El General de Division, r Antonio Ruiz Benítez, asociado de AEME, anterior Director del Instituto de Historia y Cultura Militar, pública en el digital Alerta Digital, este relato del desembarco de Alhucemas.
Cómo la Legión aseguró la victoria en el desembarco de Alhucemas en 1925
Antonio Ruiz Benítez.- El desembarco de Alhucemas constituyó, sin duda, el punto culminante de la acción protectora de España en Marruecos. Tras diferentes intentos de acuerdo para materializar esta presencia, el tratado hispano-francés de 1912 sentó las bases de la contribución española, asignando a España la zona norte de Marruecos, la más escarpada, abrupta y hostil a cualquier tipo de gobernanza.
Nuestra patria, tras una política errática e intermitente, plagada de decisiones incomprensibles y una estrategia de pacificación basada en el apaciguamiento mediante dádivas, sobornos y dejación de funciones que condujeron a circunstancias tan luctuosas como las sucedidas en el Barranco del Lobo —que provocó la Semana Trágica de Barcelona en 1909—, los sucesos de Annual en 1921 o la retirada de Xauen en 1923, que a punto estuvo de convertirse en un nuevo Annual, decidió llevar a cabo una acción decisiva en el corazón del Rif: la bahía de Alhucemas.
Para ello, puso en liza a las unidades con más capacidad de combate de que disponía, entre las cuales, sin duda, La Legión jugó un papel fundamental.
El Ejército español, tras la pérdida de las últimas posesiones en ultramar en 1898, estaba herido de muerte. Las unidades estaban mal encuadradas, mal equipadas, mal alimentadas, mal dotadas logísticamente, mal adiestradas; la moral era escasa, no disponían de armamento moderno ni de municiones.
Las operaciones estaban basadas en una doctrina claramente defensiva que propugnaba la ocupación de unas posiciones principales y otras complementarias denominadas blocaos, con la misión de apoyar con unidades militares la presencia española, suplementadas con la acción presencial de unidades de policía indígena, organizadas de manera no permanente y que encuadraban a cabileños de las diferentes zonas a pacificar, con una afección y lealtad a España muy cuestionables.
En este contexto se fundó la Legión española. La suya es una de las obras más sublimes de la historia militar contemporánea. Es un dechado de oportunidad, visión de futuro, moral, sensibilidad humana, originalidad, innovación, valor, entrega, espíritu de sacrificio, ejemplaridad y eficacia.
La idea de llevar a cabo un desembarco en las costas de Alhucemas se había venido acariciando desde 1909, a raíz de los duros combates en torno a Melilla durante la campaña de Melilla o del Rif del mismo año, pero sobre todo desde la asunción por España de sus responsabilidades como potencia protectora en 1912.
La llegada al poder del general Primo de Rivera, como presidente del Gobierno, supuso la puesta en marcha de sus planes abandonistas para el protectorado, ordenándose una retirada a la denominada «línea Estella» que, tras la retirada de Xauen —una de las principales ciudades abandonadas—, estuvo a punto de convertirse en un nuevo Annual.
El mantenimiento, y si cabe incremento, de la actitud belicosa de Abd el-Krim, cabecilla rifeño de la zona oriental, llevó a Primo de Rivera a «renunciar abiertamente a sus propósitos pacifistas y de conciliación, decidiendo realizar una acción rápida y enérgica que hiciera posible la ocupación completa del territorio». Pero el elemento que terminó por decantar la balanza hacia la acción armada definitiva fue el ataque de los rifeños contra la zona del protectorado de responsabilidad francesa, en la primavera de 1925, grave error estratégico cometido por Abd el-Krim.
El corazón de la insurrección se situaba en el Rif, en el territorio correspondiente a la cabila de los Beni Urriaguel, a la que pertenecía Abd el-Krim. Si se conseguía controlar la bahía de Alhucemas y las alturas adyacentes, se lograría una derrota definitiva de los rebeldes rifeños.
Como componente terrestre de las fuerzas se establecieron dos columnas: Ceuta y Melilla, en relación con las unidades que las constituían. Las unidades legionarias elegidas para participar en el desembarco fueron las II y III Banderas en la columna de Melilla, y la VI y VII en la columna de Ceuta. En el territorio oriental quedaría la I Bandera como reserva general, y la IV y V Banderas en el occidental, con igual carácter. La columna Ceuta constituiría la vanguardia de las unidades de desembarco y la columna Melilla, el grueso del escalón de apoyo o segunda oleada.
Sus objetivos principales serían la cala del Quemado y cala Bonita, situadas ya en el extremo noroeste de la bahía de Alhucemas, evitando así el centro de la bahía, la zona más defendida por las harcas rifeñas, cuyos efectivos se estimaban en 9000, dotados de modernos fusiles y ametralladoras, y no menos de catorce piezas de artillería.
El día 5 de septiembre culminaron el embarque de tropas y material las dos columnas, fijándose el día D para el 7, debiendo retrasarse debido a las fuertes corrientes y al fuerte viento de levante.
Finalmente, el día 8, a las 11:40, los legionarios de la VI Bandera saltan al agua con los fusiles y el equipo en alto para evitar su deterioro y se encaminan hacia la playa, seguidos por los de la VII Bandera, que apenas tenía cuatro meses de vida, consolidando ambas los objetivos que les fueron asignados en la cabeza de playa. Al llegar la noche ya se habían desembarcado 8.000 hombres y más de 10.000 toneladas de material.
Debido a una acción ofensiva programada por Abd el-Krim en la zona occidental del protectorado, en Cudia Tahar, cerca de Tetuán, que podía amenazar la capital del protectorado, hubo que detraer a las fuerzas legionarias de la columna Melilla del teatro del desembarco y redirigirlas a repeler el contraataque rifeño, lo que provocó una pausa en la secuencia del desembarco.
Tras esta, el día 23 se reanudó el ataque general a Alhucemas, con la conquista de Morro Nuevo, Morro Viejo y monte Malmusi. El 30 de septiembre, tras una nueva pausa para dar descanso a las unidades y reabastecerlas, se reanudó el avance sobre Axdir, conquistándose el monte de las Palomas. Finalmente, el día 1 de octubre fue tomado el mítico monte Amekram y el día 2, el cuartel general del cabecilla rifeño en Axdir.
La participación de la Legión en esta acción decisiva para la pacificación definitiva del protectorado fue fundamental. Así lo atestiguan su número de bajas en combate y las recompensas con que fueron reconocidas sus acciones heroicas.
*Antonio Ruiz Benítez: es General de División (R) del Ejército de Tierra.