AEME I CICLO 2025. IMPACTO MUNDIAL DEL RETORNO DE TRUMP
LA SEGURIDAD Y LA DEFENSA DE EUROPA
La llegada de Donald Trump por segunda vez a la presidencia de Estados Unidos ha comenzado, tanto por sus declaraciones como por las de otros miembros de su administración, dejando claro que el periodo en el que la defensa de Europa tenía como espina dorsal a EE. UU. ha finalizado.
Un nuevo orden mundial se está fraguando y va a sustituir al orden unipolar vigente desde la implosión de la Unión Soviética, en el que Estados Unidos era el hegemón que colaboraba, con mayor o menor éxito, al respeto de las normas que han estado vigentes en la globalización con sus avances y retrocesos. En ese nuevo orden que se ha definido como post-occidental, la propia estabilidad de Europa está en juego.
Aunque la invasión rusa de Crimea en 2014 fue un indicador relevante de la aparición de nuevos paradigmas de seguridad, ha sido la guerra de Ucrania con su aparente próximo final, y en el que Europa ha sido dejada de lado, así como la guerra comercial en marcha con los aranceles como asunto central, los hechos que han obligado a la Unión Europea (UE) a plantearse de forma decisiva sus políticas estratégicas de seguridad y defensa.
La Unión ha despertado de la comodidad de su relativa inacción, debiendo pasar de las declaraciones sobre la necesidad de su «autonomía estratégica» a ponerla en marcha y, además, con urgencia, lo que representa un problema mayúsculo. La propia Comisión Europea en su Programa de trabajo para 2025 señaló que asegurar una defensa robusta y resiliente no es solo una ambición estratégica, sino que se ha convertido en una urgente necesidad
Aunque la percepción general de las sociedades europeas sobre la posibilidad de conflicto bélico es reducida, Rusia representa una clara amenaza estratégica, dado su interés en debilitar a Europa. Si a ello se unen las ruidosas críticas del presidente Trump a la UE, que incluso llegan a solicitar su desaparición, se aprecia un claro riesgo que el presidente francés Macron ya expuso, en abril de 2024 y en una conferencia en la Sorbona, indicando que «Europa podía morir».
Pero mantener la iniciativa estratégica requiere adoptar decisiones de forma inmediata sobre la seguridad y la defensa. Algo que parece más evidente con la actual crisis del vínculo trasatlántico, con EE. UU. exigiendo que la Unión se haga cargo de su propia defensa, y con unas perspectivas sobre la transformación de la Alianza Atlántica cuyo alcance se verá en la próxima Cumbre prevista para junio de este año en La Haya.
Muchos son los desafíos y problemas que la UE debe afrontar y las acciones y medidas tomadas hasta el momento no infunden demasiado optimismo.
El primer problema de la Unión es de naturaleza política, dadas las diferentes visiones y divisiones internas entre los Estados miembro y la necesidad de adoptar medidas en el complejo y vital asunto de la seguridad y defensa. Para ello, las decisiones requieren de unanimidad, bastante difícil de conseguir con la actual visión contrapuesta en prioridades e intereses que mantienen los Estados europeos. Sustituir ese principio por el de la mayoría cualificada en asuntos de seguridad y defensa se hace necesario.
Europa se ha dado cuenta de que tiene que redefinir completamente sus estructuras de seguridad y defensa, quizá en el momento más trascendental tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, agravado, además, por vivirse un periodo de ajustes y dificultades económicas.
Para ello la Comisión y la Alta Representante han presentado el 19 de marzo de 2025 un «Libro Blanco sobre la defensa europea/Preparación 2030». Incluye un ambicioso paquete de medidas de defensa que aporta instrumentos financieros a los Estados miembros de la UE para impulsar un aumento de la inversión en capacidades de defensa.
La exigencia de aumentar el gasto en Defensa para cumplir el compromiso asumido por los aliados en la Cumbre de Gales de 2014, llegando al 2% del PIB, se ha visto renovada al alza con las declaraciones del secretario de Defensa norteamericano Pete Hegseth, elevándolo al 5% para que, sea cual sea el acuerdo de paz que se alcance en Ucrania –en cuyas negociaciones de momento la UE está excluida-, la garantía de dicho acuerdo corra a cuenta de Europa.
Si los europeos quieren que la paz en Ucrania sea lo más justa posible debería hacer un inmediato esfuerzo en rearmar militarmente a Kiev, dado el delicado momento que sus fuerzas militares están sufriendo en el campo de batalla. Sin embargo, el plan presentado para ello por la alta Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Kaja Kallas, que consistía en crear un fondo de 40.000 millones de euros, fue frenado en seco por algunos países, Francia, Italia y España, entre ellos. Algo que Países Bajos, a través de su ministro de Asuntos Exteriores, Caspar Veldkamp, ha comentado como una falta de solidaridad de algunos socios comunitarios hacia Ucrania (Público. María Zornoza, “Fracasa la gran apuesta de Kallas para enviar armas a Ucrania”, 13/04/2025).
Rusia, a pesar de las intenciones de Trump de lograr la paz o, al menos, un alto el fuego en la guerra, sigue atacando a Ucrania con toda intensidad. A lo largo del conflicto ha evidenciado un muy limitado respeto por las reglas y usos de la guerra, algo puesto nuevamente de manifiesto con el ataque, el pasado 13 de abril de 2025, a la ciudad de Sumi que dejó 34 civiles fallecidos y más de un centenar de heridos. Quizás sean ciertas las palabras del ministro de Asuntos Exteriores polaco Radoslaw Sikorski manifestando que Rusia se burla de los esfuerzos por la paz.
En el ámbito de las capacidades militares, Europa debe reforzar la limitada interoperabilidad de sus sistemas de armas y procedimientos, el equipamiento dependiente de EE. UU. en capacidades estratégicas (sistemas de alerta temprana, reabastecimiento en vuelo, cadenas logísticas), la diversa preparación de sus fuerzas en los nuevos desarrollos tecnológicos que se están utilizando profusamente en el campo de batalla ucraniano, o la necesidad imperiosa de aumentar el número de sus efectivos militares.
Para lograr un Sistema Defensa europeo eficiente y que ofrezca las adecuadas garantías de viabilidad en consonancia con el artículo 42.2 del Tratado de la Unión sobre la Defensa Común, debe procederse a la creación de un auténtico Cuartel General Europeo que integre las estructuras actuales del Estado Mayor Militar de la UE (EMUE) y la Capacidad Militar de Planificación y Ejecución (MPCC).
En relación con los nuevos desarrollos tecnológicos y las enseñanzas obtenidas en la guerra en Ucrania, destaca el gran paso dado por Rusia en el empleo de la Inteligencia Artificial (IA) y los «enjambres de drones» en el campo de batalla. Los algoritmos de IA, combinados con la información procedente de satélites y otros múltiples sensores, entre los que juegan un papel no menor las redes sociales, permiten un ajuste y velocidad en la toma de decisiones cambiantes, así como una precisión mucho más letal.
Otro ámbito en el que la amenaza de Rusia exigirá un incremento de capacidades es el de la cibernética y las acciones de guerra híbrida.
Respecto a esta última, Ucrania también ha puesto de manifiesto como la mente del ser humano, más que nunca, es un nuevo campo de operaciones. En este dominio cognitivo, que se une a los tradicionales terrestre, naval, aéreo, cibernético y espacial, la influencia sobre las opiniones públicas propia y rival, la manipulación de la información y las campañas psicológicas, vemos como se logran moldear las percepciones políticas y sociales, convirtiéndose en parte integral y decisiva de las propias estrategias militares.
El «rearme europeo», con todos los matices que se quieran añadir al concepto, para garantizar la seguridad y la defensa de la Unión está directamente asociado al esfuerzo presupuestario y de mejora de la base industrial europea de defensa. También en este campo la cooperación trasatlántica tiene serias dificultades pues, aunque la OTAN ha puesto en marcha la iniciativa de Cooperación Tecnológica e Industrial de Defensa Trasatlántica (TADIC), hasta la fecha aparte de intercambios de información no se ha avanzado en otros resultados prácticos.
Por su parte, la UE, a través de la Comisión, adoptó en 2024 un par de iniciativas para mejorar la base industrial de defensa europea: la Estrategia Industrial de Defensa Europea –EDIS- y el Programa Europeo para la Industria de Defensa –EDIP-. Se considera que será el Marco Presupuestario Plurianual 2028-2034, a presentar inicialmente en julio de 2025, el que marcará hasta que punto la Unión avanzará en estas capacidades industriales de seguridad y defensa.
Además, si se quiere mantener una disuasión efectiva, Europa debería acometer planes de empleo del arma nuclear, hoy por hoy limitada a la capacidad nuclear de Francia, que difícilmente aceptará perder su control nacional sobre la misma. Asunto éste de enorme relevancia pero que excede los límites de este trabajo.
Por otro lado, y como recoge el informe de ex presidente finlandés Sauli Niinisto, la definición de las capacidades militares necesarias debe colocar en el centro de sus problemas a los de reclutamiento y retención, o sea al elemento humano. Por esto es importante reseñar este aspecto en el refuerzo de nuevas capacidades con que se quiere dotar la UE y que implica incrementar significativamente el número de militares en las fuerzas armadas europeas.
En la actualidad, Polonia es el país con mayor número de militares en sus fuerzas armadas con 216.000 y una tasa de encuadramiento del 3,6 por cada 100.000 habitantes. Francia tiene una tasa del 2,99 e Italia del 2,91, por citar algunos ejemplos. España, con unos 117.000 militares y una tasa del 2,4 debería llegar, según algunas estimaciones a los 175.000 (La Razón. Nora Villalba, “España necesita militares: las cifras que marcan la necesidad del ejército español en el rearme europeo”, 14/04/2025).
Pero alcanzar esa cantidad exigirá un periodo de tiempo amplio, pues las infraestructuras humanas y materiales para formar, adiestrar y encuadrar orgánica y operativamente a tantos militares no se pueden levantar de la noche a la mañana.
Además, el atractivo que para los jóvenes tiene el ingreso en las fuerzas armadas presenta, en la actualidad, significativas limitaciones que exigirán un gran esfuerzo político y social para aumentar el número de soldados y cuadros de mando. Son necesarias unas políticas de defensa, dirigidas a la opinión pública europea, en las que la comunicación de esa necesidad debe presentarse con rigor pedagógico e informativo para que el conjunto de las sociedades sea plenamente consciente de la misma.
La historia de la Unión Europea muestra logros muy relevantes en el campo de las políticas sociales y económicas, pero una gran deficiencia en el establecimiento de políticas de seguridad y defensa. Los políticos europeos deben hacer un gran esfuerzo de comunicación hacia sus sociedades y estas deben aceptar que la guerra de Ucrania no solo es una anomalía, sino un serio aviso de que el nuevo e impredecible orden mundial amenaza fronteras y pone en riesgo el papel y la propia existencia de la Unión en un mundo más peligroso.
Juan A. Moliner González General de División del EA, r
De la Asociacion Española de Militares Escritores
Vicepresidente 1º de la Academia de las Ciencias y las Artes Militares