PERSPECTIVAS DE PAZ EN ORIENTE MEDIO. General Argumosa

 

 

PERSPECTIVAS DE PAZ EN ORIENTE MEDIO

 

 

 

 

Los medios de comunicación, en los últimos tiempos, están convirtiendo la guerra de Gaza en la principal guerra del laberinto bélico de Oriente Medio – también conocido como uno de los tres grandes dilemas geopolíticos mundiales, junto al Intermarium y al Este de Asia – cuando la realidad es otra muy distinta. Siendo cierto que la guerra de Gaza es el centro de gravedad del conflicto, hay que recordar que Israel está luchando en siete frentes, desde Irán hasta Hezbolá, pasando por Hamás, la Yihad Islámica, las milicias de Irak y de Siria y los huties de Yemen, con independencia de las actuales guerras civiles en Siria y Yemen.

En Oriente Medio, al menos, se encuentran tres conflictos simultáneos. Uno es religioso, entre las dos grandes ramas del Islam, los sunitas contra los chiitas, liderados por Arabia Saudí y por Irán, respectivamente; otro es regional conformado por el enfrentamiento entre Israel e Irán por conseguir ser el líder de la zona; y el tercero está materializado por la rivalidad geopolítica mundial entre los intereses de los países democráticos, encabezados por Estados Unidos y la Unión Europea, y los países autocráticos abanderados por China y Rusia.

En la reciente 80ª Asamblea General (AG) de la ONU, celebrada a lo largo de la última decena del pasado mes de septiembre, la estrella principal ha sido la guerra de Gaza en la cual han tenido un especial protagonismo el discurso del presidente estadounidense, Donald Trump, del presidente francés Emmanuel Macron y del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.

Mientras que Trump declaraba que tenemos necesidad de detener la guerra en Gaza inmediatamente, negociar la paz y traer de vuelta a todos los rehenes y Macron afirmaba el reconocimiento oficial, por parte de Francia, del Estado palestino – en su opinión es también una derrota para Hamás – y que había llegado el momento de la paz, Netanyahu aseguró que su ejército aniquilaría a Hamás y que su país no cometería el suicidio nacional de permitir un Estado palestino.

De hecho, el pasado mes de julio, 142 países firmaron la declaración de Nueva York en apoyo a la solución de dos Estados. A esta lista hay que añadir al Reino Unido, Canadá, Australia y Portugal que lo hicieron el pasado 21 de septiembre y a Bélgica, Malta, Andorra, Luxemburgo y San Marino que se unieron a Francia en la Asamblea General.

Por otra parte, el presidente iraní. Masud Pezeshkian, ha declarado que “no queremos las armas nucleares y jamás trataremos de tenerlas” al mismo tiempo que ha relatado cómo durante estos dos años el mundo ha sido testigo del genocidio de Gaza, de la reiterada violación de la soberanía de Líbano, de la devastación de Siria o del asalto al pueblo yemení. También recordó cómo hace unos días el trío formado por Reino Unido, Francia y Alemania propuso, a petición de Estados Unidos, reactivó sanciones del pasado.

En su discurso, Netanyahu celebró una serie de victorias estratégicas de Israel en el último año que incluye, entre otras, el ataque al programa nuclear de Irán y el asesinato del líder de Hezbolá, en Líbano. Mostró un mapa señalando el eje de la maldición de Irán que amenaza la existencia de Israel, insistiendo que Hamás utilizó el 7-O las fuerzas de Irán para atacar a Israel.

En este tenso ambiente de los discursos de los líderes de varios países en la AG de la ONU, Trump ha presentado, junto con Netanyahu, el pasado 29 de septiembre un plan de 20 puntos, que su enviado especial, Steve Witkoff, ya lo había tratado previamente con líderes de países árabes y musulmanes en una reunión en Nueva York.

El plan consiste, en esquema, en un alto el fuego permanente; la liberación de los 48 rehenes israelíes restantes, entre vivos y muertos, la retirada gradual de Israel de toda la Franja de Gaza; y un programa de posguerra que incluya un sistema de gobierno sin Hamás. La propuesta de la Casa Blanca establece que Israel no ocupará ni anexionará Gaza, que la seguridad recaerá en una fuerza internacional y que la administración quedará en manos de un comité tecnocrático palestino supervisado por una Junta de la Paz presidida por Trump. En detalle, el plan prevé destruir toda la infraestructura terrorista, incluidos túneles, arsenales e instalaciones de producción de armas.

Francia, Alemania, Italia, el Reino Unido y España han elogiado el plan. La presidenta de la Unión Europea, Ursula von del Leyden, ha declarado que la UE está dispuesta a contribuir en la propuesta de paz de Gaza, pero ha insistido en que la solución de los dos Estados sigue siendo la única viable para lograr una paz justa y duradera. Rusia contempla el plan como “una luz al final del túnel” mientras que China muestra su respaldo a “todos los esfuerzos” para lograr un acuerdo de paz.

Uno de los aspectos más llamativos del plan es la garantía de que Israel no ocupará ni anexará Gaza. En lugar de una presencia militar permanente, Estados Unidos coordinara con socios árabes e internacionales el despliegue inmediato de una Fuerza Internacional de Estabilización (ISF). Este contingente tendrá la misión de asegurar el territorio, entrenar y apoyar a las fuerzas policiales palestinas y trabajar junto a Egipto e Israel para blindar las fronteras y evitar el contrabando de armas.

Inicialmente parecía una iniciativa progresista, y que había sido muy bien tratada y comentada por los principales actores internacionales como los que se han mencionado más arriba, pero se han visto ciertos aspectos, como los cambios que ha efectuado Netanyahu en el documento final negándose a admitir los dos Estados, o las diferentes interpretaciones que se deducen de alguno de los puntos del Plan de Paz que debieran aclararse antes de firmar por las dos partes.

Ante la amenaza de una ofensiva israelí, respaldada por Estados Unidos, Hamás parece que ha decidido responder con prontitud, aunque según las últimas informaciones, con la condición de introducir algunas enmiendas. La primera sería tener garantías de que Israel pare definitivamente la ofensiva junto a la creación de un Estado palestino.

Entre otras, pueden destacarse las siguientes: aclarar lo expresado en el punto 3 donde se aprecia la falta de calendario clave de la retirada de las fuerzas militares israelíes de la Franja; Hamás rechaza el establecimiento de un gobierno de transición que controle Gaza señalado en el punto 9, supervisado por un organismo internacional que debiera sustituirse por un gobierno de palestinos con perfil tecnocrático al mismo tiempo que sería bueno incluir en este gobierno a la Autoridad Nacional Palestina; no es razonable la necesidad de la presencia militar en el punto 16.

Llegados a este punto, y con el incuestionable apoyo y aprobación de Irán, a Hamás le quedan dos opciones: a) aceptar el plan de paz, una vez que se hayan considerado alguna de sus enmiendas, especialmente las relacionadas con la amnistía, garantías de seguridad, un gobierno palestino y la solución de los dos Estados; b) no aceptar, en cuyo caso se expone a su aniquilación militar y a convertirse internacionalmente en un grupo paria, aunque sobreviva acogido por el entorno de Irán.

La lógica de la paz nos dice que Hamás debiera aceptar la opción a) lo que supone un desenlace geoestratégico de profundas repercusiones locales, regionales e internacionales. También significaría poner en marcha en este escenario bélico la estabilidad, la seguridad y la paz que sus pueblos se merecen además de inclinar la solución al gran dilema geopolítico de Oriente Medio hacia los intereses de los países democráticos. En otro caso, la lógica de la guerra, lamentablemente, triunfaría.

GD (R) Jesús Argumosa

Asociación Española de Militares Escritores