asociado de AEME, y autor de varios libros, entre los que destacan “Historia de la Policía Nacional”; “El Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII (1908-1931); “La uniformidad del Cuerpo de Seguridad en el reinado de Alfonso XIII (1887-1931)”o “El catálogo del Museo Policial de la Jefatura Superior de Policía de Galicia” y administrador del sitio web «Una historia de la Policía Nacional», en la revista “EMBLEMA, Orden de la Placa y el Merito” publica en el numero correspondiente al mes de abril, el siguiente articulo en el que narra un acto de Entrega de Bandera Nacional al Cuerpo de Seguridad y Asalto y a la Policía Gubernativa, en homenaje a los muchos caídos de estos Cuerpos en acto de servicio
EL TENIENTE PERFECTO REY CASTIÑEIRA
La fecha del 29 de septiembre de 1935 constituye un hito en la Historia de la Policía Española. Aquella mañana de principios de otoño, más de 100.000 personas se acercaron al emblemático Parque del Retiro de Madrid para testimoniar su cariño y agradecimiento al Cuerpo de Seguridad y Asalto, y en general a la Policía Gubernativa, que iba a recibir la Enseña Nacional como público reconocimiento a los valiosos servicios prestados a España y que, tan solo en los cuatro años anteriores había perdido 140 de sus componentes, muertos en acto de servicio, y sufrido más de 300 heridos en idénticas circunstancias, brillando, por su heroico comportamiento, en los graves sucesos de Asturias y de otras partes de España del año anterior.
A las diez de la mañana se estableció la formación. La columna estaba for-mada por efectivos del Ejército, Guardia Civil y del Cuerpo de Seguridad y Asalto participante en tan solemne acto. Una columna de más de un kilómetro en el que formaban una Compañía del Regimiento de Infantería Wad Ras nº 1, con Bandera y Música; una Compañía de la Guardia Civil, también con Bandera y Música y cuatro Grupos del Cuerpo de Seguridad, tres de ellos de Asalto y uno de Especialidades, así como 300 Mandos y Guardias venidos de provincias y un Pelotón por cada uno de los Grupos de Asalto habidos en la península; cerraba la formación un Escuadrón de Caballería del Cuerpo de Seguridad y otro de la Guardia Civil. A la cabeza de la formación la Escuadra de Gastadores y la Banda y Música de Seguridad. En total 2.500 hombres, de los cuales 2.100 pertenecían al Cuerpo de Seguridad y Asalto.
A las once menos cuarto de la mañana hizo acto de presencia el Presidente del Consejo de Ministros, Joaquín Chapaprieta, quien, tras recibir los honores de Himno Nacional con arma presentada, pasó revista a las fuerzas; junto a él, también estuvieron presentes los Ministros de la Gobernación, Esta-do, Guerra y Marina junto a otras Autoridades y representaciones.
La nueva Bandera, que iba a ser entregada al Cuerpo, se hallaba en el centro de la tribuna siendo portada por el Teniente, Caballero Laureado de San Fernando, Perfecto Rey Castiñeira, sin duda el Oficial del Cuerpo quien, por méritos propios, se había hecho acreedor al alto honor de portar la primera Bandera entregada a la Policía Española.
El Teniente Rey Castiñeira portando la Bandera del CSA
Terminado el solemne acto de entrega, en el que fueron condecorados varios de los miembros del Cuerpo, la fuerza, con el Teniente Perfecto Rey Castiñeira portando la Enseña Nacional, desfiló ante las constantes aclamaciones de los miles de madrileños que quisieron testimoniar, con muestras de cariño y admiración, su profundo respeto a la Policía Española.
Cabrían, antes de continuar con este trabajo, hacerse, al menos, un par de preguntas. ¿Quién era Perfecto Rey Castiñeira y en qué circunstancias obtuvo la más alta condecoración que se entrega en España por hechos heroicos, más allá del valor exigible?; y otra, pero no por ello de menor importancia, ¿cómo llegó a integrarse en el Cuerpo de Seguridad y Asalto?
Busquemos, pues, las respuestas a las dos preguntas que nos formulado hecho anteriormente.
Por los datos que poseemos, Perfecto Rey Castiñeira, nació en Lamas (Orense) en 1899; sin embargo, sobre este asunto no existe una opinión unánime, y así el Diario Oficial del Ministerio de Marina, nº 171, de 4 de agosto de 1917, sitúa su lugar nacimiento en Zas (La Coruña), hijo de Manuel y Valentina. El motivo de aparecer en este Diario Oficial no es otro que el proceder a darlo de baja en la Inscripción Marítima, antes del 1º de enero del año en que cumpla los 19, que debería corresponder a 1918.
Este hecho viene a ratificar el dato de su ingreso en el Ejército, como Soldado voluntario en 1916, en el Regimiento de Infantería Zaragoza nº 12, de guarnición en Santiago de Compostela; circunstancia esta que justifica su baja en la matrícula naval al prestar servicios en otro Ejército.
Naciera en el lugar que naciese, es precisamente en el luctuoso año de 1921, de tan negros recuerdos para España, cuando es ascendido a Cabo y con este empleo embarca, poco después, con su Batallón hacia la zona de operaciones de Melilla.
La interminable campaña africana que tanta sangre nos hizo derramar a lo largo de dieciocho años, podemos darla por comenzada con la llamada guerra de Melilla de 1909 y, a partir de esa fecha, con ciertos periodos de calma relativa entre medias, se prolonga hasta su liquidación en 1927.
La fase crítica de esta larga contienda se registra en el verano de 1921. Quizás, como hemos señalado, uno de los años más luctuosos de la Historia de España y que tuvo su punto álgido en el denominado Desastre de Annual, con la larga y penosa retirada de nuestras tropas de aquel enclave, tras el fulgurante avance de los meses anteriores, internándose en los territorios de las kábilas más belicosas del Rif.
No vamos a buscar las razones de aquella debacle, por otra parte, sobradamente conocidas merced a la gran cantidad de bibliografía existente al respecto; sin embargo, si merece la pena señalar, siquiera de pasada, que tras la derrota que tan-tas vidas costó a España, de inmediato comenzaron las operaciones de recuperación del territorio perdido, objetivo que se logró con mucho esfuerzo y a costa de muchas vidas en los años siguientes.
Y es precisamente en este contexto, cuando el Batallón del Regimiento de Infantería Zaragoza nº 12 “el Glorioso”, en el que prestaba servicios el Cabo Perfecto Rey Castiñeira, abandona su tranquila guarnición gallega en tierras de Santiago de Compostela y parte para Melilla, con el fin de iniciar las operaciones de recuperación del territorio perdido.
Si seguimos el historial de esta Unidad militar, sabemos que, en esta fase de la guerra africana, participó en la defensa de la plaza de Melilla y en las acciones de Nador, Sagangán, Zeluán y Monte Arruit, permaneciendo en el Teatro de operaciones hasta 1926.
En octubre de este año de 1921, nuestro protagonista, es ascendido al empleo de Sargento, operando en la columna del Coronel Castro Girona.
El 20 de marzo de 1922 se le concede el primer reenganche como Sargento, según consta en el Diario Oficial nº 136, de 21 de junio del citado año, manteniendo su destino en el Regimiento de Infantería Zaragoza nº 12.
En 1924, a las órdenes del Teniente Coronel Franco Bahamonde opera en Gorgues, Xeruta y Dar Akoba. En este año, ya en el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas “Alhucemas nº 5”, es destacado y propuesto para ascenso por haber logra-do, al mando de veintiséis Soldados indígenas, aun a riesgo de su vida, rescatar los cadáveres de un Capitán y un Soldado.
La prensa de la época lo pone de relieve, y así, las revistas “La Unión Ilustrada”, en su edición correspondiente al 30 de noviembre de 1924, y “Mundo Gráfico”, en la suya de 17 de diciembre de ese mismo año, lo resaltan publicando sendas fotografías suyas.
Vuelve a aparecer su nombre en la prensa, pero en este caso por un hecho no directamente vinculado con la campaña y así podemos leer, en “La Vanguardia” del 7 de enero de 1925, que solicita, junto a otros Soldados destinados en su Unidad, “Madrina de guerra”, una costumbre muy en boga en aquellos años en los que la tradicional hidalguía de la mujer española estuvo siempre a la altura de las dramáticas circunstancias impuestas por la cruenta campaña.
Con la llegada al Gobierno de la Nación del Teniente General Miguel Primo de Rivera, la guerra marroquí da un giro de 180º. De esta suerte, el 8 de septiembre de 1925, una fuerza combinada en la que participan efectivos del Ejército de Tierra, de la Armada, de Infantería de Marina y de Aviación, desembarca en la bahía de Alhucemas, el corazón de la kábila de los Beniurragueles, la más belicosa del Rif. Esa acción, en la que también colaboró, en menor medida, la Armada francesa, supone un punto de inflexión en esta interminable campaña.
A partir de ese instante, aunque la guerra todavía se prolonga dos largos años más, comienza a atisbarse el resultado final.
Y es precisamente, en este postrer periodo, donde nuestro protagonista alcanza la gloria ganando la Cruz Laureada de San Fernando.
El acto heroico que le valió la Laureada al Sargento Rey Castiñeira, se produjo en el contexto de la denominada “segunda campaña de primavera” de este año 1926, que tenía como primordial objetivo unir la zona de Alhucemas con la ciudad de Melilla y tras salvar la resistencia que se pudiese encontrar al paso de las columnas, a las órdenes del General Sanjurjo, envolver a las kábilas aun rebeldes y dar por liquidada la guerra del Rif.
José Eugenio Fernández Barallobre
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