Del Desastre del 98 al Desastre del 2018. España en una grave encrucijada

Un documento recientemente desclasificado en el Congreso de los EE. UU. nos muestra el hilo de unos acontecimientos que dieron lugar en España al llamado Desastre del 98. Si bien, sin ser concluyentes sus indicios y análisis de los mismos, nos lleva irremediablemente a pensar en la actual situación española que puede considerarse al menos como crítica si no gravísima.

España es demasiado grande en su alma y en su gloria para que puedan vencerla y someterla naciones extranjeras. Son muchos sus enemigos pero no han sido mayormente ellos los causantes de los daños y sufrimientos que ha tenido nuestra patria, sino los enemigos de dentro, algunos que aprovechándose de su grandeza de manera soterrada cuando no sin disimulo alguno, han intentado desmembrarla y someterla bajo los designios más oscuros y perversos intereses.

No fue Viriato muerto por las legiones invasoras romanas, no podían con él, como se reflejó en una carta que Publio Cornelio Escipión dirigiese al Senado romano, harto de la resistencia de aquellos pueblos íberos. Fue la daga asesina de un fiel lusitano junto con otros dos, los que quisieron negociar la paz con Roma a espalda del caudillo, los que acabaron con su vida. El enemigo estaba dentro como bien se entiende.

Posteriormente esta España nuestra luchó durante setecientos años contra el islamismo invasor y consiguió vencerlos y arrojarlos al Magreb, pese a las traiciones y deslealtades de algunos de sus reyes cuya unión hubiera supuesto acortar tan largo período de resistencia contra el «moro». El enemigo una vez más estuvo dentro. España condicionada por tan largo período de lucha para mantenerse como nación, llegó hasta el siglo XIX cuando hubo de afrontar una nueva invasión externa, la napoleónica, que consiguió superar y vencer tras cuatro años de guerra, sangre y expolio.

Conservaba todavía su Imperio colonial en las Américas, pero nuevamente el enemigo interno, esta vez manejado por las redes masónicas de Obediencia anglosajona, hubo de afrontar la mal llamada Guerra de la Independencia americana que mejor hubiera sido denominarla Guerra de Secesión española. Pero aún así quedaban los territorios en el Atlántico como Cuba y Puerto Rico y en el Pacífico, las Filipinas. Todos ellos se convirtieron en el gran deseo norteamericano que reiteradamente intentó negociar su compra a todo lo largo de aquel siglo XIX. Siendo así que los agentes de la logia anglosajona del Gran Rito Escocés Antiguo y Aceptado se movieron para comprar voluntades en las propias entrañas de nuestra nación. Una vez más, el enemigo estaba dentro, como un caballo de Troya, mientras que la población española era ajena a cuanto se tramaba, pues para eso hasta fueron disueltas las Cortes y la parte electiva del Senado (1886) declarado el estado de sitio, la ley marcial y la censura de prensa por el entonces Presidente del Consejo de Ministros, Práxedes Mateo Sagasta. Disolución de Cortes, negociación a espaldas del Congreso, silencio mediático, corrupción y dinero contribuyeron otra vez a la agonía de una España que sangraba por todas partes.

(Foto: http://3.bp.blogspot.com/- … /maine-new-york-journal-cincodays).

Un documento recientemente desclasificado en el Congreso de los EE.UU nos muestra el hilo de unos acontecimientos que dieron lugar en España al llamado Desastre del 98. Si bien, sin ser concluyentes sus indicios y análisis de los mismos, nos lleva irremediablemente a pensar en la actual situación española que puede considerarse al menos como crítica sino gravísima. Similitudes no faltan para un ejercicio mental y no por ello complejo, al comparar determinados aspectos que expongo en las siguientes líneas aunque el escenario sea distinto. Ningún Tribunal ha fallado en sentencias condenatorias sobre delitos que antaño se penaban incluso con la pena de muerte, como la traición a la Patria, dejando a un segundo plano la prevaricación y la corrupción. Por ello me limito a comparar dos situaciones que nuestra Patria española viene sufriendo desde el ya mencionado Desastre del 98, a la actual situación que me permito llamar el Desastre del 2018 (año de la moción de censura y toma del poder del presidente Sánchez). Es decir, 120 años después.

Conforme al hilo argumental del documento americano recién desclasificado, España ya en tiempos de la regencia de María Cristina, en 1837 exactamente, recibió una oferta económica por parte de los EE. UU. para a cambio de 30 millones de reales ceder los territorios de Cuba, Filipinas y Puerto Rico. Oferta que naturalmente fue rechazada. Hubo varios intentos de compra en tiempos sucesivos, y los EE. UU. ya tenían un plan B para el caso que no se lograra hacerse con aquellas regiones que España poseía desde cuatrocientos años antes. Un último intento se produjo antes del conflicto o guerra hispano-americana cuando en aquella época predominaba ese bipartidismo español entre liberales y conservadores, siendo a la sazón, Presidente del Gobierno, Sagasta al que ya me he referido, quien ostentó el grado 33 de la masonería del Gran Oriente Escocés Antiguo y Aceptado, mientras en la oposición se hallaba el conservador Antonio Cánovas del Castillo asesinado por un desconocido anarquista un año antes de que la flota española de manera incomprensible fuera derrotada, e incluso parte de ella hundida por propia orden de su almirante, en Cavite. Ciertamente inexplicable.

Pero volviendo al hilo de este análisis hay que recordar que el jefe del Estado Mayor de los ejércitos españoles en aquella parte de Filipinas, era entonces el general Pando quien permaneció durante casi todo su mandato en el Estado americano de Florida… igualmente inexplicable que desde allí, desde el propio campo enemigo pudiera dirigir las operaciones. Almirantes y magníficos marinos e inventores como Fernando Villamil, José González-Hontoria y Bustamante, clamaron contra la política del ministro de Marina español, José María Beránger y Ruiz de Apodaca (masón igualmente de la Obediencia inglesa) respecto al conflicto con los EE. UU., mientras el grado 33 de la misma logia masónica en aquel país era el entonces Presidente americano William McKinley. La oferta que Sagasta recibió antes de la entrada o «simulacro» de combate fue de trescientos millones de dólares más un millón que se entregaría a cada ministro de su Gobierno. Cánovas en un principio timorato respecto a la entrada en guerra de nuestra flota se decidió al fin que había que luchar por encima de todo «hasta el último hombre y hasta la última peseta», pero tras esas declaraciones al poco sería asesinado como he comentado.

Sorprendentemente, unos planos del submarino de Isaac Peral, el gran genio de la construcción naval española quien incluso llegó a ver en el propio despacho del ministro de Marina a agentes británicos, se hallaron en Londres, mientras que la Gaceta de Madrid proclamaba a los cuatro vientos con la publicidad que ello conlleva las características más sobresalientes del submarino que debería acudir en apoyo de la flota española en el Pacífico y que nunca fue para gozo de los americanos, pues un almirante norteamericano llegó a afirmar que con solo ese submarino hubiera bastado para destruirles. También increíble… Un gobierno que contaba con una flota no de madera, en contra de lo que la historiografía oficial ha trasladado permanentemente a la opinión pública, al menos igual a la americana y con más capacidad combativa por tener al lado sus bases logísticas, en Manila y otros lugares, frente a una flota muy alejada por miles de kilómetros de su capacidad de aprovisionamiento. Incomprensiblemente no se mandaron dotaciones navales ni las encargadas por el reino de España a Brasil que pasaron a engrosar la flota norteamericana. El movimiento de la flota española parecía responder a un combate previamente pactado en su resultado. Los hechos documentados parecen que fuera obra de marinos de una absoluta incompetencia tanto en la estrategia llevada como en las órdenes dadas de manera que la flota española por unas u otras razones mantuvo una inoperatividad, todo un simulacro de combate ante una negociación ya previamente asumida. El enemigo estaba dentro de España nuevamente, incluso por estos indicios bien podría hablarse de alta traición.

Actualmente los enemigos de España además de las naciones con apetencias geopolíticas por nuestro país, se encuentran dentro de España, siendo en este caso públicamente manifestado, sin que los poderes públicos que la gobiernan pongan reparos y más aún pacten vergonzosamente con ellos para mantener el poder político tan deseado y remunerado. España se encuentra en una nueva encrucijada que las urnas han puesto de relieve sin el contrapeso de la idea de la unidad española que tantos siglos y vidas ha costado construir.

Las subastas electorales por obtener la mayoría absoluta han dejado a España en un escenario propio de una almoneda. Hemos visto que los pactos entre partidos se hacen en secreto y luego son revelados a la ciudadanía, ajena como siempre a los intereses políticos. La ingobernabilidad asoma por las ventanas de un edificio silencioso e inerte que no tiene opciones salvo las de permanecer aferrado a unos cimientos que se tambalean. El tercer representante más importante de las Instituciones españolas (nacionalista acérrima) abre la puerta del Congreso a los nacionalismos periféricos que ya han manifestado su radical oposición al régimen constitucional y su afán por una República federal.

Un prófugo de la Justicia española entra en la subasta del poder y dirige, como acaba de manifestar de manera crítica uno de los barones de este desnortado y podemizado PSoe, que no puede gobernarse una España con mando a distancia. El enemigo no requiere ya esconderse en la sutileza de la política, basta con pujar para arrancar un trozo de España o para imponer un régimen cualquiera acorde al precio de la apuesta. El líder de las derechas no ha sabido hasta el momento conjugar los apoyos que requiere para presidir el Consejo de ministros y se arrincona en ser, cosa cierta, el partido más votado, siendo que en un sistema parlamentario no basta como bien hemos experimentado en estos últimos años.

Hoy España recuerda la pesadumbre de la generación del 98 cuando se desplomó lo que quedaba del Imperio colonial español, pero la generación nacida del 2018 tendrá que volver a recordar cómo las traiciones y la corrupción afloraron nuevamente mediante pactos secretos que este escribidor todavía desconoce pero que presume, y que en plazo muy breve sabremos qué destino se pretende para esta España apaleada por su clase política. De nuevo España se encuentra ante su propia encrucijada. Pero nada, y es mi convicción más íntima, podrá enterrar a este país, los españoles lo damos todo aunque sea en última instancia y así será por nuestro bien, entretanto vivimos apesadumbrados y desilusionados.

* Javier San Mateos (biznieto de Isaac Peral), Federico Santaella, Cesáreo Jarabo, historiadores que han documentado el hilo de los acontecimientos referentes a la alta traición del 98.

 

El autor:    Íñigo Castellano Barón (Madrid, 1949).

Conde de Fuenclara, Grande de España, nació en 1949 en Madrid. Escritor e historiador. Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense y Máster en Dirección y Administración de Empresas.Es Miembro de la Academia de Derecho Internacional de México y miembro fundador del IE Business School.Fue Presidente de la AEEDE (Asociación Española de Representantes de Altas Escuelas de Dirección de Empresas) y consejero de varias sociedades.Con más de 50 artículos de opinión y relatos históricos colabora en diferentes medios de carácter cultural, como son: el Portal de Historia www.historyofspain.es y el Periódico digital La Crítica, www.lacritica.eu en el que dirige la sección “HISTORIA Y CULTURA”.

 

Fuente:

https://lacritica.eu/noticia/3459/inigo-castellano-baron/del-desastre-del-98-al-desastre-del-2018.-espana-en-una-grave-encrucijada.html