CICLO AEME II/2025: El inestable escenario del SAHEL».
El SAHEL: RIESGOS, AMENAZAS Y DESAFIOS
Estamos habituados a establecer unas hipótesis de actuación del enemigo, unos análisis prospectivos de la situación, de su posible evolución, todos ellos para tomar decisiones al respecto de los riesgos a asumir y de las amenazas a las que deberíamos hacer frente. En el caso del SAHEL, tanto unos como otras, se presentan ya en su verdadera dimensión y solo es de esperar, en su deteriorada situación, que se evidencien nuevos desafíos, por ahora impredecibles, que diversifiquen los peligros que acechan a esa zona tan característica, tan extensa, casi 5 veces España, y tan irredenta como es el SAHEL.
El SAHEL une la banda desértica del Sahara con la sabana africana, plagada de extensos países fruto de la descolonización, en especial de origen francófono, uniendo el Mar rojo con el Océano Atlántico; prácticamente todos son inestables, algunos fallidos, ocupados por grupos terroristas que cometen actos execrables, que someten a sus gobernantes, incapaces de hacerlos frente, con unas economías muy poco productivas con alto nivel de desempleo y enorme porcentaje de población joven, faltos de infraestructuras, con recursos estratégicos deseables, con una climatología muy adversa, y con una severa infiltración del salafismo violento, factores todos que promueven migraciones interiores y exteriores en la zona; también grandes potencias emergentes interesan su tejido en busca de oportunidades geopolíticas y de obtención de recursos estratégicos.
Es necesario admitir, en primer término, que un Magreb y un Mashrek estables representan la seguridad de que, lo que ahora se extiende hacia el sur y oeste de Africa, la inestabilidad del SAHEL descrita, sería detenida, por su significación de contrafuerte, en el norte, aspecto que hace jugar, probablemente, a Estados Unidos la opción de apoyar a Marruecos, a veces inexplicable para España por nuestra visión litigiosa con el país alauita y aliada con los norteamericanos, y precaverse de la elevación de animosidad de la guerra civil en Libia, después de la fallida operación de la OTAN en ese país, con el protagonismo de Francia, al menos en resultados estratégicos.
Por tanto el gran riesgo que corren nuestros sistemas occidentales, en especial los mediterráneos, es el desplome de esta región inmediata que nos separa del SAHEL, aspecto que en una importante proporción es susceptible de análisis ,dada su relativa precariedad, por la sucesión futura de Marruecos, la autocracia argelina, sin salida después de muchos años y originadora, por consecuencia, de la actividad de muchos de los grupos terroristas que asolaron su territorio y que fueron erradicados al Sahara profundo y hoy permanecen en el SAHEL, la guerra entre milicias en Libia, como se ha indicado, antes con mucha influencia sobre Chad, la situación más estable en el Egipto de EL SISI, pero dictatorial en cualquier caso, con los Hermanos Musulmanes a su puertas electorales y el sur de su territorio influenciado con el conflicto israelo- palestino de incierto desarrollo, y finalmente la guerra civil en Sudan después de la escisión de Sudán del Sur, además de los perennes conflictos de Etiopía con Eritrea, por su salida al Mar Rojo, y las implicaciones de la piratería exportada por Somalia, y sus conflictivos territorios, en el Golfo de Adén, complementada por la actividad belicosa de los hutíes del Yemen en el tráfico del Mar Rojo.
En este desolador panorama se basa en parte la seguridad del mediterráneo, siempre con una retaguardia en crisis, el SAHEL y su inestabilidad. Sin embargo, en un segundo término, y tan importante como el primero, si este es el panorama norte, la situación de influencia saheliana en su propio sur no ha dejado de crecer, así la actuación de los grupos terroristas que operan en especial en Mali, Burquina Faso y Níger sobre los países situados en la región del Golfo de Guinea se ha intensificado, no solo por la inercia terrorista a extenderse sino por el diferencial económico de aquellos, más ricos y susceptibles de constituir objetivos más rentables.
Este sería el caso de Benín, Togo, Costa de Marfil y Ghana, este último anglófono, y en general de religión cristiana; Costa de Marfil, con la mejor economía, relaciones con Francia y más occidentalizado constituiría un objetivo prioritario de los terroristas; en contraposición, Burquina Faso sería el foco más asentado de los yihadistas en su infiltración y ataques en el sur.
Ni que decir tiene que los recientes ataques de los terroristas de la franquicia de Al Qaeda en la frontera con Senegal y Mauritania, introducen nuevos factores de inquietud al interesar ya zonas de gran posicionamiento de los terroristas sobre el Océano Atlántico y las rutas marítimas hacia las Islas Canarias, aspecto que podría suponer un incremento más de inestabilidad y aliento del ya importante nivel de migraciones incontroladas.
Además de esas dinámicas norte- sur del SAHEL, y quizás el más importante, por ser el origen de los citados anteriormente como riesgos, es su irredentismo, considerado este como resistencia a los cambios que se le proponen; la falta de adhesión de los países que lo integran a las organizaciones regionales y locales que podrían enfocar una cierta gobernanza y vuelta a una cierta normalidad, aspecto lejos de conseguir en este momento de retroceso de fiabilidad para los países en otro tiempo integrados en un orden más o menos estable, pueden inducir a buscar, como así ha sucedido, otros socios estratégicos.
La salida de organizaciones como la CEDAO, el fracaso de la ONU y de la UE, esta última calificada como de “acción ineficaz que ha empeorado la situación”, quizás también por la exagerada influencia francesa que siempre ha llegado en estos países hasta el límite de su soberanía, aspecto que se reflejaba en los Acuerdos de Defensa mutuos, hoy conculcados, han hecho perder la confianza en que esa vía podría ser la solución.
Tampoco las fuerzas multinacionales de la zona, creadas ad hoc, como la Fuerza Conjunta del SAHEL, el G-5 de ese Territorio, tiene visos de funcionar por el pacto de Mali, Burquina Faso y Níger, la apuesta de estos por Rusia y la “expulsión” de Francia, como también sucede con la Fuerza Multinacional Conjunta contra el Estado Islámico en Africa Occidental y Boko Haram en el Chad; iniciativas, también como la de ACCRA, donde cooperan en materia de seguridad, Benín, Burquina Faso, Costa de Marfil, Gana y Togo( Mali y Níger eran observadores), creada en 2017, pueden seguir el mismo camino.
En estas condiciones, fuerzas tan infiltrantes como las franquicias de Al Qaeda y el Estado Islámico, no pueden por menos de crecer, pues la respuesta de Rusia es incierta y en esta fase muy política, dirigida a la seguridad de los regímenes implantados con golpes de estado recientes, a efectos de cooptarlos y explotar sus recursos.
Es evidente que, de constituirse una presencia de la Federación Rusa más definitiva y estructurada, una vez resuelta su “operación especial” en Ucrania, la maniobra de envolvimiento por el sur a Europa, a través del Sahel, puede representar nuevos retos para Occidente, pero también para la propia Federación que muy probablemente, en su empeño, deberá enfrentarse a los grupos terroristas de la zona, así como a las etnias rebeldes.
La respuesta de los habitantes de estos territorios, en su mayoría nómadas, como los tuaregs, siendo buenos combatientes y habiendo obtenido alguna resonante victoria, no tienen suficiente potencia de combate permanente para contrarrestar la acción de influencia militar de Rusia, y además son parte del problema de inestabilidad en la zona, pues no hay que olvidar que esta comenzó con su rebeldía contra las autoridades de Mali.
Las acciones de Turquía en el SAHEL, a través de grupos no estatales que comenzaron en Níger, tenían la finalidad de proteger la explotación de sus minas y fomentar la venta de drones, no aumentando, precisamente, la seguridad en la zona.
Ucrania intenta acciones indirectas contra la presencia Rusia en el Sahel, apoyando a los terroristas, adiestrándoles y proporcionándoles armamento y drones, lo que constituye un elemento perturbador en cualquier caso de una política futura de concertación sobre la gobernanza del Sahel.
Este panorama complejo, repleto de factores de riesgo y amenazas ya presentes, como se ha indicado, constituye en sí mismo un espacio donde solo es de esperar desafíos que empeoren la situación y que afecten de forma importante a las corrientes indirectas y directas que se dirigen a España, por sus fronteras con Marruecos, a través del Estrecho de Gibraltar e Islas Canarias.
Ricardo Martínez Isidoro General de División r
Presidente de AEME