Documento sobre geopolítica, muy actual, sobre el enfrentamiento Este-Oeste, publicado por el EIIE, cuya catedra de geo-estrategia dirige el Presidente de AEME, general Argumosa Pila.
Global Policy Perspective Report
Published by Chair for Strategic Studies at the European Institute of
International Studies Press Salamanca-Stockholm
31 de diciembre de 202
GD (R) Jesús Rafael Argumosa Pila
INDICE
Introducción …………………………………………………. 3
Antecedentes cercanos ………………………………………. 4
Las propuestas de seguridad de Rusia del 17 de diciembre…….. 7
Respuestas iniciales de Occidente …………………………………… 8
Elementos clave a tener en cuenta ………………………. 8
Análisis geopolítico ………………………………………….…….. 11
A modo de conclusiones……………………………………..…… 14
Referencias ………………………………………………………..… 18
VIENTOS DE GUERRA EN INTERMARIUM
Introducción
En el actual panorama de seguridad internacional el gran dilema geopolítico del
dominio del istmo Mar Báltico-Mar Negro, cuyos dos sujetos estratégicos principales
son la Unión Europea, por un lado, y Rusia, por otro, será uno de los factores más
importantes que configurará el establecimiento de un nuevo orden mundial que
caracterizará el transcurso del siglo XXI y cuyos actores principales marcarán las
reglas y normas de dicho orden, de la misma forma que Estados Unidos ha sido el
actor que instituyó las coordenadas del orden mundial del pasado siglo XX.
Esta situación geopolítica devuelve a la vida aquel viejo concepto de los años 20 del
siglo pasado, el llamado Intermarium1 (en latín) o Miedzymorze (en polaco), la región “entre mares”, entre los mares Báltico y Negro en concreto, aunque en algún momento también se incluyó al Adriático lo que significaba entonces reconocer a la región existente entre tres mares, no dos. Muchos de los países que estaban implicados en Intermarium hace un siglo también están involucrados en la situación actual. Esta iniciativa ya se ha tratado varias veces en estos primeros años del siglo XXI.
En efecto, la federación propuesta por el líder polaco, Jozef Pilsudski, de Intermarium, en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, pretendía emular la Commonwealth polaco-lituana desde el Mar Báltico al Mar Negro que, desde finales del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII, había unido al Reino de Polonia con el gran Ducado de Letonia. En realidad, el verdadero objetivo de Pilsudski era el desmembramiento del imperio ruso junto al abandono de sus adquisiciones territoriales.
Los tres (3) proyectos de Intermarium contemplados en los años 20 del siglo XX
Pilsudski, vislumbró la federación de Intermarium como un contrapeso no solo al
imperialismo ruso sino también al alemán. El plan del líder polaco se enfrentó a todos los países afectados desde Rusia a Lituania pasando por Ucrania, los bielorrusos y los propios polacos. Dos décadas después del fracaso del plan de Pilsudski, todos los países que había previsto como integrantes de la federación habían caído en manos de la Unión Soviética o de la Alemania nazi.
Hoy en día, el Intermarium constituye el disputado borde territorial que se extiende
desde el mar Báltico al mar Negro que, en los años 20 del siglo XX, señalaba la zona
de conflicto entre Alemania y Rusia y que, actualmente, representa la zona de colisión entre Estados Unidos y Rusia (2)
Otros dos actores fundamentales en este enfrentamiento por el dominio geopolítico del Intermarium lo constituyen la Unión Europea y la OTAN ya que ambos defienden la postura de Estados Unidos que es, en definitiva, la posición de Occidente.
A nivel internacional, existe otro dilema geopolítico en el Este de Asia, en concreto en el Mar de China Meridional donde, por un lado, se halla la política agresiva de China en esta región para apropiarse de la soberanía de dicho mar en contra de los legítimos derechos de los demás estados ribereños e incluso por estar militarizando islotes, arrecifes y atolones con la intención de reclamar aguas territoriales violando el derecho internacional.
Por otro lado, está el caso de Taiwan, donde China ha estado presionando a las
autoridades de Taipei con diferentes medidas entre las que se encuentran ejercicios
militares con intervención de aviones de combate frente a la costa suroeste de la isla, a principios del pasado mes de octubre, en una campaña de cuatro días en que se efectuaron cerca de 150 vuelos. Aunque todos estuvieron en el espacio aéreo
internacional, la exhibición elevó el temor a que cualquier paso en falso pudiera
provocar una escalada de tensiones involuntaria en la región.
A nadie se le escapa que estos dos grandes dilemas geopolíticos encierran un clima
prebélico en el que aparece una ventaja de la asociación euroasiática entre China y
Rusia en el caso de que ambos países pudieran coordinar acciones agresivas en
ambos teatros de forma simultánea lo que llevaría a Estados Unidos a tener que
actuar al mismo tiempo en las dos regiones frente a dos potenciales adversarios.
Antecedentes cercanos
Desde el principio de este pasado otoño de 2021, la mayor parte de los medios de
comunicación han tratado la actual crisis euro-rusa, cuyo inicio lo podemos enmarcar en la anexión ilegal de Crimea, por parte de Rusia, en la primavera del año 2014, aunque las primeras fricciones ya se produjeron en la guerra de Georgia del año 2008, cuando Rusia consiguió que las dos regiones de Georgia, Abjasia y Osetia del Sur, proclamaran su independencia como Estados, aunque no fueran reconocidas como estados independientes por parte de Naciones Unidas.
Pero ha sido a partir del pasado 1º de diciembre cuando las posturas de los distintos
actores se han destacado por su actitud desafiante y prebélica. Por esas fechas, el
despliegue de 114.000 efectivos militares rusos cerca de la frontera de Ucrania –
según los servicios de espionaje estadounidenses – despertó las alarmas en las
capitales aliadas en tanto que Moscú acusaba a Occidente de tener planes para
instalar en territorio ucraniano armas de ataque que ponían en peligro la seguridad de Rusia.
Mientras el secretario de Estado estadounidense. Antony Blinken, advertía un día
antes de que una agresión rusa contra Ucrania tendría graves consecuencias políticas y económicas, el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, avisaba de que Moscú pagaría un “alto precio” si atacaba Kiev además de pedir transparencia sobre las maniobras rusas y aseguró que la OTAN podría reforzar rápidamente sus fuerzas en la zona, pero sin mencionar represalias militares.
A mayor abundamiento, las alarmantes noticias procedentes de Ucrania, en aquellos días, cuyo presidente Volodimir Zlenski, declaraba un supuesto golpe de Estado para derrocarle con apoyo de elementos rusos, resucitaron el fantasma de la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014. En este asunto la pregunta que aparecía en el entono aliado era ¿cómo se podía impedir que Rusia repita la aventura de anexión sabiendo que Ucrania no forma parte de la OTAN y no está al amparo de su paraguas defensivo?
Por otro lado, este escenario de declaraciones enfrentadas se sitúa después de la
crisis provocada por el presidente de Bielorrusia, Aleksander Lukashenko, al empujar a miles de refugiados sirios, afganos, iraquíes o yemeníes contra las fronteras de Polonia y Lituania. Según el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, ambos hechos, el supuesto golpe y el traslado de inmigrantes y refugiados están relacionados y su verdadero impulsor y director es el presidente ruso, Vladimir Putin. Lukashenko aumentó de intensidad de la ya grave crisis cuando aseguró que quería ofrecer Moscú volver a desplegar armas nucleares en Bielorrusia si la OTAN lo hacía en Polonia.
Unos días después, en Estocolmo, en la reunión de ministros de exteriores de la
Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), Blinken acusó a
Moscú de incumplir los acuerdos de paz de Minsk, de 2015, que establecían un alto el fuego en Ucrania al mismo tiempo que exigía el libre acceso de los observadores de la OSCE a las zonas de conflicto.
También declaró Blinken: “afirmamos tajantemente que Ucrania de ninguna manera representa una amenaza para Rusia o busca un enfrentamiento que justifique una intervención militar. La única amenaza que hay sobre la mesa es la renovada agresión rusa contra Ucrania”.
Por su parte, el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, anunció que su país
presentaría próximamente propuestas para un nuevo “pacto de seguridad en Europa” que evitaría la expansión de la OTAN hacia el Este y pondría fin a la actual situación de crisis. Lavrov vinculó “el regreso al escenario de un enfrentamiento militar” al propósito de la OTAN de acercar sus infraestructuras a las fronteras de Rusia.
En este ambiente caldeado, el 7 de diciembre de este año, se celebró una video
conferencia entre el presidente estadounidense, Joe Biden, y el presidente ruso,
Vladimir Putin. De acuerdo con la versión estadounidense, el líder estadounidense
expresó a Putin su honda preocupación por su actitud en esta crisis y reclamó una
inmediata desescalada y una vuelta a la diplomacia. Reiteró su apoyo a la soberanía y a la integridad territorial de Ucrania. Descartada la idea de enviar soldados a la
frontera, Biden advirtió de fuertes sanciones económicas, junto a sus aliados, para el
caso de que Moscú aumentara su presión sobre Ucrania.
En la versión rusa, y con independencia de que se habló de la implementación de los
acuerdos de Minsk, Putin recalcó a Biden que Rusia está interesada en obtener la
garantía de que la OTAN no se expandirá hacia el Este ni desplegara armas en sus
países vecinos, y también destacó la importancia de la implementación del Plan de
Acción Conjunto original sobre el programa nuclear iraní. Según el Kremlin, ambos
mandatarios han compartido que su diálogo debe continuar teniendo en cuenta su
especial responsabilidad para mantener la seguridad y estabilidad mundial.
Por otra parte, Rusia ha vuelto a poner sobre la mesa su propuesta de que EEUU se
sume a la moratoria unilateral de Moscú al emplazamiento de misiles de alcance
medio en Europa y de que se establezcan medidas de verificación (3)
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, manifestó que no es creíble la moratoria que propone Rusia porque Moscú ha desplegado este tipo de armamento en el continente “desde hace muchos años”. También señaló Stoltenberg que el Kremlin ha violado el tratado de misiles de alcance medio (INF) del que se salieron tanto EEUU como Rusia en 2019 entre acusaciones mutuas de incumplimiento del mismo.
Washington cree que Putin prepara para principios de 2022 una operación militar con 175.000 efectivos militares, extremo que Putin niega. Rusia, por su parte, exige
garantías de que Kiev no entre en la OTAN y de que Ucrania no va a lanzar una
ofensiva para recuperar el territorio en disputa desde 2014 por su enfrentamiento en el Donbás con los separatistas prorrusos.
Las propuestas de seguridad de Rusia del 17 de diciembre
Después de una serie de declaraciones y posturas de diferentes lideres y autoridades
de ambas partes, es decir, por parte de Occidente y de Rusia, a lo largo de la primera
quincena de diciembre, aparte de las ya mencionadas, entre las que sobresalen las
efectuadas por el presidente ruso sobre su tesis de que rusos y ucranianos son un
solo pueblo y de que Ucrania es un Estado fallido gobernado por personas que lo
están convirtiendo en antirruso, la postura oficial del sistema de seguridad europea
que plantea Moscú se publicó en dos documentos.
En efecto, el pasado 17 de diciembre, el Ministerio de Exteriores ruso difundió en su
cuenta de Facebook dos propuestas de acuerdos de seguridad, una de ellas destinada a Estados Unidos y la otra a la OTAN (4)
Ambos documentos fueron entregados dos días antes, el 15 de diciembre, a la Subsecretaria de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos de EEUU, Karen Donfried, y enviados al día siguiente a la OTAN. Lo primero que sorprende con estas propuestas es que entre sus destinatarios no se encuentre la Unión Europea como actor clave en la arquitectura de seguridad en el teatro del Intermarium.
Dos de las razones principales de esta actitud de Rusia se sitúan, por un lado, en la
permanente política exterior rusa de querer ningunear y debilitar a la Unión Europea, ignorándola en todo momento e intentando romper su unidad aprovechando la diferencia de opiniones que existen en su seno en algunos temas. Por otro, en su concepción geoestratégica, Rusia considera a la UE como un poder blando que no tiene ni voluntad ni capacidad para adoptar una postura firme y sólida en una posible confrontación con cualquier adversario. En román paladino, no la considera con el suficiente “peso” para ser actor estratégico mundial.
Lo más relevante de las dos propuestas se expone a continuación:
– En la dirigida a Estados Unidos tratando el asunto de garantías de seguridad
estipula que EEUU debe asumir la obligación de excluir cualquier ampliación
de la OTAN – Rusia lo llama expansión – hacia el Este, negando la membresía
a cualquier Estado que hubiera estado integrado en el pasado en la Unión
Soviética; no utilizar bombarderos pesados ni buques de guerra fuera del
espacio aéreo y las aguas territoriales nacionales e internacionales; no
desplegar tropas y armamento en zonas donde esto sería percibido como una
amenaza; no desplegar misiles terrestres de corto o medio alcance o no
capacitar al personal militar ni a civiles no poseedores de armas nucleares en
el uso de ellas.
– En la propuesta que se dirige a la OTAN para reforzar la seguridad de la
Federación Rusa y los Estados miembros de la OTAN, las autoridades rusas ,
por un lado, exigen a la OTAN que retire las promesas hechas en abril de
2008, en la cumbre de Bucarest, a Ucrania y Georgia de que serían admitidas
en la Alianza Atlántica y, por otro, reclaman que la Alianza retire todas las
tropas y todo el equipo militar que fueron desplegados en territorios de los
países europeos que se adhirieron a la organización después de mayo 1997.
El 27 de mayo de 1997, se firmó en París el Acta Fundacional sobre Relaciones
Mutuas, Cooperación y Seguridad en la que se establecieron las bases para el
desarrollo de las relaciones entre la OTAN y Rusia. En su marco se estableció el
Consejo Permanente Conjunto para realizar consultas y establecer iniciativas de
cooperación. La propuesta dirigida a la OTAN dejaría fuera a todos los Estados de Europa del Este, antiguos miembros del Pacto de Varsovia, que se integraron en la Alianza Atlántica en sucesivas oleadas a partir de 1999 y que son Bulgaria, Chequia, Eslovaquia, Hungría, Polonia, Rumanía y las tres repúblicas bálticas: Estonia, Letonia y Lituania. De hecho, concedería a Rusia derecho de veto sobre los movimientos de tropas dentro del territorio aliado.
Respuestas iniciales de Occidente
En una primera respuesta, el pasado 16 de diciembre, el secretario general de la
OTAN rechazó la petición de Rusia de excluir la posibilidad de que Ucrania se adhiera a la alianza y denunció las acciones de Moscú. Tras reunirse con el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, en Bruselas, manifestó que las adhesiones solo competen al país aspirante y a los 30 miembros de la alianza militar. “No comprometeremos el derecho de Ucrania de elegir su propio camino. No vamos a comprometer el derecho de la Alianza de proteger y defender a todos los aliados de la OTAN”, añadió Stoltenberg.
Unos días más tarde, las autoridades estadounidenses señalaron que vieron las
propuestas de Moscú y las tratarán con sus socios europeos antes de entregar
ninguna respuesta. También plantearon que algunas de las condiciones planteadas
por la parte rusa eran inasumibles. Por otro lado, la ministra de Defensa de Alemania,
Christine Lambrecht, señaló que los miembros de la OTAN abordarán las propuestas de Rusia, al mismo tiempo que hizo hincapié en que la organización no permitirá que Moscú le “dicte” su postura.
Por último, mientras Jens Stoltenberg afirmaba el 28 de diciembre que había pedido celebrar un Consejo OTAN-Rusia el 12 de enero, el día siguiente, Joe Biden
manifestaba que no descartaba reunirse con Vladimir Putin a principios de enero, en Ginebra, en el marco de las conversaciones que EEUU y Rusia mantenían sobre
Ucrania (5)
Elementos clave a tener en cuenta
Partiendo de la base de que en estas negociaciones y enfrentamiento en la región de
Intermarium el centro de gravedad está en el futuro de Ucrania que, como ya se ha
dicho, es el pivote geopolítico euroasiático, otros elementos importantes, además de
las relaciones y conversaciones entre EEUU y Rusia, entre la OTAN y Rusia y entre la UE y Rusia, lo constituyen el gasoducto Nord Stream 2, la situación en el Cáucaso, el escenario del mar de Azov o el futuro de Moldavia.
Al tratar el tema de Ucrania, es verdad que este país ha tenido un papel muy
importante en la posición de seguridad estratégica rusa hacia Europa como zona
amortiguadora, ya sea como imperio ruso o soviético, debido a su posición
geoestratégica, a su tamaño y a su población y que la historia de Kiev como la cuna
del Estado ruso y los lazos culturales, religiosos y lingüísticos entre el pueblo ruso y el ucraniano han sido muy estrechos y profundos.
Pero también es cierto que, independientemente de los millones de ucranianos que
murieron de hambre en los años 30 del siglo pasado, durante la dictadura de Stalin – el Holodomor como se conoce esa tragedia -, a partir de la anexión rusa de Crimea en el año 2014 y el apoyo político y militar de Moscú a los separatistas prorrusos de la región de Donbás, en Ucrania ha aparecido una nueva identidad nacional que se
inclina nítidamente hacia Occidente.
La intención de Ucrania de unirse a la OTAN está recogida en su Constitución y son
cada vez más los ciudadanos que lo apoyan. Hoy el 75% de la ciudadanía ucraniana
ve su futuro ligado a la Unión Europea al mismo tiempo que vislumbran un referente de prosperidad económica y democracia funcional según las encuestas.
Por eso, cuando Putin habla de la imperiosa necesidad de que Ucrania debe estar
bajo su férula en virtud de la historia o la tradición hay que situar el conflicto en su
cruda realidad. En este momento Rusia ha concedido alrededor de un millón de
pasaportes a la población de las autodenominadas repúblicas prorrusas de Donetsk y de Lugansk, que integran la región de Donbás, medida con intenciones claras de
romper el Estado ucraniano.
Los Acuerdos de Minsk II fueron firmados en 2015 por Moscú, Kiev y la OSCE, con la mediación de Alemania y Francia. En esencia, se pretende que Ucrania realice una reforma constitucional para conceder más autonomía a la región de Donbás a cambio de recuperar el control de la frontera de Donbás con Rusia que supondría la plena soberanía de Ucrania sobre esta región. Pero nada se ha cumplido durante estos seis años.
Se han detectado movimientos de tropas que recuerdan la actitud rusa previa a la
crisis de Crimea en 2014. El Kremlin ha estado desplazando tropas hacia el oeste
desde la pasada primavera a la frontera con Ucrania en una cantidad entre los 70.000 efectivos militares que calcula Washington y los 94.000 de Kiev, acompañados de una campaña de desinformación en las redes sociales.
A esta situación es preciso añadir lo que ocurrió en la guerra de Georgia en el año
2008 cuando Rusia invadió este país del Cáucaso, logró que dos regiones georgianas, Abjasia y Osetia del Sur se autoproclamaran Republicas independientes y desplegó en ellas unos 13.000 soldados en bases militares permanentes. Sin duda, ambas operaciones, la de Crimea y la de Georgia constituyen una seria advertencia funesta para Kiev.
Cuando se trata de la solicitud del Kremlin de que Ucrania no se adhiera a la OTAN
aduciendo que en 1990 el entonces presidente estadounidense, George H. W. Bush
junto a los líderes de Alemania, Francia y Reino Unido prometieron al mandatario de la URSS, Mijaíl Gorbachov, que la OTAN no se ampliaría hacia el Este y que dicho compromiso no se documentó en ningún acuerdo firmado, no es difícil imaginar que este compromiso nunca existió y que, por lo tanto, constituye una fake news, como las que habitualmente nos tiene acostumbrados Rusia.
La puesta en funcionamiento del gasoducto Nord Stream 2, polémica infraestructura germano-rusa construida para bombear gas ruso a través del mar Báltico hacia Alemania directamente sin pasar por Ucrania y Polonia, y de ahí al resto de Europa, puede convertirse en elemento clave de presión sobre Rusia para que frene el acoso desestabilizador y desintegrador a Ucrania.
El nuevo gobierno alemán tiene una postura con Moscú más firme que el anterior
respecto al gasoducto (6)
Para Alemania el respeto a las fronteras es algo
“incuestionable”, en relación con la presencia de tropas rusas en la frontera con
Ucrania y con los informes de los servicios de espionaje occidentales sobre una
posible invasión. También es partidaria de “consecuencias” aunque sin especificar
cuáles.
Más claro ha sido Biden ya que al final de la primera decena de diciembre amenazó a Putin con fuertes sanciones económicas y con la paralización del Nord Stream 2. Por otra parte, según informaciones estadounidenses Estados Unidos y Alemania han acordado cancelar el gasoducto si se produce la invasión. De hecho, la actual ministra de Exteriores germana, Annalena Baerbock, ha declarado que “el Nord Stream 2 no cumple con los requisitos de la ley energética europea y todavía quedan por resolver problemas de seguridad”. En la situación actual no puede ser aprobado, añadió. Estados Unidos y Alemania acordaron poner fin a la disputa que mantenían a costa del gasoducto el verano pasado. Biden dio un giro a la política de sus dos predecesores opuestos a que Rusia aumentara su influencia energética sobre el continente europeo.
El gobierno estadounidense rechazó imponer sanciones a cambio del compromiso
alemán de cerrar el suministro si Rusia empleaba la energía como arma.
El gasoducto tiene una capacidad para suministrar 50.000 millones de metros cúbicos de gas a Europa cada año. Se acabó el pasado mes de septiembre. La idea de
Alemania era disponer de esa entrada de hidrocarburo para usarla como energía de
transición. Su pretensión es asegurar el suministro de la industria mientras mejoran las capacidades de las renovables hasta conseguir la neutralidad energética en 2045.
Actualmente, el 41% del gas natural que consume la UE se importa por gasoducto
desde Rusia.
En relación con el Cáucaso, la política exterior de Georgia sigue reclamando adherirse a la Unión Europea y entrar en la OTAN en tanto que las autodenominadas repúblicas de Osetia del Sur y Abjasia, al no ser reconocidas como estados independientes por Naciones Unidas, sobreviven gracias a la ayuda económica y militar rusa. Como se ha mencionado más arriba, Rusia sigue manteniendo contingentes militares a los que llama “pacificadores” en ambas regiones. Georgia los considera “territorios ocupados”.
La mayoría de los georgianos piensan que la preocupación de Rusia por la posibilidad de que la OTAN instale bases militares en Georgia es fruto del imperialismo visceral de los rusos que desde hace dos siglos hacen todo lo posible por impedir a Georgia acceder a la independencia sin olvidar que la ocupación rusa empezó en 1800.
En Armenia, después de la guerra de Nagorno-Karabaj librada hace algo más de un
año entre dicho país y Azerbaiyán – en la que ganó este último país con ayuda de
Turquía -, Rusia actuó como mediador y puso fin a las hostilidades logrando que se
llegara a un acuerdo entre los dos países al mismo tiempo que se desplegaron en el
enclave, reconocido internacionalmente como parte de Azerbaiyán, los llamados
pacificadores rusos – sobre 1960 militares – que están patrullando por dicho enclave.(6). Consecuencias gaseoducto: Alemania advierte de ‘severas consecuencias’ para
gasoducto ruso-alemán si Rusia invade Ucrania (tvn-2.com)
En cuanto al mar de Azov, la situación sigue siendo muy complicada desde el año
2018 cuando barcos rusos abrieron fuego contra otros ucranianos que, procedentes
del Mar Negro, trataban de pasar por el estrecho de Kerch – en el que Rusia finalizó la construcción de un puente en dicho año – para entrar en el mar de Azov con sus
tripulaciones, hiriendo a algunos de ellos.
Desde entonces Rusia controla totalmente el paso por el estrecho de Kerch, aparte de que Moscú actúa en dicho mar como si fuera de su total propiedad, causando graves problemas económicos a Ucrania y a los países que tienen intereses comerciales en la zona. La navegación se ve muy restringida y la férrea vigilancia que Rusia mantiene sobre el puente la hace dominar prácticamente todo el transporte comercial que se mueve en dicho mar.
Al tratar de la situación de Moldavia, cuya primera ministra. Natalia Gavrilita, apuesta por Occidente y hace equilibrios entre Rusia y la Unión Europea firmando acuerdos de suministro de gas con Moscú al mismo tiempo que realiza reformas contra la corrupción y el sistema de justicia, es preciso señalar que en la región prorrusa del Transdniéster, reconocida como parte de Moldavia por la comunidad internacional y que se autoproclamó independiente en 1990, Rusia mantiene un contingente de tropas.
Análisis geopolítico
Una de las razones por la que Moscú haya elevado el tono de sus exigencias pueden
deberse a la frustración rusa ante la falta de avances en el conflicto de Ucrania y la
percepción de Moscú de que Washington, concentrado en la tensión existente entre
China y Taiwán, es ahora más propicio a hacer concesiones.
Los objetivos principales de Putin, en general, se pueden esquematizar en conseguir
que Ucrania sea un Estado fallido; mantener la influencia y control ruso sobre la región del Donbás y su población; consolidar la anexión de Crimea, y debilitar y dividir a la Unión Europea.
En realidad, Vladimir Putin quiere volver al “statu quo” de la Guerra Fría cuando Moscú actuaba como capital de una gran potencia y mantenía bajo su influencia Europa del Este y Asia Central. Como se ha dicho anteriormente, Rusia hizo públicas el pasado viernes día 17 sus propuestas para un nuevo y amplio acuerdo de seguridad en Intermarium con la OTAN y Estados Unidos, ninguneando a Europa.
Las demandas van más allá de los intereses del Kremlin por mantener a Ucrania bajo su esfera de influencia y fuera de la expansión de la OTAN, que constituyen líneas rojas señaladas por Putin. Si se aceptaran sus propuestas, no solo supondría
replantear los principios de la arquitectura de seguridad construida en Europa desde la Guerra Fría, sino también proporcionar a Putin un protagonismo regional e
internacional como gran potencia que no le corresponde actualmente.
El conflicto del Este de Ucrania entre las tropas de Kiev y los separatistas prorrusos
apoyados política y militarmente por el Kremlin va a cumplir ocho años. Los acuerdos de paz de Minsk II, en el año 2015, no se han cumplido, fundamentalmente, porque a Rusia no le ha interesado ya que perdería gran parte de su influencia sobre Ucrania.
La última guerra de Europa no ha cesado y hay muchos actores que continúan
alimentándola por intereses espurios, se ha estado cociendo a fuego lento sin que
nadie intentara pararla. La región del Donbás actualmente es un polvorín que solo
requiere una chispa para derivar en nuevas hostilidades.
Cuando se trata de la solicitud del Kremlin de que Ucrania no se adhiera a la OTAN
aduciendo que en 1990 el entonces presidente estadounidense, George H. W. Bush
junto a los líderes de Alemania, Francia y Reino Unido prometieron al mandatario de la URSS, Mijaíl Gorbachov, que la OTAN no se ampliaría hacia el Este y que dicho compromiso no se documentó en ningún acuerdo firmado, no es difícil imaginar que este compromiso nunca existió y que, por lo tanto, constituye una fake news, como las que habitualmente nos tiene acostumbrados Rusia.
En la firma del Memorándum de Budapest, en al año 1994, bajo el que Ucrania
abandonaba las armas nucleares desplegadas en su territorio a cambio de que
Estados Unidos, el Reino Unido y Rusia les garantizara su seguridad, las autoridades ucranianas quedaron satisfechas con este compromiso. Lógicamente, en la actual situación de inestabilidad existente en el este de su territorio, Ucrania reclama aquellos compromisos de Dudapest.
Pero el pensamiento del Kremlin ahora ha cambiado en respuesta a una nueva visión de futuro que considera intolerable la situación actual. Teme que una Ucrania
orientada hacia Occidente abandone su papel histórico de amortiguador entre Rusia y Occidente, y en su lugar acoja la potencia de fuego estadounidense a poca distancia de Moscú. Ya el 1 de diciembre, Putin aprovechó un discurso para exigir que la OTAN se comprometa a no estacionar tropas ni misiles en Ukrania, promesa que la OTAN no estará dispuesta a dar.
También puede ser que este nuevo pacto que propone Rusia sea debido, entre otras
cosas, al hecho de que el país de los zares está perdiendo influencia en Ucrania al
mismo tiempo que ésta se está orientando claramente hacia Occidente. Esta
tendencia de Kiev indica la pérdida de la gran baza que supone el territorio ucraniano como pivote geopolítico euroasiático y clave para el equilibrio estratégico continental.
Sin duda, Ucrania en el bloque occidental debilita el poder geopolítico ruso.
De acuerdo con la doctrina de Brzezinski (7), , los pivotes geopolíticos son Estados cuya importancia se deriva no de su poder y de sus motivaciones sino más bien de su situación geográfica sensible y de las consecuencias que su condición de potencial vulnerabilidad provoca en el comportamiento de los jugadores geoestratégicos. En este caso, los jugadores estratégicos son Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia.
Proteger a Ucrania como pivote geopolítico es un aspecto esencial para la
geoestratégica global estadounidense y europea.
Por otra parte, el gran objetivo de Putin en estos momentos consiste en tratar de
disuadir tanto a Ucrania como a Occidente de cualquier operación estratégica dirigida a recuperar los territorios ucranianos que han sido “ocupados” por Rusia. Es decir, la anexión ilegitima de Crimea o el apoyo político y militar a los separatistas ucranianos de la región de Donbás donde se hallan las dos autoproclamadas repúblicas autónomas de Donestz y de Lugansk.
Es cierto que los Acuerdos Minsk II, de febrero de 2015, garantizan a Rusia ejercer su influencia sobre Ucrania mientras se mantengan las negociaciones sin llegar a ningún resultado final ya que así puede continuar con su apoyo político y militar a los separatistas ucranianos del Donbás, pero también es verdad que una vez llegado a un acuerdo entre los diferentes actores, la situación geopolítica debiera quedar aclarada especialmente la consideración ya citada de Ucrania como pivote geopolítico favorable a Occidente de acuerdo con lo que piensa actualmente la mayoría de la su población.
No hay duda de que Ucrania como pivote geopolítico puede actuar como un espacio
defensivo para un Estado, como puede ser Rusia, o incluso para una región. De
hecho, así ha sido considerado por Rusia, siempre obsesionada por su seguridad al
haber sido invadida tanto por el este, por los mongoles, como por el oeste por
Napoleón y Hitler. También se puede afirmar que la propia existencia de un pivote
geopolítico tiene consecuencias políticas, sociales y culturales muy significativas para un jugador estratégico vecino más activo.
No hay que olvidar que Putin mantuvo una videoconferencia con el presidente chino, Xi Jinping, en la que los dos grandes rivales de Estados Unidos mostraron la buena marcha de la asociación euroasiática caracterizada por una estrecha coordinación entre ambos países en la arena internacional. De esta forma, Putin pretende decirle a la comunidad internacional, y especialmente a EEUU y a la OTAN, que es una gran potencia que se relaciona de tu a tú con los grandes poderes estratégicos mundiales capaces de diseñar el orden internacional.
Esta videoconferencia con Xi Jinping se hizo una semana después de su
videoconferencia con Biden y dos días antes de que Rusia presentara sus dos
propuestas de seguridad y defensa a Estados Unidos y a la OTAN. Parece claro que
pretendía asegurarse el respaldo de China, presentando su conversación con el
presidente chino como un aval político y estratégico clave de cara a las citadas
propuestas sobre el futuro de lo que él entendía por la arquitectura de seguridad
europea.
No parece haber duda de que Rusia mira cada vez más a China como socio potencial
contra Occidente y la asociación estratégica chino-rusa que ambos comparten
conforma una poderosa fuerza geostratégica terrestre, actualmente muy unida y
coordinada, frente a una fuerza geostratégica marítima de Occidente, aún debilitada
en estos momentos.
Ante las informaciones rusas de que Ucrania quería perpetrar un atentado en territorio del país de los zares, estas declaraciones deben verse exclusivamente a través del prisma de guerra híbrida en la que la propaganda y la difusión de falsificaciones desempeñan un papel destacado.
La pequeña guerra de Donbás y la anexión de Crimea tienen además un valor
especial para grandes potencias como China y Turquía, que contemplan la política
exterior del espacio vital de Moscú, de connotaciones nazistas, a través del prisma de sus propios intereses de expansión.
Es lógico pensar que las invasiones al viejo estilo, aunque siempre será necesario
tener en cuenta que pueden ocurrir, no es muy probable que sucedan en el entorno
actual. Parece más probable que, en este escenario del sureste de Ucrania, se
desarrolle un tipo de guerra híbrida cuyas características más sobresalientes sean la
combinación del uso de la fuerza con métodos no violentos, especialmente la
desinformación y los ataques informáticos, la utilización de milicias contratadas o
fuerzas proxies, o el empleo de refugiados y de los suministros de energía como
armas de guerra.
También es verdad que Ucrania no está protegida por el artículo 5 del Tratado de
Washington sobre la defensa mutua ante un ataque exterior, pero ni Estados Unidos, ni la OTAN ni la Unión Europea, ni sus países miembros pueden permitir que Moscú imponga su ley, destruya una incipiente democracia y presione tan fuertemente a los países que antaño formaron parte del imperio soviético.
Algo similar ocurre con Georgia. Tampoco está protegida por el artículo 5 del Tratado de Washington, pero su pueblo ha elegido libremente ser parte de Occidente y apostar por su integración en la OTAN y en la Unión Europea. ¿En virtud de que argumentos sólidos y creíbles un país libre e independiente no tiene derecho a elegir su propio destino?
La pretensión de Moscú de la garantía, por parte de Washington, de que jamás se
producirá una nueva ampliación de la Alianza sería una vergonzosa y abierta limitación de la soberanía de Ucrania y de Georgia o de cualquier nuevo candidato del antiguo bloque del Este. Lo que está en juego no es tan solo la estricta soberanía de ambos países, sino que afecta incluso al proyecto de integración europea y al modelo de democracia liberal que está en el fundamento de los tratados.
Otra zona donde Rusia está actuando con actitud agresiva y violando el derecho
internacional es en el mar de Azov, desde hace tres años que se inauguró un puente
en el estrecho de Kech. Hace un poco más de quince días, con motivo de unas
maniobras navales, ha negado el acceso o salida de los puertos ucranianos de
Mariúpol y de Berdiansk, en dicho mar, para ningún barco incluidos los mercantes que quieran pasar por el estrecho de Kerch.
En Moldavia, país encajado entre Rumania y Ucrania, un 50% de la ciudadanía apoya la adhesión a la UE, Rusia tiene desplegado en la región del Transdniéster un
contingente militar de algo más de 1500 efectivos a los que Moscú llama pacificadores.
A pesar de que la presidenta de Moldavia, Maia Sandu, ha reiterado su petición a
Moscú para que se retiren los soldados el Kremlin se ha negado alegando que los
cambios en el status quo actual podrían desestabilizar la seguridad regional. En
concreto, un descarado chantaje ruso a Moldavia.
A modo de conclusiones
En razón de lo expuesto, y teniendo en cuenta las previstas reuniones que se van a
celebrar el próximo mes de enero entre Estados Unidos y Rusia, por un lado, y entre la OTAN y Rusia, por otro, lo que ya en sí mismas, suponen una relajación de la tensión prebélica existente hasta ahora, aunque no su desaparición, se muestran a
continuación algunas consideraciones sobre el tema que nos ocupa.
En primer lugar, el reconocimiento de que la historia continúa siendo una fuente de
referencia y de enseñanzas. Aunque la situación actual es completamente distinta de
la existente hace un siglo, resulta cuanto menos sorprendente, comprobar que muchos de los actores actuales son los mismos que participaron en el proyecto de Intermarium a principios de segunda la década del siglo XX pero con diferentes cuotas de poder e influencia.
Con independencia de una operación a gran escala, de alta intensidad, que nunca se
puede descartar, con una alta probabilidad las operaciones que Rusia puede y quiere realizar en el futuro cercano son, entre otras, aquellas relacionadas con fuerzas indirectas tales como la desinformación hostil, operaciones de información
encubiertas, ataques cibernéticos contra infraestructuras físicas vitales, intimidación y coacción militar en las fronteras, uso directo de fuerza militar a través de “proxies” -rebeldes prorrusos del Donbás – explotación de la prensa libre en Occidente, presión energética – gas ruso -, o actuaciones híbridas en zona gris sin llegar al conflicto.
Precisamente estas operaciones son las que ahora está llevando a cabo Moscú.
Estados Unidos y sus aliados ya han contestado a alguna de las condiciones de las
propuestas rusas del pasado 17 de diciembre. Por ejemplo, han manifestado
claramente que el ingreso de nuevos miembros no es una cuestión en la que pueda
participar Rusia, pues depende de la propia Alianza y de los países que quieren formar parte de este grupo.
Desde el punto de vista de la seguridad, ya se ha dicho que Ucrania constituye un
pivote geopolítico que proporciona a Rusia un espacio avanzado de carácter
estratégico a la hora de hacer frente a una amenaza desde el oeste, al mismo tiempo
que actúa como zona amortiguadora en las tensiones habituales que ocurren entre
dos jugadores geoestratégicos tradicionales, con independencia de los lazos
históricos, religiosos y sociales existentes entre Moscú y Kiev. Por ello, la obsesión de Putin ha sido ejercer un amplio control sobre Ucrania.
En el Donbás, la región oriental de mayoría prorrusa, la política de integración con
Rusia se ha acelerado recientemente con la concesión de un millón de pasaportes
rusos a la población. Sin duda, esta medida política rusa incrementa la tensión e
inestabilidad en dicha región ya que proporciona a sus habitantes la ilusión de poder pertenecer en un futuro próximo al Estado de la Federación Rusa donde esperan gozar de una mayor prosperidad y un mejor nivel de vida.
Las demandas de Rusia sobre garantías de seguridad y las discusiones sobre los
acuerdos de Minsk II continuarán elevando las tensiones en la región de Intermarium y, especialmente en el este de Ucrania, pero una invasión rusa creo que nunca estuvo, inicialmente, en la mente de Putin, y menos ahora con las previstas reuniones en el próximo mes de enero tanto con EEU como con la OTAN.
No obstante, también es posible pensar que Rusia se le hubiera presentado la
oportunidad de presentar sus propuestas en un momento de incertidumbre y debilidad en Europa, ya sea por el cambio de gobierno en Alemania, por las distintas
percepciones existentes en la UE respecto a las migraciones, o por las dificultados que aún se distinguen de cara a que en Bruselas se actúe como un actor estratégico
mundial.
Otra opción estratégica que pudiera haber estado en el pensamiento de las
autoridades rusas es seguir debilitando a Ucrania, invadiendo el Donbás con la
autoproclamación de las dos repúblicas independientes de Donestz y Lugansk, como
lo ha hecho en Georgia, aunque los procedimientos que está empleando Rusia en este caso hubieran sido muy similares a los utilizados en la anexión de Crimea. Hay que recordar que ambas operaciones, la de Georgia y la de Crimea, fueron un éxito.
Lo que sí está en la mente de Putin, desde hace varios años, es su gran objetivo de
que a Rusia se la considere como una gran potencia y pueda participar con un alto
protagonismo en la configuración de un nuevo orden internacional, distinto del que ha diseñado Estados Unidos desde el final de la Guerra Fría.
No es un tema menor considerar que este objetivo haya sido uno de los que ha
rodeado las medidas que ha estado tomando Rusia durante este mes de diciembre. El mero hecho de reunirse con el presidente Biden en enero, supone para él un fuerte espaldarazo de prestigio y liderazgo tanto a nivel nacional, de cara a su pueblo, como en el horizonte internacional.
Es lógico pensar que durante el tiempo que duren las negociaciones que celebrará
Rusia con Occidente, mantendrá su despliegue de fuerzas con la correspondiente
infraestructura y equipo, que ya tiene cerca de la frontera con Ucrania, con el objeto de ejercer presión sobre sus adversarios para conseguir algunas concesiones respecto a la seguridad europea.
También se debieran considerar en las negociaciones previstas la situación en
Georgia, en el mar de Azov y en Moldavia, cuanto menos, en el sentido de que se
planteen los problemas con una visión global del Intemarium no solamente enfocadas al conflicto de Ucrania, incluyendo Crimea. No tiene sentido tratar el tema de las garantías de seguridad en Europa dejando aparte u olvidados determinados conflictos que afectan directamente a su sistema de seguridad.
El gasoducto Nord Stream 2 debiera tener un tratamiento especial, pero siempre
dentro de la negociación global. Es preciso que la UE actúe con una sola voz al hablar con Rusia sobre la forma de enfocar la aprobación y el empleo del gasoducto, al mismo tiempo que antes de la respuesta que se envíe a Moscú se consensue con
Estados Unidos al objeto de que sea Occidente como un todo el que presente su
posición.
Aunque la OTAN no rechazará formalmente la posibilidad de que Ucrania sea
miembro de la Alianza, si habrá discusiones sobre ciertos sistemas de armas, junto a
la prevención de incidentes. Asimismo, Moscú puede presionar a Kiev para que se
cumplimenten los Acuerdos de Minsk 2 en la promulgación de reformas en tanto que los líderes occidentales intentarán convencer a las autoridades rusas que la frontera ucraniana del Donbás con Rusia pase al control y soberanía de Ucrania.
Tras aumentar el temor occidental a que Rusia lanzara un ataque contra Ucrania,
Moscú ha conseguido forzar las negociaciones con Washington lo que permite que se considere a Rusia como una gran potencia. Esta consideración colma, en parte, las aspiraciones de Putin en su empeño de conseguir el sueño de la Gran Rusia.
En cuanto a la posible simultaneidad de acciones agresivas de Rusia contra Ucrania y de China contra Taiwán, no parece muy probable por dos razones de peso. Por una
parte, las negociaciones en ambos conflictos emplean plazos de tiempo totalmente
distintos, aunque nada más sea porque la paciencia oriental es mucho más amplia que la occidental. Por otra, existe una gran dificultad de encontrar el momento oportuno e impactante para que ambas crisis puedan ocurrir de forma coincidente en favor de los intereses de China y de Rusia.
Con las previstas reuniones de Rusia con Estados Unidos y con la OTAN, parece que
se da a la diplomacia el protagonismo que le corresponde. La clave para Occidente es que actúe con una sola voz en todo momento, es decir, que tanto EEUU como la
OTAN y la Unión Europea cuando negocien con Rusia, siempre presenten su posición en nombre de los tres actores, previamente consensuada. De esta manera, la unión de los aliados está asegurada permanentemente.
Siendo realista, no hay que esperar en estas reuniones una solución rápida y sencilla
al dilema geopolítico de Intermarium, pero sí es cierto que constituyen un primer paso importante para encauzar las relaciones y las negociaciones buscando puntos de encuentro entre los diferentes actores, como forma más lógica y razonable de
conseguir un resultado final aceptado por todos. Los vientos de guerra en Intermarium serán cada vez más débiles con cada acuerdo que se consiga en el marco general de las negociaciones.
Por último, lo ideal sería que en estas reuniones se recupere el clima de relaciones
normales que debe existir entre los diferentes estados y organismos que integran la
comunidad internacional, con independencia de que puedan existir algunas
situaciones de fricción o conflictivas que puedan solucionarse por medios diplomáticos ya sea en el nivel bilateral o, con preferencia, en el multilateral, que siempre proporciona mayor legitimidad a las decisiones tomadas. Es posible, pero no será fácil.
Madrid, 31 de diciembre de 202
Referencias:
1 Intermarium (tvd.wiki)
2 KAPLAN R. (2019). El retorno del mundo de Marco Polo. RBA Libros. Avda. Diagonal, 189. 08018 Barcelona (España).
3 Rusia mantiene propuestas de moratoria para el despliegue de misiles (+ Foto) (prensalatina.cu)
4 Rusia publica sus propuestas de seguridad a la OTAN, entre ellas excluir la expansión de la Alianza y la adhesión de Ucrania – RT
5 Joe Biden no negó la posibilidad de una reunión personal con el Presidente Putin de Rusia en enero. (news-front.info)
6 Consecuencias gaseoducto: Alemania advierte de ‘severas consecuencias’ para
gasoducto ruso-alemán si Rusia invade Ucrania (tvn-2.com)
7 BRZEZINSKI Z. (1998). El gran tablero mundial. Ediciones Paidós Ibérica. Mariano Cubí, 92. 08021
Barcelona (España)