Miguel Aparici Navarro, Teniente Coronel de Artilleria,r y Master en Historia Militar y en Historia Militar de España, publica en el diario Las Provincias , un recordatorio de la Restauración Borbónica, al cumplirse los 150 años de los sucesos de Sagunto.
150 AÑOS DE LA RESTAURACIÓN BORBÓNICA
(“NARANJAS EN CONDICIONES”)
La alcoyana Carmen Llorca ha historiado como nadie -casi novelado- los años difíciles vividos por Isabel II y su familia desde la provisionalidad del castillo de Pau a la residencia en el palacio de Castilla de París, tras la Revolución de La Gloriosa de 1868; que iba a propiciar en España la Primera República. “Isabel II y su tiempo”, pese a su publicación original en 1956, es una lectura muy recomendable; por sus inéditas documentaciones del momento y por su amenidad.
Ahora precisamente, que se cumple (desde el 29 de diciembre de 1874) el siglo y medio de la reinstauración en el trono español de la destronada monarquía borbónica; en la figura de Alfonso XII El Pacificador. Y en la que tuvo protagonismo singular la tierra nuestra de las naranjas. Es más, con acto de pronunciamiento dirigido por el General Arsenio Martínez Campos, llevado a rápido y exitoso término bajo la consigna o voz de avante de: “Naranjas en condiciones”. En el contexto de una guerra carlista, una independencia cubana en curso o guerra de los Diez Años y una falta de acuerdo entre el federalismo, con la sublevación cantonal. Añadidos al asesinato de Prim y al fallido gobierno de Amadeo de Saboya.
Viajamos hacia el norte con el coche y no nos percatamos, ya que con frecuencia hasta se ignora su existencia, del lugar exacto donde aconteció este episodio realmente clave de nuestra historia: el de la restauración monárquica en España. Su epicentro conmemorativo está en plena plana saguntina, naranjera y con anteriores históricos timbres heroicos. Parcela oculta (desde luego no señalizada ni proclamada) en el fragor circunvalatorio del nacimiento de la autopista Mudéjar y próxima al inmenso, y hoy arruinado, taller de camiones del alemán Götz.
Para encontrar esta “plaza de cuartel” improvisada, que en su momento presenció un protocolario y ceremonial acto con jinetes y columnas de uniformados militares, hay que tomárselo como propósito específico de visita y armarse de paciencia; siguiendo viales secundarios. “Punto donde empalma la carretera de Valencia con la de Zaragoza (Les Alquerietes), en una finca de D. Vicente Pallares”, como indicó el cronista Antonio Chabret en su obra de 1888; página 492.
Sagunto era población que contaba con muchos partidarios monárquicos y en la que el general Martínez Campos convocó la unidad militar, acuartelada en la vecina Segorbe, que comandaba el general Dabán; quien, encargado de avisar del lugar y momento idóneo, remitió el telegrama con la famosa frase.
Una fuerza compuesta por unos dos mil uniformados, dispuesta en formación de cuadro (cómo ha sido reproducida en diversos grabados de época), escuchó el discurso de proclamación a favor del príncipe heredero Alfonso; que acabó con un “!Viva el rey Alfonso XII!”. Tras lo cual se dirigieron a la capital valenciana, donde el general Jovellar (jefe del Ejército del Centro) ocuparía puntos estratégicos.
Adelantándose Martínez Campos a las pretensiones controladoras del propio presidente Antonio Cánovas del Castillo. Quien, partidario de un movimiento de opinión o movilización civilista, sostenía intenciones pacíficas y sin intervención militar; mediante maniobras políticas para alcanzar una transición a una monarquía constitucional. Oponiéndose el Gobierno al pronunciamiento, pero pensando que era la mejor opción a medida que iban llegando (la rapidez del telégrafo) las noticias de que la mayoría de los generales nacionales lo secundaban.
El Rey no olvidaría que Sagunto fue el primer lugar geográfico en reconocerlo como monarca, por lo que le devolvió su título -perdido- de “ciudad”; pese a ello, en la actualidad, la población no muestra ninguna especial atención a esta efeméride.
Hasta 1927 no se llevaría a cabo el levantamiento de un espectacular monumento, que ya se había decidido erigir a los dos años del suceso. El cual, además de la restauración, también celebraba el fin del sangriento ciclo de las guerras carlistas. Un ornamento vertical que superó los treinta metros de altura y que en su cúspide mostrada la representación de La Paz, con cuatro cabezas de león a sus pies, y que fue destrozado durante nuestra Guerra Civil (en 1937). A excepción de dos cabezas leonadas, que se conservan en la cuesta del castillo. Tal como relataba Óscar Calvé, en un artículo extraordinario de LAS PROVINCIAS; al cumplirse el anterior ciento cuarenta aniversario.
Va acabando Carmen Llorca su libro narrando que el 24 de diciembre de 1874 el príncipe le escribe a su madre desde Londres: “El lunes por la tarde estaré en París y ahí me quedaré hasta el 7 de enero; en que, pasada la Epifanía contigo, me volveré aquí a seguir con mis estudios”. Ajeno a que, cinco días más tarde, el grito de proclamación de Martínez Campos sería unánimemente replicado. Porque, aunque el día 21 Martínez Campos le había escrito al heredero Alfonso, explicándole que iba a actuar por su cuenta, el general no parece que esperó la respuesta.
Miguel Aparici Navarro
Máster en Historia Militar (USC) y en Historia Militar de España (IUGM)
Delegado en la Comunidad Valenciana de la Asociacion Española de Militares Escritores
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