En el dia en que España celebra la festividad de Santiago Apóstol, reproducimos este articulo del Coronel de Caballería, r D. Ángel Cerdido Peñalver .
Hoy veinticinco de julio, festividad de Santiago Apostol †, quiero que este modesto trabajo sobre el Camino de Santiago y la breve reseña de algunos de los caballos que en él encuentre, sea mi ofrenda al Apostol como Patrono de España que es, sobre todo con la intención de borrar las cortinas de humo que quieren fomentar el odio a todo lo español. ¡Únete a mi, compañero, y hagamos juntos el Camino!
Como todo lo nuestro no debe ser un vagar sin destino, el hombre, al cobrar conciencia de su ser y estar en el mundo, advierte que esa conciencia le dice que estamos de camino, y así, andando y cabalgando, nace la idea histórica de Europa, a lo largo de dos vías: una anhelada, cumplida solo ocasionalmente, a costa de guerras y sangre, que es la vía a Jerusalén: el «Camino de las Cruzadas»; y otra, arteria pacífica, que es el «Camino de Santiago», surco donde se siembra la realidad europea de Occidente, calle Mayor de Europa y la vía más antigua, pues «Campus Stellae» existe desde antes incluso de que naciera Yago Zebedeo: de la famosa «Vía Láctea» hablaban ya los egipcios.
Trataré de hacer el Camino a pie y con los caballos que encuentre procuraré, como el Emperador:
–«Hablarles siempre en alemán; con los hombres que me cruce, bueno será emplear el francés; con las mujeres que vea, lo mejor el italiano; y me reservaré el español para hablar con Él en Compostela».
Los peregrinos procedentes de Francia cruzaban los Pirineos por el puerto de Ibañeta para llegar a Roncesvalles (Camino Navarro) o por el de Somport (Camino Aragonés). Ambos ramales se unen en Puente la Reina y, a partir de aquí, el Camino ya es uno y se le conoce como Camino Francés. Es el «Camino a Santiago» por antonomasia, promocionado ya en el siglo XI en el Codex Calíxtinus.
La «Ruta Aragonesa» o «Vía Tolosana», que arranca en el puerto de Somport «Summus Portus» y que sigue a través de la Canal de Berdún, adquirió gran importancia en el siglo XI, desde la conversión de Jaca por Sancho Ramírez en la capital de Aragón. Desde entonces esta ciudad al pie de la Peña Oroel es la sede de la primera catedral de factura románica de España.
En este tramo no encuentro razas autóctonas caballares, aunque todavía en la zona recuerdan al desaparecido: «apercheronado de Aragón» mal llamado «raza aragonesa». Salgo de la Jacetania y recuerdo, como siempre que por aquí paso, el refrán:
-«Ni compres caballo «cheso», ni te cases en Canfranc, ni trates con los de Biescas, mira que te engañarán». (El caballo cheso es oriundo del valle de Hecho).
Más adelante, al rebasar Tarazona, me encuentro con la Sierra del Moncayo y mi esfuerzo por encontrar algún ejemplar de la «jaca del Moncayo» no se ve recompensado. Desilusionado, vuelvo a mi Camino. Paciencia y barajar.
El otro acceso del «Camino Francés» proviene Saint-Jean-Pied-de-Port y entra por Roncesvalles a la Comunidad Foral de Navarra, hasta enlazar con el tramo aragonés en Puente la Reina sobre el río Arga, lugar éste de encrucijadas, donde el camino se hace uno.
Nada más pasar Roncesvalles y dejar el «Crucero de Peregrinos», en las riberas del río Iratí, entre Burguete y Garralda, disfruto del «burguete», caballo procedente de los antiguos pobladores de estas zonas, resultado del cruce de la «jaca navarra», y el caballo «bretón».
Estos caballos vasco-navarros, también llamados «caballo navarro» o «pony navarro», son una colectividad que tienen el origen más misterioso y confuso de todas las razas y que ha sufrido poco de influencias sanguíneas extrañas. La influencia árabe no llegó a la parte montañosa de Navarra, más concretamente hasta Andía y Urbasa, sierras que constituyen en la actualidad el último reducto de estos caballos.
A continuación, el Camino me lleva a Puente la Reina, otro hito histórico de la ruta jacobea que debe su nombre al magnífico «Puente de los Peregrinos» y donde aún conservan la tradición de tocar cuarenta campanadas al anochecer para avisar, al peregrino que viajaba de noche, que se iban a cerrar las puertas de la ciudad.
Paso Puente la Reina y siguiendo el trazado de una antigua calzada romana, atravieso un puente medieval de dos arcos sobre el escaso caudal del río Salado, de él el monje benedictino Aymeric Picaud en el Libro V del Códice Calixtino nos decía:
– «¡Cuidado con beber en él, ni tú ni tu caballo, pues es un río mortífero!»
No es que me lo crea, pero por si acaso, sigo su consejo a rajatabla.
Desde que el Camino entra en Logroño por su puente de piedra, recorre por La Rioja no más de 60 kilómetros, senda que exige rutas alternativas, entre otras cosas, para conocer el Castillo de Clavijo donde dice la leyenda que el Apóstol alcanzó su sobrenombre de «matamoros», apodo que comparte con San Millán de la Cogolla, cuyo municipio alberga los monasterios donde se escribieron las primeras palabras en romance hispánico.
Al sur de Logroño me encuentro con las ruinas de la fortaleza de Clavijo que me recuerdan la legendaria batalla aquí entablada y que ocupa un lugar destacado en el mito del Patrón.
Durante el dominio de Abd al-Rahman II, los cristianos de esta región debían entregar cada año a los musulmanes el «tributo de las cien doncellas». Ramiro I se rebeló contra esa norma pero la suerte en el combate les fue adversa a las tropas cristianas, que debieron retirarse hacia un promontorio rocoso; allí esperaban un nuevo y definitivo ataque musulmán que seguramente sellaría su derrota, cuando el apóstol Santiago se apareció al rey leonés para anunciarle su ayuda y conducir a los cristianos a la victoria montado sobre un caballo blanco, siendo ésta la imagen más difundida del Santo, consolidada desde el siglo XII.
A partir de esta batalla de Clavijo, en toda la Reconquista las batallas contra los árabes empezaban al grito de ¡Santiago y cierra, España! o ¡Santiago y a ellos! Llego a Santo Domingo de la Calzada y en su Catedral, recuerdo uno de los milagros mas famosos atribuidos al santo. Tuvo como protagonistas a un matrimonio alemán y su hijo, que peregrinaban a Compostela y al llegar a la villa riojana se alojaron en un mesón. La hija de los mesoneros se sintió atraída por el muchacho y , ante su indiferencia, se vengó introduciendo una copa de plata en su equipaje para denunciarlo luego como autor del robo. El joven fue juzgado, hallado culpable, e inmediatamente ahorcado. Sus padres continuaron su peregrinación hasta Santiago y de regreso, al pasar de nuevo por la villa, encontraron que el cuerpo de su hijo aún colgaba de la horca; en ese momento, el joven habló y les contó como santo Domingo le había sostenido durante todos esos días, salvándole la vida. Los padres acudieron ante el corregidor para contarle los hechos, argumentando que el milagro probaba la inocencia de su hijo; aquél, incrédulo, les contestó que su hijo estaba tan vivo como el gallo y la gallina asados que él se disponía a comer; en ese instante, ambas aves saltaron del plato y, cubiertas de plumas, comenzaron a cacarear.
Hoy puede verse en la Catedral, frente al sepulcro del santo, el gallinero construido en el siglo XV para recordar el milagro, en el que siempre hay un gallo y una gallina vivos, de plumas blancas, procedentes del vecino pueblo de Gallinero de Rioja.
-«Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada».
Por todo lo que La Rioja ofrece, el peregrino que como yo llega presto, sale lento por Grañón en dirección a Burgos que nos da la bienvenida con uno de los monumentos más emblemáticos del mundo, su catedral.
Cuentan que desde tiempos remotos existe en esta tierra burgalesa, concretamente en el valle del río Losa, una población caballar del tipo «jaca de montaña», conocido como jaca «burgalesa» o «poni losino», es la única raza autóctona de Castilla y León, y en su busca voy aunque tenga que alejarme del Camino.
Por Castrogeriz dejo Burgos con dirección a Palencia, entro en tierras de trigales, sin el consuelo de los árboles y sombras, con la breve frescura del canal del Pisuerga, que marca la ruta a Frómista, donde Castilla se hace más Castilla y donde San Martín me abre un joyero románico por el que llevan pasando leyendas desde hace más de cinco siglos.
Tal vez por mi gusto a la soledad, tal vez por ese reducto de patria moral que guardo en mis adentros por Castilla, me siento con una gran felicidad en estas tierras. Ya llegaré a Santiago, que siempre espera. No hay prisa. Como decía el emperador Augusto; «Festina lente» algo así como: apresúrate despacio.
Coronado el Alto del Portillo, contemplo León, y al ver el parador de San Marcos, los recuerdos se me amontonan, como a todos los que conocimos allí ubicado el Octavo Depósito de Sementales del Estado.
El cinco de julio de 1963 se acuerda por Consejo de Ministros la baja del cuartel de San Marcos del Ramo de Guerra y su cesión al Ministerio de Información y Turismo, después de albergar a los caballos sementales durante 63 años; el día 5 de junio de 1965 se inauguró como Parador «Hostal San Marcos».
Con esos pensamientos sigo el Camino, y al cruzar la Astúrica Augusta, como es mediodía, oigo las campanadas del reloj de su Plaza Mayor golpeadas por los maragatos: Colasa y Perico.
Como en “La Peseta”, compro unas mantecadas y sigo mi camino.
“La Cruz de Ferro” que nos dejaron los romanos en homenaje a Mercurio, en la cumbre del Monte Irago, será el siguiente hito antes de alcanzar Ponferrada. La corona un palo de roble de cinco metros de altura, que hace las veces de crucero y está sustentado en su base por las piedras, que como manda la tradición, vamos dejando los peregrinos para alejar los peligros del Camino.
El auge del Camino hizo que el Obispo de Astorga, construyera un puente reforzado por barandas de hierro (pons ferrata). Fernando II puso el lugar bajo la protección de los templarios que se quedaron hasta la disolución de la Orden en 1314.
La honestidad de los Caballeros era tan grande que reyes y nobles confiaban a los Templarios sus valores, viajando solo con un documento por ellos expedido. Este documento podía ser cambiado en cualquier castillo de la Orden del Temple por una suma equivalente y dio origen a las letras de cambio que hoy conocemos.
Aunque su ubicación natural está entre la cordillera Cantábrica y los ríos Cea y Órbigo, yo me lo encuentro a la altura de Sahagún, pasado el río Cea. Me refiero al asno. En este caso se trata del «zamorano-leones», caracterizado por su perfil cóncavo a semejanza del catalán, y no convexo como el andaluz, con su perfecta conformación y abundante pelo castaño, verdadera joya de la cabaña nacional, hoy en vías de extinción.
Abandono León por Piedrafita do Cebreiro, al otro lado del puerto, mi morriña se ve recompensada al pisar tierra gallega y el Camino se me hace más corto y llevadero. Con los sonidos lejanos de las gaitas, parece que el tranco se me alarga, quiero llegar cuanto antes a Galicia que nunca es tierra extraña, donde los vinos son pura sangre, el pescado, frescura; y la carne, fuerza.
Aquí empezó a llover, llovía cada vez más fuerte, como dice Cela con una paciencia infinita y yo , sentí por primera vez en todo el Camino, el agua venir del cielo. Recordé los campos desiertos y me sentí feliz pensando que hoy estaban mojados. Me acordé de las piedras de León, de las huertas de Navarra, de los trigales de Castilla y de los viñedos de La Rioja que hoy estarán bebiendo el agua que baja en torrentes y mi pensamiento se va con los de Rosalía de Castro, la mujer que en Galicia, logró convertir el llanto en orvallo y este en poesía.
Pasada la acogedora tierra del Bierzo, me adentro en el majestuoso silencio de las lucenses cumbres del Cebreiro y del Caurel, en las que parece haberse congelado el tiempo, y ahora solo el viento me acompaña.
Un poco más adelante me encuentro a los tres tipos del caballo gallego de monte, a los que trataré de describir en gallego:
«Ponis de A Groba», conservados nun maior estado de pureza.
«Ponis da rexión central de Galicia», animais de mais porte e mellor feitura.
«Ponis da zona norte de Lugo», animais máis mansos e de maior aptitude cárnica. Proceden das razas celtas, e mais en concre:o do Equus Gmelini, ou Tarpan, cabalo bravo da Tartaria Oriental, con abundante crina e rabo, presentando moitos individuos o típico bigote.
Predomina a cor castaña, seguida de alazán, negra e pedrés.
En otros tiempos este caballo siempre formó parte de la vida del campesino gallego. Hoy son cimarrones y esa relación se ha reducido a nivel folklórico-tradicional, en la «Rapa das Bestas», una tradición viva en sentido estricto, milenaria costumbre en plena vigencia y fiesta ecuestre de la que es protagonista nuestro «pony gallego». Estas fiestas, que en la provincia de Pontevedra son conocidas con el nombre de «curros», son de las más típicas y tradicionales, destacando entre ellas la de Sabucedo. Hoy, primer sábado de julio celebran su famosa «a rapa das bestas». La noche anterior los mozos hicieron la «baixa da bestas» desde los montes de Montouto. Una vez en el curro, a los caballos se le cortarán las crines y se marcarán, los más jóvenes se soltarán de nuevo al monte para el próximo año.
Con estos simpáticos caballos gallegos, llego al «Monte do Gozo», calculada altura para divisar las agujas de la Catedral, donde descanso mi vista sobre Santiago, a la que llegaré en pocos golpes de bordón para recoger mi «Compostela» y disfrutar de esa ciudad taciturna, de plazas recogidas, campanarios agudos y de color verde musgo.
Por encima de todos estos caballos que a lo largo del Camino vi, hay uno blanco que en el cielo vive y en el cual está montado reglamentariamente el Apóstol Santiago, nacido y criado en España, en las proximidades de Clavijo. Me atrevo a afirmar que es un PRE (Pura Raza Español), cerrado en bocado y de estirpe cartujana.
Señor Santiago, Alférez Mayor, nunca eches pie a tierra y que tu tordo jamás pierda la querencia hacia nuestra querida España. En este nefasto año que por el cronómetro de salida se irá, vibrarán las jambas de la Puerta de los Perdones, abierta de nuevo como si se tratara de un Año Santo, y recibirán una riada de gentes que antes de trasponer las puertas de la gran urbe, como a la antigua usanza, se lavarán en los arroyos los pies doloridos, desenmarañarán con peines sus barbas y sus melenas hirsutas, sacudirán el polvo a sus rotos sayales de estambre y a sus esclavinas de cuero, cuidando de que no se desprendan las conchas que les servían para catar el agua fresca en los regatos, y llenar con ellas las calabazas que eran remate de sus bordones.
Y como dicen que al amigo y al caballo no hay que cansarlos, aquí termina el viaje de este peregrino con paso tardo de viejo jinete, en el día vigésimo quinto del mes de julio del año de Nuestro Señor de MMXX, en la comarca de Sierra de Arcos, Alacón, Teruel.
¡Buen Camino!,fuerte abrazo a todos y ¡Buen Patrón!
Ángel Cerdido Peñalver Coronel de Caballería ®
Blog: generaldavila.com25 julio 2020 ¡Santiago y cierra, España!
FUENTE: