El día 9 de marzo, la Asamblea General de China eligió a XI Jinping como Jefe de Estado del país de la Gran Muralla, lo que viene a confirmar que va a continuar la actitud agresiva china en el teatro geopolítico mundial creando una gran inestabilidad e incertidumbre, habiendo desaparecido la tradicional política de Pekín de crecimiento económico armonioso. Sin duda, China aspira a ocupar un status de gran potencia rivalizando con Estados Unidos en la definición de la geopolítica internacional aunque no debemos olvidar los graves problemas internos existentes en el país como puede ser el Tibet, la situación de los uigures en Sinkiang o el futuro de Hong Kong o los externos que afectan a su estrategia de seguridad de su entorno cercano tales como la rivalidad con Japón, el proceso nuclear de Corea del Norte, la crisis con Taiwán o sus aspiraciones ilegales en relación con su dominio sobre el Mar de China Meridional.
Por todo ello, AEME quiere contribuir al análisis del posicionamiento de China en la geopolítica del siglo XXI, a través del ciclo titulado “Quo vadis China” cuyos artículos se publicaran con periodicidad semanal, normalmente los sábados..
LA GEOPOLÍTICA DE ASIA-PACÍFICO. UNA GEOPOLÍTICA DE ESCUADRA Y CARTABÓN.
El enfrentamiento entre China y Estados Unidos que tiene lugar en el Pacífico se desarrolla en tres triángulos superpuestos. Uno medio, que une Australia, Japón e India el cual acapara todo el “Mediterráneo” del Pacífico. Uno marco, que liga India con Australia y Estados Unidos y pasa por Japón, países todo ellos que forman parte del Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (conocido como Quad) y que es prolongación de dos de los lados del primero. Y un triángulo interior, el núcleo duro, que tiene por vértice Vietnam, atraviesa Singapur, y se apoya en Malasia, situando su tercer vértice en Filipinas.
Los Triángulos estratégicos de Asia-Pacífico
Australia queda así como pivote estratégico del conjunto. El lanzamiento en septiembre de 2021 del AUKUS, una alianza estratégica entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos, que situará a Australia en el selecto club de los países con submarinos de propulsión nuclear, sirve para reforzar el perímetro estratégico del indo pacífico – el triángulo medio – y fortalece otras alianzas no ajenas a la región como Five Eyes (una alianza de inteligencia entre Estados Unidos, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Reino Unido). Pero la pugna, heredera de la Guerra Fría, se desarrolla en el tercer triángulo.
La supremacía china en este mar, puede fortalecer su posición regional y garantizar la seguridad de su entorno estratégico, algo que, tanto Estados Unidos como los actores regionales, antiguos estados vasallos, pretenden evitar. Y es que, si China pudiera controlar su entorno próximo, estaría en condiciones de alcanzar el estatus de potencia global, al igual que hiciera Estados Unidos tras ocupar Cuba.
Para China tal control -o cuanto menos su negación a terceras potencias como estadio previo a su control positivo-, resulta capital para su seguridad, consolidación regional y ulterior proyección hegemónica. No puede concebirse como potencia global sin el control efectivo de su espacio inmediato.
China reproduce así la estrategia decimonónica de Estados Unidos en el Caribe y aún la del Japón desde el periodo Meiji hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y la clave de bóveda sería, por su centralidad y dominio de la costa continental, Taiwán, en el baricentro del segundo triángulo.
Estados Unidos, en el supuesto de que la isla cayera, vería cuestionado en términos militares su liderazgo y hasta un principio histórico como la libertad de los mares.
El mediterráneo chino es la suma de los mares de China Meridional y Oriental. El Mar de China Meridional es una extensión de 3,5 millones de km2 con numerosos recursos (hidrocarburos y pesqueros). Este mar da acceso al Estrecho de Malaca, que enlaza Asia-Pacífico con el subcontinente indio. Es un espacio también vital para países como Japón que necesitan que un petrolero o un gasero lo atraviesen cada seis horas. [1]
Merecen una mención los 71 contenciosos de China con los países ribereños (Taiwán, Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunei). Y estos países tratan de implicar a su vez a Japón (que apoya a Vietnam y Filipinas) y a Corea del Sur (que apoya a Filipinas e Indonesia), por su dependencia estratégica, pero también a India (que rivaliza con China en la región y ha establecido vínculos de seguridad con Vietnam, Indonesia, Japón y Australia, entre otros) y, por extensión, siempre, a Estados Unidos.[2]
China reclama el 80% del Mar de China Meridional, hasta a más de 2000 kilómetros de su masa continental. Resulta de particular trascendencia el contencioso de las islas Spratley, un conjunto de 250 islas, arrecifes, cayos y rocas distribuidas en 180.000 km2. También están las islas Paracelso y el arrecife Scarborough, con cuya adquisición trató de ganar profundidad estratégica.[3]
China, en 2013, creo una Zona de Identificación de Defensa Aérea para después ocupar la mayoría de las islas en litigio. A continuación, en apenas dos años, construyó una auténtica “muralla de arena” con la que se han hecho habitables algunos arrecifes e islas, convirtiéndolos en bases avanzadas, auténticos “portaviones insumergibles”. [4]
Revista política exterior[5] –
El Mar de China Oriental, es una superficie de unos 750.000 km2 que va desde el Estrecho de Taiwán hasta la península coreana y que incluye el Mar Amarillo. Referir en este espacio el contencioso por el archipiélago de Senkaku.[6]
Los envolvimientos estratégicos del entorno.
El Estrecho de Malaca, es clave pues resulta un cuello de botella que atraviesa más de la mitad de la flota mercante del mundo. Para salvar este estrangulamiento, China pretende la modificación de la geografía estratégica del Sur de Asia, al dar a sus provincias del Sur y el Este una salida directa al océano Índico. Ello tendría lugar por medio de grandes infraestructuras y a través de Myanmar y Pakistán, que actuarían como corredores económicos entre China y el Índico. Simultáneamente, plantea construir un canal en Istmo de Kra, en Tailandia, para que sus barcos puedan sortear el Estrecho de Malaca. Estamos ante una idea paralela a la construcción de un canal chino en Nicaragua. [7]
Pero esto, colateralmente, también supone el envolvimiento de India que se acentúa o completa mediante el “collar de perlas”, una red de bases logísticas en el Índico.
En esta situación, y como resultado del calentamiento global, la previsible navegabilidad del Ártico abre una nueva vía que mejora la seguridad de su suministro y acorta un 30-40% de la navegación con Europa. China se ha declarado Estado ártico.
Su alianza con Rusia se explica por su complementariedad – Rusia necesita tecnología y capital y China recursos – y las ventajas geopolíticas y comerciales que ofrece. China protege su flanco Norte, para tener las manos libres en el Sur.
Ello resulta lo contrario a la pseudo alianza que aún mantiene desde Nixon con los Estados Unidos y que ha generado una interdependencia económica que ahora, desacoplando, se trata de romper ordenadamente. Esta también es fruto de la complementariedad: Estados Unidos necesitaba mano de obra barata y capital, mientras China tecnología y mercados. Gracias a ella Estados Unidos ha mantenido el diferencial de PIB con Europa, pero China se ha convertido en la economía más grande del mundo pasando del 2% al 18% del PIB mundial. Esta alianza había alejado, de paso, a China de Rusia.
No obstante, y por las contradicciones que incorpora, la relación entre Rusia y China es percibida por ambos socios como coyuntural. China dispone de un PIB diez veces superior, una frontera común de 4.000 km., una población el 20% de la mundial pero sólo el 7% de las tierras cultivables y el 6% de los recursos hídricos. Así, el hinterland natural chino es Siberia y también está envolviendo a Rusia simultáneamente por el Ártico y la Ruta de la Seda. Esta discurre por el espacio postsoviético de Asia central, donde tiene todo su sentido. Su salida natural, que era una Europa con la que comparte cultura, ha quedado incomprensiblemente cegada por la Guerra de Ucrania.
Una prolongación de la Guerra Fría: la estrategia de la cadena de islas.
La estrategia de la “cadena de islas” es un programa de contención marítima heredero de la Guerra Fría. Se trata de un cerco de contención geopolítica ejecutado por medio de cordones insulares y que se superpone a la lógica de triángulos.
Y es que el Mar de China está constreñido por un perímetro estratégico que se conoce como “Primera Cadena de Islas”, un buffer marítimo en la bisectriz del triángulo intermedio que arranca de las Kuriles y acaba en Borneo. Este cordón dispone de capacidad para bloquear el tráfico marítimo continental y contener las actividades navales chinas. Se trata de un espacio inmediato al Rimland de Spykman, la franja costera fundamental para el control de la “tierra corazón” de Mackinder.
La Organización del Tratado del Sudeste Asiático, SEATO, obedeciendo a esta lógica, cubría esta área hasta 1977. Tal idea está aún vigente, y su despliegue hasta rompe con el pasado –y presente – comunista de un Vietnam convertido ahora en un relevante socio comercial de Estados Unidos. La Base Aérea de Clark en Luzón (Filipinas) es el mayor estacionamiento permanente exterior norteamericano.
La “Primera Cadena de Islas” constituye última línea de defensa para unos o una posición de control avanzado para otros, que viene a ser la expresión geoestratégica del sistema estadounidense de alianzas bilaterales en el Asia-Pacífico. Y es que se asienta sobre tres países con acuerdos de Seguridad y Defensa con Estados Unidos: Corea del Sur, Japón, y Filipinas a los que también se suma Taiwán, en virtud de las llamadas, “Seis Garantías” y el ahora esquivo Singapur.
Este último país está siendo cortejado por China cuya lógica económica desborda cualquier formación naval. Pero, simultáneamente, la solidez de sus relaciones históricas con Estados Unidos le ha permitido albergar sus unidades navales, facilitándole el acceso a su tecnología.
En este contexto, el primer objetivo de China es la defensa de las regiones costeras problema que se complica debido a Taiwán, que se encuentra situada a unas 100 millas divide por mitades su frente marítimo.[8] La clave del conjunto de la franja es el estrecho de Taiwán, pues China reivindica sus aguas como mar territorial y propiedad, y los países occidentales lo discuten organizando operaciones de “libertad de navegación” en las que buques de guerra surcan las aguas que China reclama como propias. Así y en defensa de la libertad de navegación en la región Francia, Reino Unido y Alemania han mandado buques a la zona. De momento, las distintas crisis se han saldado hasta ahora en beneficio norteamericano con unas respuestas chinas de vigor creciente.
Primera y segunda cadenas de islas. Fuente: Researchgate[9]
Taiwán, es una antigua provincia China en la que se refugiaron los nacionalistas tras su derrota en la Guerra Civil, lo que la dota de un estatus político confuso y relevante por referirse a la integridad territorial china. Su control por parte de la china continental supondría, de paso, la desarticulación de toda la estrategia de contención.
También se habla de una “segunda cadena de islas”, un lado del triángulo intermedio, que se extiende desde Japón, pasa por las Marianas, Guam y las Carolinas, y que suponen un espacio de repliegue – de ser desbordado el primero – con la conversión de la armada china en una marina de aguas profundas. En este sentido existiría una “tercera cadena de islas”, como bisectriz australiana del triángulo marco, que comienza en las Aleutianas, pasa por la isla de Hawái para acabar en Oceanía; esta actuaría como retaguardia estratégica de los EE.UU.
Estamos, como puede verse, ante un escenario complejo, cargado de contradicciones y, además, de geometría variable en el que se combinan globalización con regionalismo y contingencia; un espacio en el que simultáneamente convergen potencias con diferentes niveles de poder e intereses sin que exista una superestructura común que los acoja y en el que se proyectan, aunque como farsa y deformadas hasta lo grotesco, las sombras de la Guerra Fría y sus lógicas de poder. Un espacio en el que lo económico se contrapone a lo militar, desbordándolo y haciendo que el gasto en este capítulo crezca sin ofrecer solución alguna pero incesante y peligrosamente.
Federico Aznar Fernández-Montesinos. Capitán de Fragata. Analista del Instituto Español de Estudios Internacionales (IEEI), miembro de la asociación Española de Militares Escritores.