Nuestro asociado, el C.N., r D. Luis Mollá , nos recuerda la tragedia del Castillo de Olite, que costó la vida a 1477 españoles, en su mayoría gallegos. ¡Que Dios los tenga en su Gloria!
Cuando cursaba el bachillerato en el Colegio de Huérfanos de la Armada en Madrid, cada seis de marzo 6 nos metían a los chavales en la capilla para asistir a una misa por los 788 muertos del “Baleares”. Sin embargo, al día siguiente, cuando pensaba que debería celebrarse otra por los 1477 del “Castillo Olite”, la efemérides pasaba desapercibida todos los años. Para mí aquello representaba un misterio, máxime cuando venía de vivir en Cartagena, precisamente en la Muralla del Mar, y desde la terraza de casa mi padre me señalaba en ocasiones un punto impreciso en el mar en cuyos fondos habían perdido la vida aquellos hombres. ¿Por qué no se honra ni se honró nunca como merecían a la víctimas del “Olite”? Intentemos penetrar en esa misteriosa capa de bruma.
La tragedia del Castillo Olite (1 de 4)
En la mañana del 7 de marzo de 1939, hace ahora 82 años, el vapor “Castillo Olite” se acercaba confiadamente a la bocana del puerto de Cartagena. En sus bodegas 2112 soldados esperaban ansiosos el desembarco en una ciudad que creían ganada al enemigo y en la que pensaban que iban a desfilar para celebrar el ansiado final de la guerra. El silbido cercano de un proyectil debió llenarles el corazón de congoja y, poco después, un segundo disparo penetraba en el pañol de municiones y desgarraba al buque, que tardó sólo unos minutos en hundirse con el triste balance de 1477 soldados muertos, en lo que constituye la peor tragedia de la España marítima contemporánea y el minuto más luctuoso de la Guerra Civil. A pesar de la dimensión de la tragedia, el suceso sigue envuelto en brumas y apenas es conocido por los españoles por lo poco que se ha querido divulgar.
Construido en Holanda y tras contar con diferentes propietarios, en 1938 el buque fue requisado por la Marina Nacional frente a Gibraltar con contrabando de guerra. Desde entonces pasó a prestar servicio a los nacionales como buque de transporte, hasta que en los primeros días de marzo del 39 se le ordenó cargar en Castellón un contingente militar para transportarlo a Cartagena como parte de una gigantesca fuerza expedicionaria de 30 buques y 25.000 hombres a las órdenes del vicealmirante Francisco Moreno. En realidad la llamada “Expedición Cartagena” era un gigante con pies de barro, pues, faltos de capacidad de desembarco, los buques sólo podían descargar los soldados en un puerto ganado al enemigo. Además de su escasa velocidad, en ese momento el “Olite” incorporaba otro inconveniente militar grave: no tenía radio.
Para entonces la República era un globo que se deshinchaba rápidamente, así que el presidente Negrín decidió ponerla en manos de los comunistas por considerar que en unos momentos tan difíciles eran los únicos capaces de defenderla. Cartagena era su principal bastión militar, al constituir la base de la Flota, un conjunto de buques muy poderoso al mando del almirante Miguel Buiza. Como en otras ciudades, una quinta columna, el “Socorro Blanco”, trabajaba subterráneamente en Cartagena al servicio de Franco.
Para consolidar la ciudad como el principal bastión militar republicano, Negrín la puso al mando del coronel Francisco Galán, de conocida filiación comunista, el cual se presentó en Capitanía la noche del sábado 4 de marzo acompañado de Artemio Precioso, comandante al mando de la afamada Brigada 206, la cual dejó acampada a las afueras de la ciudad, la mitad en Santa Lucía y la otra mitad en Los Dolores. Una vez efectuado el relevo de Galán, llegaron noticias a Capitanía de que en la calle se estaba deteniendo a la gente en nombre de Franco, momento en que Galán fue hecho prisionero, aunque Precioso consiguió escapar aprovechando la oscuridad de la noche.
Hacia las ocho de la mañana del domingo 5 se hizo patente la figura del general de IM José Barrionuevo, cabeza del “Socorro Blanco”, que se puso al frente de las
tropas sublevadas tomando dos decisiones de forma inmediata: comunicar la situación a Burgos y dar a la Flota un plazo de cuatro horas para abandonar el puerto, so pena de ser bombardeada por las baterías de costa. Buiza aceptó la retirada con la condición de que le entregaran a Galán, lo que se cumplimentó, y hacia el mediodía el último buque republicano abandonaba Cartagena.
Durante las siguientes horas, Barrionuevo siguió insistiendo a Franco en que tenía el control de la ciudad, advirtiendo que necesitaba urgentemente apoyo militar para consolidarlo. Fue entonces cuando desde Burgos se ordenó la salida de la fuerza expedicionaria y el “Olite” fue enviado a Castellón para embarcar una fuerza compuesta por dos batallones de Infantería, un grupo de artillería, un cuerpo jurídico con la misión de hacerse cargo de los juicios sumarios y más de 200 personas sin identificar, entre las que parece que había un grupo de enfermeras, novias de algunos combatientes. La mayor parte de los soldados que viajaban en las bodegas eran gallegos y la travesía transcurrió en un clima festivo con música de gaitas y abundantes cajas de vino.
Falto de radio, el alférez de navío Eugenio Rodríguez Lazaga, superior autoridad naval a bordo del “Olite”, recibió las órdenes en un sobre a la salida de Castellón. Básicamente estas se resumían en navegar alejados de la costa para evitar a la aviación y esperar frente a Cartagena nuevas órdenes para proceder. Subrayado aparece un “no entrará en la ciudad bajo ningún concepto a menos que reciba órdenes concretas…”
Continuará
FOTOS
1.- Castillo de Olite.
2.- División de la España en guerra en febrero de 1939.
3.- Los soldados viajaban confiadamente pensando que la guerra había terminado.
4.- Última foto del Olite saliendo de Castellón.
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