El diario EL Mundo, publica en su pagina 21, el siguiente articulo del Presidente de AEME.
Putin y el ‘dilema’ de Occidente.
A fecha de hoy, después de haber solicitado Finlandia el ingreso en la OTAN y de la falta de éxitos de las fuerzas militares rusas en la guerra de Ucrania, Rusia se encuentra con la cruda realidad de que no solamente no ha alcanzado ninguno de los objetivos que se había planteado con su invasión, como la toma de Kiev, la ocupación de todo el Donbás o el corredor terrestre entre Donbás y Crimea donde aún resiste Mariupol, sino que además algunos países neutrales como Finlandia y, posiblemente también, Suecia quieren entrar en la OTAN. Solo ha conseguido, en palabras de Volodimir Zelenski, que Ucrania, con mucha probabilidad, no ingrese en la OTAN. De hecho, un informe encargado por el Parlamento sueco para valorar la posible entrada del país nórdico en la OTAN ha concluido que esta adhesión reducirá el riesgo de sufrir un ataque ruso, lo que a priori allana el camino para que el Gobierno de Magdalena Andersson presente una solicitud formal.
En el actual panorama de seguridad internacional el dominio del istmo Mar Báltico-Mar Negro, donde se haya enclavada Ucrania, cuyos dos sujetos estratégicos principales son la Unión Europea, por un lado, y Rusia, por otro, será uno de los factores más importantes que configurará el establecimiento de un nuevo orden mundial, que caracterizará el transcurso del siglo XXI y cuyos actores principales marcarán las reglas y normas de dicho orden, de la misma forma que Estados Unidos ha sido el actor que instituyó las coordenadas del orden mundial del pasado siglo XX.
Esta situación geopolítica devuelve a la vida aquel viejo concepto de los años 20 del siglo pasado, el llamado Intermarium (en latín) o Miedzymorze (en polaco), la región «entre mares», entre los mares Báltico y Negro en concreto, aunque en algún momento también se incluyó al Adriático, lo que significaba entonces reconocer a la región existente entre tres mares, no dos. Muchos de los países que estaban implicados en Intermarium hace un siglo también están involucrados en la situación actual. Esta iniciativa ya se ha tratado varias veces en estos primeros años del siglo XXI. En efecto, la federación propuesta por el polaco, Jozef Pilsudski, de Intermarium, en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, pretendía emular la Commonwealth polaco-lituana desde el Báltico al Mar Negro –incluida Ucrania– que, desde finales del XVI hasta finales del XVIII, había unido al Reino de Polonia con el gran Ducado de Letonia. En realidad, el verdadero objetivo de Pilsudski era el desmembramiento del imperio ruso junto al abandono de sus adquisiciones territoriales.
Pilsudski, vislumbró la federación de Intermarium como un contrapeso no solo al imperialismo ruso sino también al alemán. El plan del líder polaco se enfrentó a todos los países afectados desde Rusia a Lituania pasando por Ucrania, los bielorrusos y los propios polacos. Dos décadas después del fracaso del plan de Pilsudski, todos los países que había previsto como integrantes de la federación habían caído en manos de la Unión Soviética o de la Alemania nazi.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial es la primera vez que aparece en una guerra la amenaza nuclear, además repetida en varias ocasiones, como han sido el lanzamiento de misiles intercontinentales desde Bielorrusia, bajo la presencia del presidente ruso, Vladimir Putin, y del presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, unos días antes de empezar la guerra en Ucrania; la alerta de las armas nucleares de Putin, el 27 de febrero; el despliegue de armas nucleares en el mar Báltico en caso de que Suecia y Finlandia ingresaran en la OTAN, el 14 de abril; el lanzamiento del misil intercontinental RS-28 SAMART, el 20 de abril; las declaraciones del ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, de que existía una gravedad real de una tercera guerra mundial con implicaciones nucleares, el 23 de abril; o las declaraciones de Dimitri Medvedev, actualmente el número dos del Consejo de Seguridad Nacional de Rusia, manifestando en su cuenta de Telegram que «un conflicto así siempre entraña el riesgo de convertirse en una guerra nuclear en toda regla».
Esta repetición de la amenaza nuclear hecha por diferentes altos cargos del gobierno ruso, incluido su presidente Putin, a lo largo del desarrollo de la guerra, obliga a plantearnos la cuestión de la posibilidad de que Rusia pueda emplear el arma nuclear. Ya no es un tema personal de Putin, sino que, por lógica, y tal como se han difundido las alusiones a la amenaza nuclear, parece que es un asunto de todo el gobierno de Rusia, no solo de su presidente. Por ello, la amenaza tiene mayor credibilidad.
Un siglo después de la iniciativa de Intermarium, los países que componían dicha iniciativa siguen buscando su encaje en el sistema internacional estatal de las naciones, particularmente Ucrania. Este país, considerado como el pivote geopolítico euroasiático por Zbigniew Brzezinski, está sufriendo una guerra sangrienta y cruel frente a otro, Rusia, que quiere negarle su identidad como país soberano, como pueblo y como nación.
No hay duda de que la política rusa con respecto a Ucrania y otros países de su extranjero cercano siempre ha seguido la doctrina geopolítica del espacio vital de Friedrich Ratzel, de connotaciones nazistas, a través del prisma de sus propios intereses expansionistas. En este siglo, son claros ejemplos de estas operaciones de espacio vital de Moscú su intervención en la guerra de Georgia, con el objetivo de declarar independientes a las regiones de Abjasia y Osetia del Sur, la anexión de Crimea a Rusia y la declaración como repúblicas independientes a las regiones ucranianas prorrusas de Lugansk y de Donetsk.
Algunas fuentes occidentales mencionan que Putin también contempla el objetivo de llegar a la región moldava de Transnistria donde ya tiene un contingente militar de algo más de 1.500 efectivos, al objeto de controlar toda la costa del Mar Negro de Ucrania, incluida la toma de Odesa, no parece muy probable sin una movilización total de sus fuerzas para lo cual necesita declarar el estado de guerra. También es verdad que la declaración de guerra traerá a miles de soldados a la lucha que, a pesar de que no se encuentren bien entrenados y no tengan experiencia de combate, incrementará sensiblemente la masa de maniobra de Rusia.
Entendiendo que declaración de guerra no le conviene a Putin por los problemas internos de tensiones sociales que puede producir, especialmente entre las madres rusas que increparán al presidente por la muerte de sus hijos, lo que es cierto es que la posibilidad de sostener la amenaza nuclear por parte de Rusia depende de que Occidente crea capaz a Putin y a su gobierno de utilizar el arma nuclear.
LAS PREVISIONESde la inteligencia occidental contemplan una escalada del presidente ruso en la medida que vea perdida la guerra y en peligro su régimen, aunque hay muchas cosas que Putin puede realizar en el contexto de una escalada antes del empleo de armas nucleares, ya sea una movilización parcial o ya sea el empleo de mercenarios, entre otras opciones. De hecho, existe un peligroso componente de imprevisibilidad e irracionalidad conforme Putin perciba que la guerra se le escapa de las manos y que su régimen se derrumbe.
Por otra parte, no parece haber duda de que el apoyo occidental a Ucrania con equipos militares occidentales cada vez más sofisticados influye poderosamente en la guerra que los ucranianos están dispuestos a continuar aún a costa de grandes sacrificios, pero la gran cuestión es si está dispuesto Occidente a apostar por una victoria de las fuerzas ucranianas sobre las fuerzas rusas, sabiendo que Rusia puede responder con el arma nuclear.
La guerra será larga y de desgaste. Un poder nuclear no puede perder una guerra –tampoco la puede perder Occidente– y el gran dilema de Occidente, línea roja, consiste en seguir apoyando a Ucrania, pero siempre dejando a Rusia una salida para evitar que se sienta acorralada y emplee el arma nuclear. Definir ese límite de apoyo es la clave. En concreto, se necesita una ingeniería estratégica acompañada por una prudente diplomacia.
Jesús R. Argumosa Pila es general de División en la reserva y ha sido jefe de la Escuela de Altos Estudios de la Defensa.
Presidente de la Asociación Española de Militares Escritores
Fuente: