El General Feliú Bernárdez, asociado de AEME, nos narra en este primer capitulo, la estrategia seguida por el imperio español en los tres primeros siglos de su historia. El articulo se publica en el digital www.lacritica.eu
La estrategia imperial española. Tres siglos de historia (Primera parte)
En contra de lo que la mayoría piensa, los imperios no han tenido el monopolio de la violencia y la explotación económica. Al contrario, los periodos de algunos imperios han coincidido con los de la Paz Romana, Paz Hispánica, o Paz Británica entre otras. Por el contrario, algunas de las mayores atrocidades y genocidios en el siglo XX fueron realizados por estados totalitarios europeos y también asiáticos dentro o fuera de sus fronteras, contra pueblos ajenos e incluso contra el propio. Sin contar a los imperios que se desarrollaron en Mesopotamia como el asirio en el siglo XIX antes de Cristo, muy lejos nos queda, sin duda el imperio más antiguo de la historia más reciente es el chino, siglo III antes de Cristo, antes de que el romano hiciera acto de presencia en el siglo I antes de Cristo dando paso al imperio otomano, siglo XIV y luego al español y portugués siglo XV, luego el británico y holandés, siglo XVII y después y de forma tardía aparecieron el ruso en el siglo XVIII, el austro-húngaro, francés y el alemán en el siglo XIX, cada uno con dimensiones y finalidades bien distintas, con sus particularidades. Es posible que en lo que coincidan la mayoría es en el carácter extractivo de los mismos, a diferencia del español. Es importante destacar la evolución de los imperios para comprobar que aprovechándose de los dos primeros imperios europeos, el español y portugués, crecieron todos los que les siguieron.
Fueron tan coincidentes, incluso en el intento de predominar sobre los demás, que los imperios británico, francés y alemán terminaron por rozarse peligrosamente en Europa por la lucha por ese predominio hasta chocar violentamente en 1914 y, debido al cierre en falso de la confrontación bélica en 1918, volvió a reproducirse en 1939 con resultados catastróficos. Los EE.UU surgieron entonces como el Imperio emergente en el siglo XX a costa de los demás, pero pronto se enfrentaría durante más de 45 años al otro imperio que también surgió de la mano del comunismo, heredero de los zares. Imperio que caería por sus propias contradicciones y debilidades en 1989 disolviéndose totalmente en 1991 y dejando a los EE.UU como dueño y señor del escenario internacional en la última década del siglo XX.
De todos ellos el imperio español fue el más extenso, duradero, influyente, diverso y
mejor organizado de la historia. Empezó en los últimos años del siglo XV y duró hasta la década de 1820, primeros del XIX, más de tres siglos, hasta que la mayor parte de los territorios que formaron los tres virreinatos españoles principales se independizaron en forma de decenas de naciones, generando guerras entre ellos y rompiendo el sueño de Bolívar y Martí de una gran nación iberoamericana.
Tres dinastías dirigieron el imperio español desde el siglo XVI, inicialmente los Trastámara, luego los Austrias y finalmente los Borbones. Dinastías española, austriaca y francesa que se relevaron, a veces violentamente, hasta consolidarse esta última hasta nuestros días con el Rey Felipe VI de Borbón y Grecia.
El otro gran imperio, el británico, duró unos 70 años, muy poco en comparación con el español, desde mediados del siglo XIX hasta la década de 1920 y eso en su cenit. Pero la mayoría de los territorios y mares que, supuestamente descubrieron, lo habían sido antes por el imperio español. El robo en un ataque de los británicos de las cartotecas y cartas marinas españolas en Filipinas y Cuba permitió al aparentemente gran “descubridor” británico, Cook, descubrir lo ya descubierto, como las Hawái, dos años después de aquel ataque y robo y tomar posesión en nombre de la corona de su graciosa majestad de lo que era del Imperio Español. No se puede descuidar la hacienda, es evidente, pero se pongan como se pongan, Hawái fue el paraíso español cuando los ingleses ni conocían su existencia.
El resto de los imperios europeos fueron mucho más pequeños que el español o el portugués. El imperio holandés que se extendió de forma comercial a través de la compañía de las indias orientales, dependió totalmente de la red de puestos comerciales españoles y portugueses a lo largo del mundo. La compañía tenía su propio ejército, diferente del de la metrópoli y pagado por ella, y fue fundada en 1602. Desapareció hundida en la más absoluta corrupción en 1800. Esa corrupción que algunos dicen es patrimonio nuestro pero que otros ocultan con hipocresía debajo de sus moquetas.
Se dice que el imperio holandés fue más eficiente que el español, pero lo cierto es que fue un imperio “extractivo” cuya única finalidad era el lucro a diferencia del español que fue “inclusivo” con la base en el mestizaje, la formación, la educación y el legado de la Hispanidad. Es verdad que Indonesia y otros territorios menores fueron holandeses hasta el fin de la segunda guerra mundial. De ahí trajeron la famosa crema de cacahuete que tan popular se hizo en EE.UU mucho después, pero no es holandesa, es de Indonesia, igual sucede con los tulipanes, que son la flor secreta de los harenes de los sultanes otomanos.
Francia enseguida encontró su vocación y se estableció en Norte América, especialmente en el actual Canadá, así como en el Caribe, con la Guayanas, ahora les sirve para lanzar cohetes al espacio, y en la India durante el siglo XVII. La mayoría de esos territorios los perdieron en 1763, después de la Guerra de los siete años con Gran Bretaña. También perdieron la Luisiana en los EE.UU en favor de España. Tras el fracaso definitivo en 1815 del intento de imperio francés con Napoleón, después de la derrota final en España en 1814, se disolvió el Imperio francés. Durante seis años de cruenta guerra en la Península Ibérica dejaron sus vidas 35 mariscales franceses y decenas de miles de soldados. Por cierto, los ingleses se atribuyen sin mucha base histórica y militar esa victoria, quizá porque había que crear un mito que terminaron de acicalar en Waterloo, gracias a las tropas prusianas cuando Wellington estaba a punto de claudicar. Por cierto ese mito no salió de Lisboa a combatir al francés hasta el cuarto año de guerra, en 1812 y solo lo hizo sin separarse demasiado de la frontera con Portugal.
A pesar de aquel descalabro el incipiente imperio francés puso sus ojos poco después en el norte de África en la década de 1830, con la ocupación de Argelia, el África Subsahariana, África central y también en algún territorio en Asia y algunas islas del Pacífico. A pesar de ello fue más pequeño que el imperio español y menos duradero. El imperio portugués por su parte, primero de todos los imperios europeos, fue en esencia una combinación de los modelos español y holandés, más pequeño que el primero pero más beneficioso, por extractivo, que el segundo. No obstante es muy destacable la expansión del idioma portugués como lengua internacional solo superada por el español en Hispanoamérica. El español y el portugués, lenguas comúnmente entendibles forman un espacio lingüístico que podría denominarse Iberofonía como destaca Álvaro Durántez en su magnífico libro con ese nombre.
Es fácil de cotejar que desde 1495 hasta 1650 la monarquía española fue la más poderosa en los ámbitos diplomáticos, políticos, económicos y militar del Mundo. El primer ejército moderno europeo, el español, se creó en 1503. Durante la Guerra de los treinta años (1618-1648) ninguno de los contendientes pudo disputar la supremacía a España como potencia continental, ni más allá de los mares, a pesar de los muchos y duros intentos que algunas naciones europeas llevaron a cabo.
En cuanto a esos intentos, poco conocida, más bien ocultada, es la Contra Armada que envió la corona británica para destruir a la flota española en 1589, que aún conservaba los más de 100 buques que habían regresado de las Islas Británicas el año anterior después del fiasco de la Gran Armada, pocos se hundieron y solo uno fue apresado por los ingleses en esa supuesta victoria de Inglaterra. Los líderes de la contra Armada, Drake y Norris fueron derrotados en sus intentos de aniquilar la flota española en los puertos del norte, de saquear La Coruña, de separar a Portugal del Imperio español y de romper la comunicación marítima entre España y América capturando las islas Azores. La derrota británica en los tres propósitos principales de aquella aventura fue monumental. Sin embargo todos hablan del fracaso de la llamada por los británicos “Invencible” cuando como vemos no lo fue tanto y ocultan el desastre sin paliativos de la contra Armada británica. Hasta Thatcher y Churchill utilizaron bulos y falsos mitos de, según ellos, la invencible, en alguna intervención en sus carreras políticas.
Otras expediciones como la de Drake y Hawtkins en 1595 y la de Raleigh en 1616 con la intención de bloquear las comunicaciones del imperio español fracasaron y todos esos comandantes británicos murieron en el Caribe en combates con navíos españoles, quizá Hawtkins murió de fiebres. Los holandeses por su parte se llevaron también lo suyo cuando intentaron expulsar a España de Filipinas. Las fuerzas holandesas fueron severamente derrotadas por los españoles dos veces, en 1609 y en 1614, y definitivamente en la batalla naval de Manila en 1646. Poco hablan los holandeses de aquellas sonoras derrotas frente a los españoles. Lo cierto y verdad es que británicos y holandeses han tejido su historia hilando fantasía y realidad y han intentado escribir la nuestra, deformando la verdad histórica, desgraciadamente con buenos resultados hasta la fecha. El relato y la deformación histórica tienen efectos demoledores en esa guerra cultural tan bien contada por Alberto Gil Ibáñez en su estupendo libro de ese nombre.
No obstante, España perdió finalmente su preponderancia en Europa en 1659 con la firma del Tratado de Paz de los Pirineos. A partir de entonces Francia toma el relevo a España por algo más de 50 años hasta 1713 cuando por el Tratado de Utrecht, fin de la guerra de sucesión al deseado por Austria y Francia trono de España, Francia perdió su hegemonía dando paso a un equilibrio de poder en Europa por el que ninguna potencia pudo tener nunca más un Imperio como el español.
El legado que dejó la Hispanidad, que es lengua, historia trascendida, cultura, religión, costumbres, lazos de sangre reúne en sí mismo muchos conceptos y es por ello un instrumento de una fuerza tremenda nunca utilizado por España ni por Portugal. Inglaterra siempre ha intentado que las dos naciones nunca unieran esfuerzos y lo ha conseguido, al menos hasta la fecha, ese interés permanente británico debe ser por algo.
Durante el resto del siglo XVIII, Gran Bretaña y Francia ejercieron como las dos mayores potencias en Europa, aunque España mantuvo con éxito todo su Imperio de ultramar e incluso lo amplió hasta su máxima extensión territorial de su historia a finales del siglo XVIII. Precisamente la colonización de California y las grandes extensiones del sudoeste de los actual EEUU, junto con la exploración hasta Alaska por la costa allá de la isla de Vancouver, (que se llamó antes Bodega y Vancouver y mucho antes Bodega por el gobernador de aquella zona Francisco de Bodega y Cuadra), tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo XVIII.
España fue sin lugar a dudas un hueso duro de roer. Los ingleses decían por entonces “a los españoles por mar que por tierra San Jorge nos guarde”, pensando que por mar tendrían más opciones, aunque por mar tampoco les fue demasiado bien. En los 250 años de travesías de flotas españolas en el Pacífico de Manila a Acapulco o en el Atlántico desde Cartagena de Indias a Sevilla, ni una sola fue capturada por británicos u holandeses, ni una sola. En las únicas cuatro ocasiones que holandeses o británicos intentaron destruir una flota española atlántica, solamente en una ocasión lo lograron. Ocurrió en 1628 y se atribuye ese único y nunca repetido éxito al almirante holandés Hein, lo que aparece en la historia de Holanda como algo sumamente extraordinario. Es lo que tiene vencer por una vez al poderoso. Como dije, cada cual escribe su historia a su manera, el verdadero problema de España es que desde el siglo XVII los demás también han escrito la nuestra y nos la hemos creído con resultados demoledores que aun podemos observar hoy en día en su manifiesta falta de cohesión nacional.
Efectivamente, cuando el poder naval español estaba en sus peores momentos entre 1680 y 1695, España, sin aliados, fue capaz de mantener la mayoría de sus operaciones navales y su supremacía en los mares. La Flota española a finales del siglo XVII era todavía una fuerza naval formidable. Los Tercios que habían sido invencibles hasta mediados del XVII por más de 150 años fueron derrotados en la batalla de las Dunas en Dunkerque en 1658 por una fuerza combinada terrestre y naval Británico-Holandesa. A pesar de ello los franceses se apuntan la derrota de los Tercios en Rocroi. Será para compensar las innumerables derrotas que sufrieron antes, solo por destacar unas pocas Ceriñola, Bicoca, Pavía y San Quintin.
El inmenso poder naval de España por entonces se manifestaba mediante seis flotas, la Armada del Mar Océano y la Armada de Flandes en el Atlántico; La Armada del Mediterráneo; la Armada de la Guardia para escoltar el tráfico con América, la Armada del Mar del Sur para el Pacífico y la Armada de Barlovento para el Caribe. Los galeones españoles eran unas magníficas fortalezas a flote como experimentaron con sufrimiento muchos Masters and Commanders holandeses y británicos.
El mayor navío de la época, el Santísima Trinidad, con cuatro puentes, único en aquellos tiempos fue construido en los astilleros de Cuba, los mejores de entonces, donde se construyó también el San Ignacio de Loyola, apodado después “El Glorioso” pues siempre derrotó a ingleses y holandeses que necesitaron finalmente 12 buques para apresarlo, destruyendo a el Glorioso a la mitad, después de no poder hundirlo. Estos navíos españoles demuestran lo erróneo de la afirmación que en España no se construían buenos barcos. Los ingleses subastaron en Londres el “Glorioso” y estuvo navegando mucho más tiempo dada la magnífica técnica y calidad en la construcción. Como siempre nos creemos el relato de otros. Además, los Galeones de Manila aseguraban el comercio y tráfico marítimo entre Filipinas y Acapulco.