LAS RELACIONES ENTRE LOS ESTADOS UNIDOS Y RUSIA. General Bello Crespo

AEME I CICLO 2025.  IMPACTO MUNDIAL DEL RETORNO DE TRUMP

 

LAS RELACIONES ENTRE LOS ESTADOS UNIDOS Y RUSIA

 

El triunfo de Donald Trump en las últimas elecciones presidenciales norteamericanas ha supuesto una verdadera conmoción política y social, tanto en el interior de su país como en las perspectivas de futuro de la acción exterior del nuevo mandatario en su segunda etapa al frente de los Estados Unidos. En el contexto de la percepción general sobre el inminente inicio de una época de profundos cambios en el orden geopolítico mundial y, especialmente, en las relaciones de los Estados Unidos con Rusia, es interesante repasar el pasado de dichas relaciones para intentar descubrir, y comprender, las claves del desarrollo de las mismas en la etapa que se avecina.

Si tuviera que definir en dos palabras las relaciones históricas entre Rusia y los Estados Unidos en el período que va desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la implosión de la Unión Soviética , subrayaría, en una primera aproximación, las de hostilidad y respeto: hostilidad como consecuencia del antagonismo ideológico y político, y respeto como consecuencia de la percepción mutua de la capacidad de destrucción del otro en un enfrentamiento militar directo.

Pero no siempre ha sido así. Antes, durante y después de ese período, los dos países atravesaron etapas de acercamiento y de animosidad, al compás de acontecimientos que, en la inmensa mayoría de los casos, ocurrían fuera de sus fronteras, con la voluntad mutua de evitar un choque de consecuencias catastróficas a nivel global. Durante el largo periodo de la Guerra Fría se impuso la llamada “coexistencia pacífica”, un término de circunstancias acuñado por Nikita Kruschev y aceptado de forma explícita por las dos potencias y por el resto del mundo.

En el origen de esas relaciones, durante el conflicto con Inglaterra que dio lugar al nacimiento de los Estados Unidos, Catalina la Grande mantuvo con habilidad al Imperio Ruso en una postura de neutralidad favorable a los insurgentes americanos. En 1803, Rusia y Estados Unidos establecieron relaciones diplomáticas y, recién terminada la Guerra de Secesión, en 1867, el zar Alejandro II les vendió Alaska por 7,2 millones de dólares, con la idea de evitar un hipotético nuevo conflicto con los británicos tras la derrota rusa en la guerra de Crimea. Durante el siglo XIX y hasta la desaparición del Imperio Ruso, la normalidad de esas relaciones sólo fue ensombrecida por el efecto negativo de las matanzas (pogroms) de judíos en Rusia, que provocaron un clima de profunda indignación en la opinión pública norteamericana. De hecho, la declaración de guerra a Alemania se produjo tras la caída del zar y la salida de la guerra decidida por el nuevo régimen soviético, lo cual no impidió el apoyo estadounidense a los ejércitos blancos durante la guerra civil desencadenada tras la revolución de octubre en Rusia.

Sin embargo, esta situación no se repitió en la Segunda Guerra Mundial. Tras la entrada de los Estados Unidos en el conflicto, la Unión Soviética recibió una cuantiosa ayuda norteamericana en material y equipo que fueron de esencial importancia en el desarrollo de las operaciones en el Este y en el desenlace final, del que la Unión Soviética salió convertida en una gran potencia y, poco más tarde, en una superpotencia nuclear con la determinación de equipararse en poder e influencia con Norteamérica y luchar con ella por la hegemonía mundial.

 

EL LARGO PERIODO DE LA GUERRA FRIA

Muy poco después de terminada la guerra contra el Eje, mientras los norteamericanos y sus aliados occidentales desmovilizaban sus ejércitos y enfrentaban la reconstrucción del territorio europeo, la Unión Soviética mantuvo su potencia militar y la agitación política aumentó en los países colindantes con ella, dando paso a regímenes comunistas satélites de Moscú. La percepción del peligro para el oeste europeo espoleó los deseos de Reino Unido y Francia y, posteriormente, el Benelux e Italia, de hacer frente a la amenaza soviética mediante una alianza defensiva, firmando el Pacto de Bruselas en marzo de 1948. Ese mismo día, el presidente Truman declaró en el Congreso:” Estoy convencido de que la resolución de las naciones libres de protegerse a sí mismas será acompañada de una resolución igual, por nuestra parte, de ayudarles a hacerlo”.

Los acontecimientos comenzaron a precipitarse en el verano de ese año. En junio de 1948, dio comienzo la primera crisis grave: el bloqueo de Berlín, que se mantuvo hasta mayo de 1949.Un poco antes, en abril, se firmó el Tratado de Washington , con la creación por americanos y europeos de la Alianza del Atlántico Norte, la OTAN. Los Estados Unidos abandonaban su aislamiento previo a la Segunda Guerra Mundial, abrazaban el apoyo a Europa Occidental y la rivalidad con la URSS, y comenzaba la era de la bipolaridad geopolítica. En 1949, la URSS detonó su primera bomba de fisión y, en 1955, su primera bomba de hidrógeno. Dos grandes potencias con poder nuclear se erigían en cabezas de dos mundos antagónicos, separados en Europa por lo que se dio en llamar el Telón de Acero. Comenzaba ese largo periodo que conocemos como Guerra Fría.

Desde 1945 hasta la actualidad, se han sucedido en la Casa Blanca dieciséis presidentes, y diez líderes, primero soviéticos y luego presidentes de la Federación Rusa, en el Kremlin. Desde entonces el mundo se ha visto sumido en un largo número de guerras, conflictos, tensiones y acontecimientos extraordinariamente relevantes que han puesto a prueba las relaciones entre los dos bloques: el citado bloqueo de Berlín Occidental, la guerra de Corea, la revolución cubana, la guerra de Vietnam, la crisis del Congo, la invasión de Bahía Cochinos, la crisis de los misiles en Cuba, las guerras entre Israel y los árabes, el proceso de descolonización en Africa, y las guerras de Afganistán, de donde ambas partes salieron malparadas, dentro de una larga cadena de crisis y tensiones que pusieron y siguen poniendo a prueba la capacidad y utilidad de la ONU, un instrumento de relación planetario hecho a medida de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial y que sirvió y sigue sirviendo de escenario y campo de batalla dialéctico para dirimir posturas y formular acusaciones mutuas.

La relación se mantuvo tensa, pero los dos mundos encabezados por ambas superpotencias se enfrentaron, hasta la desaparición de la URSS, procurando escenarios siempre lejos de sus glacis de seguridad. Hubo momentos especialmente peligrosos, como la crisis de los misiles en Cuba de 1962, los ejercicios Able Archer de 1983, que los soviéticos consideraron como el preludio de una guerra nuclear, o el derribo del vuelo 007 de Korean Air, también en 1983. También periodos de distensión, como los que dieron lugar al disparatado viaje en 1959 de Nikita Kruschev y su mujer, Nina, por los Estados Unidos, invitados por el presidente Eisenhower. Kruschev declaró por entonces que en poco tiempo la URSS alcanzaría el nivel de vida de Estados Unidos.

La realidad demostró muy pronto que el sistema comunista jamás alcanzaría esa meta. El reto estratégico y económico de Ronald Reagan con su Iniciativa de Defensa Estratégica, consistente en un sistema antimisiles con armas espaciales para proteger USA de un ataque nuclear, era un desafío enorme para un sistema y un país que invadió Afganistán en 1979, y diez años después hubo de retirarse del mismo, dejándolo en manos de los talibanes y con la carga de un fracaso que presagiaba ya un oscuro destino.

MULTIPOLARIDAD E INCERTIDUMBRE

Entre marzo de 1990 y diciembre de 1991, la URSS colapsó y sus quince repúblicas declararon su independencia. Las relaciones de los Estados Unidos y la Federación Rusa nacida del derrumbe, y la relación entre sus presidentes, Clinton y Yeltsin, entraron en un período de distensión, presidido por la cordialidad y complicidad entre ambos, en un ambiente de extrema debilidad de Rusia lleno de tensiones internas, corrupción y desplome económico, derrota militar en la primera guerra de Chechenia y tragedia social en todo el territorio. Al final, Boris Yeltsin entregó el poder a su primer ministro, Vladimir Putin, en una sorprendente escena en el Kremlin inesperada para todos, el 31 de diciembre de 1999.

Así comenzó la era de Putin, que aún continúa, turnándose en la presidencia de la Federación Rusa con su hombre de confianza, Dimitri Medveded, que presidió la Federación entre 2008 y 2012. Con él en el poder, ya sea en la Presidencia o en la sombra durante el mandato de Medveded, Putin ha tratado con los presidentes Bush hijo, Obama, Trump, Biden, y de nuevo, desde enero de este año , con Trump. Rusia ha cambiado, el mundo ha cambiado, y hasta enero las relaciones de Estados Unidos con Rusia, tras la invasión de Ucrania, han transcurrido en un ambiente que podría calificarse de prebélico, OTAN mediante.

Estos días estamos viviendo, desde la asunción de Trump de su segundo mandato tras el paréntesis de Biden, el inicio de una nueva relación que por ahora se presume especialmente incierta, con un posible final de la guerra en Ucrania y grandes perspectivas de importantes cambios futuros no solo en las relaciones de Estados Unidos con Rusia, sino también de Estados Unidos con Europa. Es de esperar que los próximos meses, o incluso los próximos días, nos deparen nuevas sorpresas. La estabilidad mundial está en juego.

 

Marin Bello Crespo, febrero de 2025
Asociación Española de Militares Escritores