Julián Roldan Martínez, general de división, r del EAyE, asociado de AEME escribió en la revista Armas y Cuerpos de la AGM, el siguiente relato de la devoción a Nuestra Señora de Loreto. Colaboró el Páter Víctor Enrique Seoane Rodríguez
La Virgen de Loreto o Nuestra Señora de Loreto, Patrona del Ejército del Aire, es una advocación mariana, cuya festividad se celebra el 10 de diciembre.
Su origen se remonta a las postrimerías del siglo XIII. Según la tradición, la Santa Casa de Nazaret, donde nació la Virgen María y vivió junto a Jesús y San José, fue trasladada por los ángeles, en el año 1291 -surcando el Mar Mediterráneo desde Nazaret a Tersato (Dalmacia, Croacia)-, pues se temía su destrucción a manos de las tropas musulmanas.
En ese lugar acaeció lo que se conoce como el “milagro de la primera traslación”. Alejandro, el párroco local, se hallaba gravemente enfermo y sin esperanza de vida. Ya se estaba preparando su funeral, cuando se levantó de la cama curado. El sacerdote aseguró que se le había aparecido la madre de Dios para informarle de la ubicación, en un collado cercano, de la Santa Casa de Nazaret. Hasta allí se encaminaron algunos lugareños; y no solo hallaron la casa, sino que, además, en el nicho de una de sus paredes, descubrieron, sobre un altar, una imagen de la Virgen María. Había sido tallada en madera de cedro, y portaba al Niño Jesús en sus brazos.
Otras traslaciones adornan esta bella historia. La segunda se produjo tres años más tarde, el 10 de diciembre de 1294. Ese día la Santa Casa emprende nuevamente el vuelo y se desplaza a la ribera opuesta del Adriático, a Marca de Ancona (Italia).
En las lecturas piadosas a esta segunda singladura se le llama “el milagro de la segunda traslación”. La casa fue a parar a los terrenos de una noble señora, llamada Laureta. De aquí toman el nombre tanto la advocación -Nuestra Señora de Loreto- como la pequeña ciudad crecida a sus pies, o el santuario erigido en su honor. Incluso las letanías mediante las cuales, al rezar el rosario, se ha venido expresando a lo largo de los siglos la devoción de nuestros pueblos, son litúrgicamente conocidas como “letanías lauretanas”.
La nueva devoción arraigó enseguida y las peregrinaciones se multiplicaron, con los consiguientes problemas de inseguridad y asaltos. Por tal motivo, ocho meses después, la Casa fue aupada otra vez por los ángeles, y trasladada en esta ocasión a la colina de unos condes, llamados Stefano y Simeón Raineldi. Se inicia así un pleito acerca de la titularidad del venerado edificio: ¿quién era el legítimo propietario? ¿La señora Laureta o el condado? La disputa fue zanjada definitivamente por los ángeles cuando, sin previo aviso, decidieron transportar de nuevo la Casa, y asentarla sobre un monte de piedras cercano a Recanati. Allí ha permanecido hasta el presente.
Esta piadosa tradición, con sus inequívocos tonos medievales, sustenta la devoción de un bellísimo Santuario, levantado en el siglo XIV. En su interior se cobija la Santa Casa, donde está entronizada la imagen de Nuestra Señora de Loreto, ataviada con una túnica tradicional.
Llama la atención el color oscuro de la imagen. Las lámparas de aceite que, a lo largo de los siglos, se han empleado para alumbrar la capilla, sin duda han contribuido con su hollín a oscurecer la talla original de madera. Pero resulta inevitable acordarse también, al contemplar el rostro moreno de la Virgen de Loreto, de aquellos versos del Cantar de los Cantares donde se dice: “Soy negra, pero hermosa, muchachas de Jerusalén”. Este pasaje bíblico, muy popular en la Edad Media, facilitó la proliferación de “vírgenes negras” por toda la Europa occidental, con múltiples y conocidos ejemplos en nuestra Patria.
El 24 de marzo de 1920 el Papa Benedicto XV proclamó a Nuestra Señora de Loreto Patrona de los aeronautas y aprobó una bendición especial. Siguiendo su estela, el Rey Alfonso XIII, ese mismo año, puso el Servicio de Aeronáutica Militar bajo ese mismo patronazgo.
A modo de curiosidad merece citarse que la imagen es una réplica, ya que la original fue devorada por un incendio en 1921. La actual -obra de Leopoldo Celani- fue tallada a partir de un cedro libanés de los jardines vaticanos. Este detalle parece un eco de la veneración lauretana de los últimos pontífices, que nunca han dejado de solicitar la intercesión de la Virgen de Loreto para que, como dijo San Juan Pablo II: “al surcar los cielos, los aviones propaguen en el espacio lejano la alabanza del nombre del Señor, que camina sobre las alas del viento, y cuya gloria narran los cielos”.
Fuente:
https://publicaciones.defensa.gob.es/armas-y-cuerpos-extraordinario-2020-revistas-pdf.html