Revisando digitales, encontramos en Nuevo Diario de Cartagena, en una columna titulada “Culturilla Naval”, este relato de nuestro asociado Diego Quevedo Carmona, Alférez de Navío, r y asociado de AEME. Sería de desear que fueran los propios autores quienes nos enviaran sus trabajos en Word para su publicación.
La popularidad de la Salve Marinera en nuestra Armada es innegable, pero quizás muchos de los que la conocen e incluso la cantan periódicamente, no sepan el origen de este precioso canto con el que se suele dar colofón a los actos castrenses y de eso vamos a tratar. Para ello nos remontaremos al último tercio del XIX, concretamente a un lejano 21 de Diciembre de 1870, día en el que el madrileño teatro de la Zarzuela, tenía lugar el estreno de la obra que llevaba por título “El molinero de Subiza”· y cuyo autor era Luis Aguilaz, con música de Cristóbal Oudrid.
La obra, ambientada en el s. XII, se desarrolla en una pequeña población agrícola de Navarra, siendo su argumento principal las discusiones entre nobles, con algún enredo amoroso. Tras el éxito inaugural de crítica y público, esta flamante obra de nuestro entrañable “Género chico”, comienza a ser representada en distintas ciudades españolas, de modo que dos años después de haberlo hecho en la Villa y Corte, hace lo propio en un teatro de Ferrol. Ese día, de manera absolutamente casual y fortuita, asisten al estreno un nutrido grupo de alumnos de la fragata-escuela “Asturias”. Buque habilitado entonces como escuela naval flotante, fondeada en la ría ferrolana. Parece ser que los alumnos, al término de la representación, comentan lo bien que les ha sonado una Salve que se interpreta por parte del coro en uno de los actos de la citada zarzuela, y rápidamente deciden, poco menos que por su cuenta y riesgo, hacerse con la letra y la música pidiéndosela al propio director dela obra, obteniéndola al parecer sin mayor problema.
Tras unos breves ensayos y después de hacerle los “retoques” que ellos mismos han determinado, a los pocos días les hacen saber a sus mandos su intención de cantarla al término de la Misa que se oficiaba a bordo e la citada fragata los domingo y fiestas religiosas, obteniendo, en principio, ese permiso. La iniciativa, probablemente debido en gran medida a lo pegadizo de su música, tiene tan buena acogida entre los mandos que al poco, el resto de los buques comienzan también a usarla plagiando así a los Guardiamarinas, extendiéndose rápidamente por otras unidades de la Armada. Todo esto sucede en torno al lustro 1870/75, y casi sin querer se va implantando en el resto de buques y dependencias hasta llegar el momento en que su interpretación se hace tan popular a bordo de las unidades que se empieza a no concebir una celebración religiosa que no finalice con los presentes entonando sus pegadizos acordes.
Aproximadamente 70 años después de estos orígenes, coincidiendo con el término de la Guerra Civil española, en vista de que la tradición de cantarla al término de las misas seguía en uso, y como quiere decirse que ya duraba varios lustros pero que seguía sin estar oficializada, motiva finalmente una orden del AJEMA que viene a decir lo siguiente: “La Salve que se cantaba originalmente en la fragata Asturias y hoy en la Escuela Naval una nueva partitura, arreglo de la anterior, se declara reglamentaria para los buques y dependencias, así como la instrumentalización realizada por el Director de la Escuela Naval. Una vez editada la nueva partitura, será repartida a los buques y dependencias: “Madrid, 16 de Noviembre de 1942”.
La nueva letra de la Salve, respecto a la versión original de la zarzuela, fue adaptada por Mariano Méndez Vigo y la música por el Director de la Banda de la ENM en 1942, Director músico de 3ª Jesús Montalbán Vizcón.
Hoy día, casi finalizando el primer cuarto del s. XXI, no se concibe en la Armada finalizar un acto religioso sin el canto de esta Salve, que suele emocionar a quien la canta y no dejar indiferente a quien la oye por primera vez.
Diego Quevedo Carmona, Alférez de Navío ®
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