Nuestro asociado el Capitán de Navío, r Jaime Rocha es entrevistado en EL DEBATE, con motivo de la presentación de su tercera novela ALTA TRAICION, con Prologo de Angel Expósito:
Presenta Alta Traición, su tercera novela, donde reivindica la figura del teniente general Emilio Alonso Manglano, director del CESID entre 1981 y 1995
El Debate entrevista hoy a Rocha con motivo de la publicación deAlta Traición, su última novela. Un escrito que, como él dice, sirve para honrar la figura del teniente general Emilio Alonso Manglano, director del CESID entre 1981 y 1995. También para reivindicar el trabajo de las personas que integran el CNI, considerado uno de los mejores Servicios de Inteligencia del mundo.
–¿Qué supuso el paso de Emilio Alonso Manglano por el Servicio de Inteligencia español?
–La figura del general Manglano es imprescindible para escribir la historia del Servicio de Inteligencia español. Toma las riendas del Servicio en 1981 y empieza a organizarlo. Realmente el Servicio se crea en 1978 y es la fusión del Servicio de Inteligencia de Presidencia del Gobierno que había hecho Carrero Blanco y el Servicio Inteligencia del Alto Estado Mayor. Había agentes procedentes de los dos sitios pero no existía una organización como tal. Andábamos un poco cada uno a lo suyo. Una de las cosas que se establece, que es vital, es que los objetivos informativos los marca el Gobierno de turno, el que sea. Él estuvo con la UCD pero estuvo mucho tiempo con el PSOE y tenía clarísimo cuál era la misión del Centro de Inteligencia y a quién debía reportar y quién debía marcar los objetivos. Luego ya empieza a relacionarse con Servicios extranjeros. Lo cuento como anécdota: fui a Estados Unidos a la graduación de una hija que estaba estudiando. Yo estaba ya en Praga destinado. Hacíamos el viaje Viena-Madrid-Nueva York-Kansas. Cuando llego al aeropuerto de Viena con mi mujer estaba Manglano y su mujer en la sala VIP. Él venía de Moscú de firmar un acuerdo con el KGB. Y después llegó a presidir instituciones de Inteligencia europeas y a nivel mundial.
–¿En qué consistieron los intentos de sabotaje que sufrió Manglano que usted revela en Alta Traición?
–Hubo dos. El primero fallido. Me tengo que poner una medalla porque yo intervine en desmantelar aquello. Había una persona que tenía muchísimo interés en ser director del CESID. Era una persona que tenía muy buenas relaciones a nivel político, económico e industrial. Y cuando yo salgo del gabinete de Manglano llego a la Unidad donde se estaba fraguando todo eso. Cuando me doy cuenta empieza una investigación y llegamos a desmantelar aquello. Después de eso me paso a Infraestructuras Operativas. Después me voy Praga, estoy cinco años y a la vuelta mando una Unidad de Análisis de Europa y América del Norte. Y ahí es cuando se produce el segundo intento, que fue el que fructificó en 1995. Le acusaron de unas escuchas que llegaron incluso al Rey. Luego de un problema en una sede de Batasuna del País Vasco. Fue una trampa que le tendieron porque dejaron unos cables colgando para que se viera que ahí había algo. Una chapuza hecha a propósito para ser descubierta. Y se lo cargaron a él y dimitieron varios cargos del Gobierno de entonces. Él salió de esa manera y mi afán era de alguna forma reivindicar su figura y su obra.
–Usted confiesa en la novela que le intentaron comprar en dos ocasiones durante el ejercicio de su actividad profesional. ¿Cómo ocurrió?
–Yo estaba investigando un asunto y cuando los perjudicados se dieron cuenta me ofrecieron un dinero importante: 7 millones de pesetas de 1986. Era mucho dinero. Yo tenía una casa en Chiclana que la había vendido. Iba a comprarme otra en el Puerto de Santa María y me faltaba ese dinero. Y ellos fueron tan sensibles a mi necesidad que acudieron para ofrecerme esa ayuda. Yo inicialmente les dije que no podía aceptarla porque tenía ya en el banco prácticamente concedido el préstamo. Y lo intentaron sobornando de otra manera, con puestos importantes. Incluso hubo alguna amenaza de muerte.
–Se cumplen 20 años del asesinato de los ocho agentes del CNI en Irak. Recordar es una manera de no olvidar, ¿no?
–No son las únicas víctimas mortales que hemos tenido. De hecho, he escrito un artículo en este periódico en el que cuento que cuando yo entré en La Casa, que estábamos todavía en Castellana 5, había una sala circular de reuniones donde había varias fotografías de agentes muertos en acto de Servicio. Entonces decía que no solamente los ocho de Irak, que por supuesto, que también otros muchos antes. Hay una característica, si quieres desgraciada, en los Servicios de Inteligencia, que es que nos jugamos la vida y a veces alguno desgraciadamente la pierde. Y no solamente la nuestra, sino también la de nuestra familia en muchas ocasiones. Entonces, eso hay que decirlo de alguna manera porque si no se dice y la sociedad no lo conoce se queda en un limbo y yo por eso lo hago.
–¿Considera que sus novelas contribuyen a que la ciudadanía conozca la importancia del Servicio de Inteligencia español?
–Yo pertenezco a una asociación de antiguos agentes y uno de los objetivos es dar a conocer lo que llamamos la ‘Cultura de Inteligencia’. Yo durante muchos años he estado dando conferencias en toda España en universidades, donde hay una asistencia de 500 o 600 alumnos. Al terminar mis conferencias era un bosque de manos levantadas con preguntas porque la ignorancia es absoluta. Pero no solamente la gente joven: estudiantes universitarios, periodistas… La sociedad en general ignora absolutamente lo que es el Servicio de Inteligencia. Se creían que dependíamos de la CIA y del MI6 y que nosotros como que no teníamos Servicio propio. Estas novelas están dando a conocer a la sociedad. Afortunadamente estamos vendiendo miles y eso llega a todos los ámbitos. Yo recibo constantemente llamadas de gente que ha leído mis novelas y que han descubierto un mundo nuevo. Me alegro muchísimo porque es uno de los objetivos.
–La directora del CNI, Esperanza Casteleiro, ha conseguido que el Centro disponga este año de 337 millones de euros, el mayor presupuesto de su historia. ¿Qué importancia tiene que un Servicio de Inteligencia cuente con una buena dotación económica?
–Yo he hecho operaciones con el Mossad, el MI6, la CIA, con los alemanes, con prácticamente todos los Servicios occidentales. En unas he intervenido directamente, como las que cuento en los libros, y en otras no pero he conocido la operación. En todas ellas se echaba de menos disponibilidad económica y de personal. Nosotros estamos ahora en 3.500 personas cuando en el MI6 hay 15.000. Hay una operación que yo cuento sobre la captación de un piloto libio que hicimos con el Mossad. Bueno, hicimos la operación conjunta pero los que pusieron el dinero y las personas son ellos. Se trajeron a un supuesto comerciante de tabaco del Líbano y le dieron un cheque de 5.000 dólares. Todo eso nosotros no lo podemos hacer, otros sí. Si le damos 5.000 dólares al piloto son 5.000 dólares que no van a otro sitio, que a lo mejor es más necesario. A mí me alegra mucho que se aumente, pero yo, sin conocer ahora mismo las necesidades económicas del Centro, me imagino que todavía es escaso y también es escaso en personal. Cuando yo entré éramos casi 2.000. Me preguntan si trabajan dentro muchas mujeres. Cuando vengo de Checoslovaquia mandé una Unidad de Análisis que eran 15 personas. Tenía un comandante de artillería y 14 mujeres. En esa época había muchas mujeres y sigue habiéndolas.
–El CNI está detrás de la mayoría de las desarticulaciones de las células yihadistas en España.
–Nosotros somos agentes de Información, lo nuestro es la Información y cuando se obtiene la Información se pasa a los cuerpos de seguridad del Estado para que se ejecuten las detenciones o las expulsiones o lo que tengan que hacer. En la Policía y la Guardia Civil también tienen sus Servicios de Información. Efectivamente hay un trabajo importante de captación, de saber cómo se mueven. Muchos de ellos se convierten en lo que llamamos «agente de dormidos», que lo empleaba mucho el KGB. Mandaban agentes a muchos países hispanoamericanos y allí aprendían el idioma. Incluso se casaban y formaban una familia. Y luego venían a España a establecerse. Y era un agente del KGB que había pasado por ese trámite. Los terroristas yihadistas tienen también «agentes dormidos». Gente que se mete en un pueblo de Alicante, por ejemplo. O en una ONG, o en la Cruz Roja a ayudar a los inmigrantes. Y la gente dice: «¡Qué tío más bueno!». Hasta que lo activan y le dicen: «Tienes que colocar un explosivo». Esa persona ha venido a eso, todo lo demás era una pantalla. Detectar esas presencias en un pueblo perdido de cualquier punto de España es muy difícil. Y nosotros sí podemos obtener esa información.
FUENTE: