Artículo publicado en Diálogo Atlántico . Un foro de análisis y discusión sobre temas de la actualidad estadounidense. Desde el Instituto Franklin-UAH se impulsa esta plataforma con objeto de promover el conocimiento de Estados Unidos entre la sociedad y la academia españolas.
La caída del régimen de Bashar el-Assad: acontecimiento geopolítico significativo
Los objetivos estratégicos de Irán en Oriente Medio se resumen en disuadir a Israel y Estados Unidos de actuar contra sus intereses, mantener la guerra lejos de sus fronteras y asegurar la permanencia del régimen islámico. Qasem Soleimani ideó un sistema de defensa, conocido como el “anillo de fuego” o Eje de la Resistencia, consistente en utilizar milicias proxys para que cumplieran esos objetivos por delegación. Líbano, Siria e Irak se convirtieron en estados vasallos.
Los acontecimientos del 7 de octubre y la guerra que siguió para desmantelar la infraestructura política y militar de Hamás en la Franja de Gaza ha dinamitado todo Oriente Medio. Con Hamás y Hizbollah seriamente dañadas, los asesinatos selectivos de sus líderes y de los líderes de la Fuerza Al-Quds de la Guardia Revolucionaria en Líbano y Siria socavaron considerablemente el Eje de la Resistencia y mermaron la capacidad de Irán para acudir en ayuda del ejército sirio. El ataque por sorpresa de las fuerzas de la oposición sirias al régimen de presidente Bashar al-Assad, encabezadas por Hayat Tahrir Al Sham (HTS), antigua rama de Al Qaeda en Siria, y la ausencia de resistencia por parte de las fuerzas militares y de sus aliados regionales —Irán y Rusia— ha puesto de manifiesto la fragilidad de una minoría alauita proiraní fuertemente debilitada y sostenida desde la guerra civil por Irán a través de la Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI). Con el derrocamiento del régimen de los Assad, tras 54 años de gobierno, se abre un período de inestabilidad e incertidumbre.
Siria entra en una transición que podría no ser pacífica, pese a la tranquilidad que parece querer transmitir Abu Mohammad al-Julani, nombre de guerra de Ahmed Hussein al-Shara, el hombre fuerte al frente de HTS y que ya está materializando la composición del Gobierno de Salvación con perfiles aparentemente técnicos mientras sus militantes cuelgan en las redes sociales vídeos en los que manifiestan sus verdaderas intenciones: la destrucción del Estado de Israel, la liberación de la Umma (comunidad de creyentes) y la unificación de Sham (Siria, Irak, Jordania y Palestina), y la liberación de las mezquitas de Al-Aksa (Jerusalén) y La Meca (Arabia Saudí). El mismo primer ministro provisional hasta marzo de 2025, Muhammad al-Bashir, es un ingeniero en electrónica y titulado en Derecho y Sharía. Son varios los escenarios que podrían darse en este período de transición: una Siria fraccionada, dividida en zonas de control e influencia de las distintas facciones en liza entre ellas; un acuerdo sobre una estructura federal; o el surgimiento de un nuevo régimen bajo una Siria unificada.
El descontento popular ante la falta de gobernanza es una oportunidad que los grupos islamistas de la región utilizan como palanca para acceder al poder, y un riesgo para la Seguridad de Israel, por el desafío que supone la presencia de extremistas a lo largo de sus fronteras. La reocupación de la zona desmilitarizada del monte Hermón, en el Golán sirio (240 km2 deshabitados cedidos en 1974 y sin efecto jurídico al caer el régimen de Assad), y la Operación Flecha de Basan (la destrucción de 320 objetivos estratégicos de las fuerzas militares sirias) no ha tenido otro cometido que el de evitar que todo el armamento de alto impacto —incluido arsenal químico, misiles, fuerza naval y fuerza aérea de importancia — cayera en manos no deseadas, y que Hizbollah pueda reconstruir sus capacidades, dado el vacío de poder. Turquía también avanza en la zona norte de Alepo y en el noroeste, pero por otras razones distintas a las de asegurar fronteras: debilitar a los kurdos y limitar su autonomía; y consolidar una franja de territorio que facilite el retorno bajo su control de los 3,5 millones de refugiados que huyeron a Turquía durante la guerra civil.
Cambio estratégico y reajuste de alianzas
Romper la red regional de Irán ha sido un objetivo deseado por Israel desde los dramáticos acontecimientos del 7 de octubre. No obstante, la pérdida de Siria, aunque importante, no significa el fin de Irán para proyectar su influencia en Oriente Medio. La inestabilidad se puede exportar, y el factor nuclear es un elemento de disuasión que no se debe despreciar por el interés que puede despertar en Turquía, Egipto y Arabia Saudí. Además, la expansión financiera y operativa de Hizbollah y la Guardia Revolucionaria en África amenaza también la estabilidad regional y los intereses occidentales.
Pero si bien la compleja red de dinámicas internas y externas no favorece la coexistencia pacífica, el derrocamiento del régimen de Assad también crea oportunidades para reconstruir un país devastado por la guerra y la crisis económica si se proyecta estabilidad. Turquía y Jordania podrían ver aliviada la presión de los refugiados. Y Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar, a pesar de la rivalidad con Turquía, pueden ser el vector económico de desarrollo necesario. Los esfuerzos del nuevo régimen por mantener las instituciones del Estado tal y como están, serán el termómetro que determine la balcanización de Siria o su transición hacia una estabilidad autocrática y en sintonía con los poderes emergentes: Qatar y Turquía.
Conclusiones
Las consecuencias del rápido colapso del régimen de Bashar el-Assad no se limitan a Siria. El debilitamiento del eje chií-iraní, junto con la expulsión de Rusia de la región, tendrá impacto en toda la nación árabe, incluido el Yemen, donde los opositores a los hutíes podrían intentar algo parecido en Saná.
Siria es un componente clave que une el corredor central de Oriente Medio con el Mediterráneo. Su control geopolítico supera los posibles escrúpulos a la hora de negociar un plan de estabilización con los actores no estatales que parecen tener la voluntad de implementar un modelo de gobernanza que saque de la ecuación a Irán y a Rusia.
Aun así, antes de apresurarse a conceder legitimidad política a HTS es necesario saber realmente cuáles son sus intenciones y los efectos desestabilizadores que pueden tener en toda la región y fuera de ella, como Europa. La estrategia de Turquía para reconfigurar las fronteras de Oriente Medio y explotar debilidades para obtener influencia nacional y regional no es nueva. Las fronteras de toda la región fueron trazadas de forma artificial, dando lugar a disputas que afectan a las relaciones de todos los países, que además no son étnicamente homogéneos y se rigen por lealtades tribales e identidades étnicas y religiosas, socavando aún más la estabilidad internacional. El choque entre el neo imperialismo turco y el persa condicionan todavía las relaciones bilaterales. Sin olvidar las pocas simpatías que despierta Israel, en una región considerada sagrada para el islam, y la tergiversación de la causa palestina para promover animadversiones.
Aún es pronto para determinar si el colapso del régimen de Assad fue fruto de un cambio estratégico o un incidente fugaz que aprovechó el momento crítico de debilidad de Irán y Rusia en la región para potenciar el regreso del Eje suní, esta vez capitaneados por la interpretación particular de la versión turca y qatarí de la Hermandad Musulmana. Será difícil que la nueva administración norteamericana, a pesar del deseo manifestado por el presidente electo Donald Trump, no se involucre en un contexto que afecta la seguridad de sus aliados regionales y que puede condicionar apuestas peligrosas, como el anunciado refuerzo de los lazos políticos y comerciales entre Arabia Saudí e Irán, dejando de nuevo a los israelíes y los kurdos como actores prescindibles de esta reconfiguración que no termina de perfilarse.