Los retos del nuevo jefe de la Armada

Además de programas como los submarinos S-80 o las fragatas F-110, el almirante Martorell deberá garantizar la operatividad con una flota envejecida y pocos fondos.

 

 

El rumbo de la Armada española está en manos del almirante Antonio Martorell Lacave desde hace poco más de un mes. Martorell, bilbaíno, de 60 años, se pone a los mandos del mayor buque de todos, con una dotación que supera los 21.000 efectivos y navegando de bolina contra importantes desafíos en un momento especialmente excepcional. “Tengo clara la misión que me encomienda y conozco los principales desafíos a los que me voy a enfrentar: la imperiosa necesidad de sostenimiento y de renovación de nuestras capacidades, la escasez de personal, la incertidumbre del escenario económico y la necesidad de incorporar tecnologías de vanguardia”, resumió el almirante en su discurso de toma de posesión como Ajema.

Las Fuerzas Armadas, como todos los ámbitos de la sociedad, han sido golpeadas con fuerza por la pandemia de la Covid. Uno de sus principales retos a corto plazo será precisamente garantizar las misiones de la Armada dentro y fuera de España en un escenario condicionado por el coronavirus. Pero este no es el único desafío. La Armada está inmersa en dos grandes programas, el submarino S-80 y la fragata F-110, sin olvidar otros internacionales como la futura corbeta europea, que permitirán renovar en los próximos años las capacidades y mientras debe dedicar cada vez más recursos al mantenimiento de una flota de buques y aeronaves que no deja de cumplir años, si un relevo claro a la vista.

1. Nuevos programas. Martorell coge las riendas de la Armada a falta de dos meses para la botadura en el astillero de Navantia en Cartagena del primero de los cuatro submarinos S-80, el Isaac Peral. Este programa es, sin duda, el gran reto a corto plazo. Ya están en marcha desde hace meses la formación de la tripulación. Además, hay que adecuar la base de submarinos a los nuevos buques, planificar una retirada ordenada de los dos submarinos S-70 que quedan, y llevar a cabo durante más de un año las pruebas de mar de la primera unidad. En el horizonte cercano aparecen otros dos programas: la fragata F-110, cuya construcción comenzará a mediados de 2022 y el buque de intervención subacuática.

Navantia cierre casco de primer S-80, que pondrá a flote en octubre de 2020
El submarino de la Serie S-80 en los astilleros de la empresa Navantia en Cartagena 

 

2. Envejecimiento de la flota. La Armada ha dado de baja en la última década hasta 27 buques de distinto porte y de alta solo nueve. En la actualidad, cuenta con una flota que tiene una edad media de 27 años. Una cifra elevada si tenemos en cuenta los años que están en servicio, entre 30 y el 35. El nuevo Ajema conoce mejor que nadie el estado actual de los buques, puesto que ha sido Almirante de la Flota (Alflot), un cargo sobre el que recae el conjunto de buques de superficie y submarinos, unidades de guerra de minas, unidades aéreas, unidades de guerra naval especial y la Infantería de Marina. Ante la falta de nuevos programas, más allá de las F-110 y el S-80, no queda otra que destinar una buena parte de los recursos disponibles al mantenimiento de las capacidades actuales.

3. Corbeta europea. La Armada también forma parte del programa de la corbeta europea. Este es el proyecto naval más importante incluido en las nuevas iniciativas de defensa financiadas por la Unión Europea. De salir adelante, además, sería el primer programa de defensa de envergadura en la que constructores navales de diferentes países europeos trabajarían codo con codo. La primera fase ha logrado reunir a tres astilleros: Navantia (España), Naval Group (Francia) y Fincantieri (Alemania). Las Armadas participantes tiene la tarea este año 2021 de definir los requisitos del futuro buque.

4. Incertidumbre económica. La irrupción de la pandemia, justo cuando el Ministerio de Defensa empezaba a salir de una década de recortes, dibuja un escenario financiero incierto a corto y medio plazo para las Fuerzas Armadas. La Covid ha tenido efectos, por ejemplo, sobre los créditos dedicados al sostenimiento de la flota. “Vienen de nuevo tiempos de austeridad y sacrificio y la Armada no es ajena a ellos”, reconoció Martorell en su intervención. En este punto, el principal desafío de la Armada es conseguir, junto con el Ministerio y el resto de los ejércitos, impulsar una ley de estabilidad presupuestaria que permita una planificación a largo plazo de los recursos.

En la toma de posesión, Martorell pidió a la ministra de DefensaMargarita Robles, avanzar en esta línea. “Mi deseo sería que bajo su liderazgo fuéramos capaces de lograr, o al menos dejar encauzada, una apropiada estabilidad presupuestaria que permita una adecuada planificación y un empleo óptimo de los recursos asignados”, destacó. Y, a continuación, hizo una defensa cerrada de la inversión en Defensa y de las repercusiones para la industria. “Invertir en Defensa es siempre objeto de polémica, porque la seguridad es un intangible que solo se echa de menos cuando se pierde, y ya suele ser tarde, pero la industria de defensa y la riqueza que genera, no sólo económica, sino también en áreas como la investigación, el desarrollo o la innovación, sí es tangible”.

El buque de asalto anfibio 'Castilla'
El buque de asalto anfibio ‘Castilla’

 

5. Adiestramiento y misiones. El anterior Ajema -hoy jefe del Estado Mayor de la Defensa-, el almirante Teodoro López Calderón, alertó a finales del año pasado que la Covid también ha impactado sobre el adiestramiento y la instrucción. La prioridad en los últimos meses han sido las operaciones en el exterior. La Armada, además, ha arrimado el hombro en la operación Balmis y en la misión Baluarte contra el coronavirus. El reto a corto plazo es recuperar el nivel de adiestramiento previo a la pandemia y la actividad normal de los buques que no están en misiones, mientras continúa la preparación para los despliegues en el Golfo de Guinea, la operación Atalanta en el Índico, las fuerzas navales de la OTAN o en la misión de la Unión Europea en Mali.

6. Flotilla de aeronaves. La flota de aviones helicópteros de la Armada se encuentra en una situación parecida a los buques. Prácticamente todas las aeronaves llevan décadas en servicio y muchas están en la recta final de su vida operativa. El caso más conocido es el de los cazas de combate Harrier que la Armada quiere sustituir por el famoso F-35 estadounidense, pero hay otras aeronaves que piden un relevo, como los helicópteros de entrenamiento, transporte y guerra antisubmarina. La etapa de Martorell como Ajema se antoja decisiva para sacar adelante programas como el F-35, con la vista puesta en el relevo de los Harrier a partir de 2028.

Caza de combate Harrier en la cubierta del LHD Juan Carlos I
Caza de combate Harrier en la cubierta del LHD Juan Carlos 

 

7. Infantería de Marina. En tierra firme, la Armada ha elaborado recientemente el Plan Infantería de Marina 2040, que siente las bases de esta fuerza anfibia y de desembarco en las próximas décadas. En el apartado de material, la Infantería de Marina más antigua del mundo afronta el futuro con varias necesidades, sobre las que habrá que tomar decisiones más pronto que tarde, como la adquisición de un vehículo 8×8 con potencia de fuego –se estudia un cañón de 105 o 120 mm- para reemplazar a sus carros M60 ya retirados, o la renovación de la flota de vehículos anfibios.

8. Digitalización y nuevas tecnologías. Las Fuerzas Armadas están inmersas en un proceso de transformación digital clave para hacer frente a los futuros escenarios. En el caso de la Armada, existen estudios e iniciativas ya en marcha para avanzar hacia el conocido como sostenimiento 4.0 de la mano de la inteligencia artificial, que permitirá incluso predecir averías, y además nuevos programas como la fragata F-110 y el submarino S-80 serán la puerta de entrada para tecnologías disruptivas como el gemelo digital.

Benjamín Carrasco, de INFODEFENSA

Fuente: La Razón. 15/03/2021