En la Asamblea General de AEME, tuvo lugar el nombramiento como «Asociado Colaborador» de Doña Marta Gonzalez Isidoro, que en su intervención expuso un interesante comentario sobre la situación en Oriente Medio
Inició su exposición con estas palabras:
Presidente (General D. Ricardo Martínez Isidoro), honorables miembros de la Junta, Señoras y señores:
Es para mí un honor, un privilegio, un orgullo y una enorme alegría que me hayan acogido como miembro en esta pequeña gran familia de militares escritores. No siendo militar, mi afecto por las Fuerzas Armadas, a las que respeto y admiro profundamente, nace, sobre todo, por los valores que representan: valentía, lealtad, servicio, sacrificio, honor. Valores que me enseñaron en mi casa, que son los pilares sobre los que cimento mis relaciones familiares y sociales, y que, en un mundo donde cada vez impera más la incertidumbre, me recuerdan que aún hay hombres y mujeres capaces de luchar por el bien común, la soberanía nacional, los principios que sostienen nuestra libertad. Mi más sincero y profundo agradecimiento por todos vosotros, que vestís el uniforme aun cuando ya no estéis en activo. Y que, con humildad, seguís siendo un ejemplo de lo que una sociedad debería aspirar a ser.
Oriente Medio: dilemas de una guerra en un mundo multipolar y fragmentado
No hace falta recordar que nos encontramos en un momento histórico particularmente turbulento. La geopolítica mundial atraviesa una etapa de redefinición marcada por conflictos, transformaciones de poder y profundas tensiones sociales. El mundo unipolar dominado por Estados Unidos está dando paso a un orden multipolar que no acaba de definirse. China afirma su poder económico y militar en Asia y África, también en América Latina. Rusia resiste las sanciones occidentales y sigue prolongando el conflicto en Ucrania. La India emerge como potencia diplomática y tecnológica. Hace unos días asistimos a una escalada de tensión con su vecino Pakistán que nos mantuvo en vilo. Occidente, mientras tanto, lucha por mantener la cohesión interna y un liderazgo global disminuido frente a crisis como el cambio climático, las migraciones, los conflictos armados o la Inteligencia Artificial. Esta nueva multipolaridad que no acaba de definirse tampoco está ordenada ni regulada. Lo que vemos es una fragmentación de alianzas, una desconfianza creciente entre bloques y la peligrosa tendencia de los conflictos regionales a internacionalizarse.
Teniendo en cuenta este marco general, la guerra de Gaza, que se mueve entre la ideología y la oportunidad geopolítica, no es más que una falla dentro de una compleja lucha geoeconómica entre las grandes potencias y la constelación de alianzas por el control del continente asiático y las rutas terrestres y marítimas que lo cruzan y rodean. En Oriente Medio, a raíz de los acontecimientos del 7 de octubre de 2023, se produce un punto de inflexión que ha reconfigurado las dinámicas regionales y globales. Las grandes potencias han jugado un papel ambiguo. Israel ha consolidado su supremacía militar en la región, especialmente tras debilitar a Hizbollah en el Líbano y demostrar su capacidad para contrarrestar a Irán. Sin embargo, a nivel diplomático Israel enfrenta un creciente aislamiento, y países como España, Francia, Gran Bretaña o Canadá han endurecido su postura.
Oriente Medio: la gran sacudida del 7 de Octubre.
El 7 de octubre de 2023 la seguridad del sur de Israel y sus poblaciones cercanas a la Franja de Gaza se vieron seriamente comprometidas. Hamás lanzó un ataque sin precedentes contra Israel, causando más de 1200 muertos, miles de heridos y el secuestro de 251 personas. El trauma de este ataque ha sido equiparado por muchos en Israel al 11 de septiembre norteamericano. Este acto de extrema barbarie y crueldad, en un momento de intensa polarización social interna en Israel, percibida como debilidad por sus enemigos, no sólo intensificó el conflicto palestino-israelí, sino que regionalizó la violencia, involucrando a actores como Líbano, Siria, Irak, Yemen e Irán.
El ataque iniciado por Hamas pero ideado por Irán, más allá de la polarización ideológica y de las narrativas sobre el conflicto palestino-israelí, ha frustrado el sistema de alianzas y la normalización con Israel promovida por los Acuerdos de Abraham (2020), en especial la capacidad para convertir a Israel y al campo suní en un corredor energético alternativo y autónomo. La respuesta militar a gran escala de Israel contra la Franja de Gaza para desarticular la infraestructura terrorista y de gobierno, eliminar las capacidades militares, recuperar a los rehenes y restaurar la seguridad de sus fronteras ha contado en el interior con un consenso generalizado, al tiempo que ha provocado en el exterior fuertes críticas, una ola de antisemitismo sin precedentes en todo el mundo, una polarización extrema en torno a una causa palestina renacida y un aislamiento estratégico de Israel en el marco diplomático y político preocupante. La presión internacional viene por el elevado número de víctimas, a pesar de que la FDI han desarrollado métodos efectivos para hacer frente a la táctica del enemigo de refugiarse entre la población civil o en el complicado sistema subterráneo de túneles que existe en toda la Franja (también en el Líbano). El objetivo de la guerra en este escenario es crear las condiciones para que Hamas se desvanezca y pierda el control sobre la población de Gaza. Ello sin interrumpir la ayuda humanitaria y evacuando previamente y con la mayor seguridad a los residentes a complejos humanitarios designados y preparados de antemano. Además del frente de Gaza, Israel ha tenido que gestionar las amenazas procedentes del frente norte (Líbano, Siria, Irak e Irán), Cisjordania y Yemen. El resultado más directo ha sido la caída del régimen de Bashar el Asad en Siria y el debilitamiento de todo el eje chií pro iraní conocido como Eje de la Resistencia.
La guerra produce dilemas. Dilemas de Seguridad para Israel y desafíos humanitarios por el desplazamiento de población a causa de los combates, que condicionan, a su vez, la forma en la que Israel hace la guerra. El precio que debe pagar Israel para la liberación de los rehenes divide a la población. La presión internacional, que pide contención, refuerza a su vez en Israel el sentimiento de incomprensión. La restauración de la disuasión y el compromiso del regreso de los secuestrados que aún quedan (58 entre vivos y muertos) ocupa un lugar prioritario en la toma de decisiones, a pesar de ser objetivos que en ocasiones se aprecian como contradictorios. Igualmente hay un consenso en la certeza de que los acontecimientos vividos suponen una ruptura radical respecto a la percepción que se tenía de los palestinos. Buscar la separación definitiva entre las dos comunidades y la protección de las fronteras (de todas) es ya un objetivo que no se discute a pesar de que la unidad nacional del principio se ha roto y la polarización ha vuelto al debate político, social y militar israelí.
Hamas se enfrenta a la presión más intensa desde el inicio de la guerra. Las sostenidas operaciones militares israelíes en Gaza, combinadas con las eliminaciones selectivas, ofensivas de Inteligencia y restricciones humanitarias (tras el comienzo de la Operación Carros de Gedeón), han obstaculizado gravemente su capacidad para funcionar como fuerza militar y gobernante en Gaza. A pesar de estos reveses, esta organización terrorista ha dejado claro que no aceptará ningún alto el fuego que obligue a ceder el control del territorio. El grupo conserva un arsenal de armas y un número considerable de combatientes que le da capacidad para seguir combatiendo. Descabezada la cúpula, lo que queda de los principales dirigentes son hombres intransigentes que probablemente no depongan las armas, incluso si los líderes del grupo en el exterior están a favor de hacerlo. Al mismo tiempo, Hamas es plenamente consciente de la presión internacional sobre Israel para que ponga fin al conflicto y lo utilizará a su favor. Históricamente ha demostrado que puede soportar el conflicto para preservar el poder a expensas de su población.
La intención de Israel es apretar lo máximo posible, tomar el mayor territorio posible para entrar en conversaciones directas y forzar a Hamas a asumir el coste de llegar a un acuerdo lo más satisfactorio posible. Las FDI controlan el 40% de la Franja de Gaza y el plan del gobierno es alcanzar el 75% en unos meses. A medida que se expande la ofensiva terrestre, los palestinos se verán empujados a tres zonas que representan sólo el 25% del territorio: Al Mawasi, partes del centro de la Franja y Gaza City. El resto, incluido Rafah y Khan Yunes, serán liberados de Hamas y retenidos durante largo tiempo. Si el presidente americano Donal Trump no impone un alto el fuego unilateral sin contar con Israel (como lo está proponiendo en Ucrania con Rusia sin contar con Zelensky), las FDI seguirán avanzando, limpiando el terreno, dividiendo y embolsando al enemigo y buscando con cuidado para rescatar a los rehenes ocultos en los túneles, sin supervisión de la Cruz Roja y bajo condiciones humanitarias deplorables.
La Franja de Gaza hoy es un lugar prácticamente inhabitable Para avanzar en un proceso de pacificación se necesita reconvertirla desde el punto de vista material, pero sobre todo moral. Revisar los planes escolares y proceder a la desradicalización de las instituciones religiosas, civiles y educativas es una tarea ingente pero necesaria. La solución de los dos Estados es inviable pese a ser la opción preferida por la comunidad internacional. El reconocimiento de Palestina por algunos Estados refleja un cambio en la opinión pública global, que en general tiene problemas para entender las dinámicas de Oriente Medio.
A modo de conclusión podríamos decir que Oriente Medio está en plena reconfiguración. En esta región en particular, las certezas se desmoronan. Los liderazgos se cuestionan y los equilibrios cambian. La búsqueda de soluciones novedosas y poco convencionales pueden tener un alto coste para Israel. Israel no saldrá ileso del desafío que representa Hamas, tanto militar como moralmente. Los resultados de la visita de Donald Trump a Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar han contribuido a la creciente sensación de que Israel está siendo marginado de los principales acontecimientos de la región. Irán, pieza clave en el tablero de Oriente Medio, podría enfrentarse a cambios profundos. Líbano y Siria pueden entrar en una era de sanación y reconciliación nacional. Los palestinos seguirán sin horizonte político pese al reconocimiento legal de una entelequia sin forma jurídicamente delimitada y seguirán constituyendo un problema de seguridad para los países en donde se asienten.
Por último, la coordinación entre Estados Unidos, Arabia Saudí, Turquía y Qatar erosiona la ventaja militar cualitativa de Israel, que podría quedar marginada de posibles acuerdos regionales, como lo han sido ya Egipto y Jordania. En una proyección a futuro, y pensando en el papel que va a adquirir el Ártico en las próximas décadas en cuanto a la reconfiguración de las rutas de comercio marítimas, el canal de Suez pierde su relevancia estratégica en esta nueva reconfiguración de Oriente Medio frente al Golfo Pérsico/Arábigo.
Marta Gonzalez Isidoro Asociado-Colaborador de AEME.