El papel de China en el nuevo orden mundial

Nos dirigimos a un escenario con dos grandes polos

El rasgo más importante del actual y previsible sistema geopolítico internacional lo constituye la competencia geoestratégica entre las grandes potencias. El llamado orden liberal mundial, que son las instituciones, alianzas, acuerdos económicos y valores democráticos que conformaron la base del sistema geopolítico mundial posterior a la II Guerra Mundial, está ya amenazado en numerosos frentes.

Se está configurando un novedoso escenario geopolítico global en el que aparecen dos grandes polos, cada uno de ellos compuesto por dos centros de poder. Lo llamaremos la “bipolaridad dual”. El polo transatlántico integrado por Estados Unidos y la Unión Europea, que descansa en el vínculo transatlántico actualmente en un momento de crisis interna; y el polo euroasiático integrado por China y Rusia que está creciendo su influencia de forma notoria, apoyado en la asociación euroasiática.

Este modelo geopolítico tiene muchas similitudes, salvando las distancias, con la teoría geopolítica señalada por el británico Halford Mackinder con el título de El pivote geográfico de la historia, resultado de una conferencia pronunciada ante la Real Sociedad Geográfica (Londres) en 1904. Hablaba de la región pivote de la política mundial que era una extensa zona de Eurasia – poder terrestre – que podía hacerse dueña del mundo frente al poder talasocrático.

Si consideramos a las dos grandes potencias que hoy tienen más protagonismo geopolítico – Estados Unidos y China – sus gastos de defensa en 2018 fueron 168.200 millones de $ por parte de China y 643,300 millones de $ por Estados Unidos – según el Military Balance de 2019 -. Es decir, los EEUU. gastaron casi 4 veces más en defensa que China. Por otra parte, si observamos el ranking internacional de sus PIB mientras que el de Estados Unidos es 21.344.667 millones de $ el China llega a 14.216.503, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) de 2019. Es decir, el PIB de China supone los 2/3 del correspondiente a Estados Unidos. Ambos países ocupan el 1º y el 2º lugar mundial en la dimensión de los PIB.

A lo largo de la historia no se encontrarán muchos ejemplos de lo que está ocurriendo actualmente en la geopolítica global cuando un país – Estados Unidos – que durante más de 70 años ha sido el líder indiscutible del sistema internacional de relaciones de poder, diseñando un orden mundial que le beneficiaba, renuncia unilateralmente a su liderazgo mundial sin que ningún otro actor le haya despojado del inmenso poder acumulado.

Y lo que la historia sí nos enseña en estos casos es que, cuando una gran potencia abandona espacios geopolíticos de diferente naturaleza, dichos vacíos de poder son ocupados por otros rivales, que implantan diferentes valores, criterios o reglas geopolíticas, que establecen y condicionan un nuevo sistema de relaciones regionales o internacionales de poder distintas e incluso contrarias de las anteriormente existentes.

Así, Estados Unidos se han negado a aprobar las reformas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial durante nueve años; no está participando en las negociaciones de la solución del conflicto sirio, en Astaná; se ha retirado de la Asociación Comercial Transpacífico (TTP en sus siglas en inglés); se opone a la globalización económica; tiene dudas de las sanciones a Rusia a consecuencia de la anexión de Crimea; pone en cuestión el principio de defensa colectiva de la OTAN, o se retira del Acuerdo de París de 2015, sobre el cambio climático.

La iniciativa china “Un cinturón. Una ruta” (One Belt One Road, OBOR) constituye una apuesta de futuro de China en la geopolítica internacional. Encierra la voluntad china de conformar un poder euroasiático conectando los dos extremos más dinámicos del continente: Asia Oriental y Europa Occidental. Para ser una realidad viable es necesario que sea coherente y sinérgica con los intereses euroasiáticos estadounidenses, rusos e indios.

La afirmación de algunos expertos de que China es uno de los dos superpoderes principales mundiales, junto con los Estados Unidos, aún puede ser cuestionable. Es cierto que China ya es un poder regional indudable y con aspiraciones de alcanzar mayor protagonismo mundial. Las opciones que China está ejerciendo ya están afectando a la distribución geopolítica del poder militar en el Este de Asia, y a la geopolítica del poder económico internacional.

Pero también es verdad que para ser una superpotencia es preciso adquirir la supremacía en los cuatro ámbitos de poder global: en el militar, en el económico, en el tecnológico y en el cultural. Mientras que en el nivel económico puede considerarse que China disfruta de una supremacía similar a Estados Unidos, en el resto de los ámbitos es superada por otras grandes potencias. Por otra parte, China está ocupando los vacíos geopolíticos dejados por los EEUU como ocurre en la globalización, en el TTP del Este de Asia o en el cambio climático.

Jesús Argumosa, director Cátedra Estudios Estratégicos del Instituto Europeo de Estudios Internacionales (IEEI) y presidente de la Asociación Española de Militares Escritores (AEME).

China’s role in the new world order

The most important feature of the current and foreseeable international geopolitical system is the geostrategic competition between the great powers. The so-called liberal world order – the institutions, alliances, economic agreements and democratic values that formed the basis of the post-World War II global geopolitical system – is already under threat on many fronts.

A new global geopolitical scenario is taking shape in which two major poles are emerging, each composed of two centres of power. We will call this the “dual bipolarity”. The transatlantic pole comprising the United States and the European Union, which is relying on the transatlantic link at a time of internal crisis; and the Eurasian pole comprising China and Russia, which is growing in influence, supported by the Eurasian partnership.

This geopolitical model has many similarities with the geopolitical theory outlined by the Briton Halford Mackinder under the title The Geographical Pivot of History, the result of a lecture delivered to the Royal Geographical Society (London) in 1904. He spoke of the pivot region of world politics being a vast area of Eurasia – a land power – which could take over the world from the Thalassocratic power.

If we consider the two great powers that today have the most geopolitical prominence – the United States and China – their defence spending in 2018 was $168.2 billion by China and $643.3 billion by the United States – according to the 2019 Military Balance -. In other words, the US spent almost 4 times as much on defence as China. On the other hand, if we look at the international ranking of their GDP while that of the United States is 21,344,667 million $, China’s is 14,216,503, according to the International Monetary Fund (IMF) of 2019. In other words, China’s GDP is 2/3 of that of the United States. Both countries rank 1st and 2nd in the world in terms of GDP.

In the course of history there will not be many examples of what is currently happening in global geopolitics when a country – the United States – which for more than 70 years has been the undisputed leader of the international system of power relations, designing a world order that benefited it, unilaterally renounces its world leadership without any other actor having stripped it of the immense power it has accumulated.

And what history does teach us in these cases is that when a great power abandons geopolitical spaces of a different nature, these power vacuums are occupied by other rivals, who implement different values, criteria or geopolitical rules, which establish and condition a new system of regional or international power relations that are different and even contrary to those that previously existed.

Thus, the United States has refused to approve the reforms of the International Monetary Fund (IMF) and the World Bank for nine years; it is not participating in the Syrian conflict resolution negotiations in Astana; it has withdrawn from the Trans-Pacific Trade Partnership (TTP); it opposes economic globalisation; it has doubts about sanctions against Russia as a result of the annexation of Crimea; it questions NATO’s principle of collective defence; or it withdraws from the 2015 Paris Agreement on climate change.

China’s “One Belt. One Belt One Road (OBOR) initiative is China’s bet on the future of international geopolitics. It embodies China’s desire to build a Eurasian power by connecting the two most dynamic extremes of the continent: East Asia and Western Europe. To be a viable reality it needs to be coherent and synergistic with US, Russian and Indian Eurasian interests.

The claim by some pundits that China is one of the two major global superpowers, along with the United States, may still be questionable. It is true that China is already an undoubted regional power with aspirations for greater global prominence. The choices China is exercising are already affecting the geopolitical distribution of military power in East Asia, and the geopolitics of international economic power.

But it is also true that to be a superpower it is necessary to acquire supremacy in all four areas of global power: military, economic, technological and cultural. While at the economic level China can be considered to enjoy similar supremacy to the United States, in all other areas it is outstripped by other major powers. On the other hand, China is filling the geopolitical vacuums left by the US, such as in globalisation, the East Asian TTP and climate change.

Jesús Argumosa, Director of the Chair in Strategic Studies at the European Institute of International Studies (IEEI) and President of the Spanish Association of Military Writers (AEME).