La creación de los bancos de sangre, Coronel Medico Dr. Navarro Carballo

El Coronel Medico, asociado de AEME y  Vocal de Cultura y Convenios de la Junta Directiva Dr. D. José Ramón Navarro Carballo, publica un interesante resumen sobre la historia de la “Creación de los Bancos de Sangre”, en la web de la Academia de las Ciencias y las Artes Militares

 

Este artículo describe la historia de la creación de los Bancos de Sangre por nuestro compatriota catalán, el Dr. Federico Duran i Jordà -después de que en la I Guerra Mundial apenas se hicieran transfusiones y éstas con el método directo (brazo a brazo,) por razones aquí compendiadas- constituyéndose en el pionero de un sistema y una técnica que permiten llevar la sangre hasta donde sea necesario, en el momento en que se necesite.

 

Pasando muy por encima de los siglos XVII, XVIII y XIX, durante los cuales no pocos creían en la utilidad y beneficios de la transfusión sanguínea del animal al humano, llegamos a 1901, cuando Landsteiner descubre la existencia de los grupos sanguíneos, con lo que se inaugura la época científica de esta peculiar terapia. Pero los conocimientos son aún tan imperfectos que el razonable temor a la catástrofe clínica sigue dominando a los terapeutas.

Y no fue muy prolífica la Primera Guerra Mundial en lo que se refiere a transfusiones, basándose los sanitarios de las partes contendientes –más inclinados a la transfusión brazo que a la transfusión indirecta- en las siguientes circunstancias y creencias:

Se desconoce el grupo sanguíneo del presunto receptor.  − Los soldados reenviaban al frente sin que se hubiera determinado el grupo sanguíneo y los médicos de vanguardia –carentes de la necesaria preparación- se niegan a proceder a su determinación.

Ningún país tuvo la previsión de organizar un Cuerpo de Donantes, de cuya abundancia se necesita para disponer de una fuente suficiente y continua que permita la práctica de un número importante de transfusiones.

Se intenta solucionar la situación recurriendo a soluciones imperfectas en el modo y escasas en número: se solicita como donante eventual a un camarada del herido, a los sanitarios destacados en las primeras líneas o al personal civil residente en localidades cercanas, en caso de frente estabilizado.

Y por lo que respecta a la rareza de las transfusiones con sangre estabilizada y conservada, hay que buscar la razón en la persistente creencia en que la sangre fresca, fisiológica, sin someter a tratamiento alguno, es netamente superior a la sangre hecha incoagulable químicamente; lo que acarrearía con su uso peligros o al menos desventajas.

Todo esto no impidió el uso de citratación de la sangre (pero sin una siguiente conservación y almacenamiento de ésta) por algunos profesionales en orden a facilitar la transfusión brazo a brazo, sin tener que recurrir al embadurnamiento interno del artilugio transfusor con la hasta entonces obligada parafina.

El resultado fue que por la renuencia al uso del método indirecto no se organizó entonces un Servicio de Transfusión sistematizado y dispuesto a manipular una masa sanguínea apta para su almacenamiento, distribución y entrega allá y en el momento en que se la necesitase.

Conducta general de los ejércitos germano-austríacos y de los aliados

Llegada la terminación de la guerra –omitimos detalles por imposición del corto espacio concedido- los esfuerzos de los noveles terapeutas de uno y otro lado no llegaron a alcanzar el nivel de aceptación de la sanción oficial. Y así, su difusión quedó detenida hasta que intentos más numerosos y, sobre todo, más perfectos técnica y organizativamente hicieron entrar la terapéutica transfusional en el acervo médico ordinario y rutinario.

Claro inicio de la desconfianza que seguía generando la transfusión sanguínea en sus aspectos más amplios es la carta que el capitán Médico Gordon R. Ward dirigió al editor del British Medical Journal, sugiriendo por primera vez el empleo de plasma humano en lugar de sangre entera, argumentando que así se evitarían los accidentes originados por la posible lisis de los glóbulos rojos del donante al irrumpir en el torrente circulatorio del receptor. Y avanzando más en su idea, propone que se practique un amplio ensayo que compare el efecto de la transfusión de sangre con relación al que se produciría por la inyección de goma acacia.

Pero la guerra terminó poco después de la propuesta y la posibilidad de proceder al ensayo terminó arrumbada.

Las transfusiones en nuestra Guerra Civil (1936-1939)

Es preciso llegar a nuestra Guerra Civil para que las transfusiones sanguíneas y especialmente el establecimiento, la organización y el funcionamiento de los Bancos de Sangre tomaran asiento sobre bases definitivas.

Y así quedó perfilado lo que debe ser un Servicio de Transfusión del Ejército; que, en definitiva, es el hermano mayor de los Servicios que pronto van a nacer en el seno de la organización sanitaria de todos los países en tiempo de paz.

Restringiendo lo que es digno de ser histórico a la construida por los integrados en su zona (la Nacional), el entonces Comandante Médico Don Juan Hernández Jiménez publicó en los años cuarenta en la “Revista de Medicina y Cirugía de Guerra”, el artículo “La Transfusión Sanguínea en el Ejército”. El objetivo que se propone es comunicar un hecho que, sorprendentemente, no había merecido la justicia de apreciarse universalmente como consecuencia de nuestra guerra Civil: la utilización, por primera vez en el mundo, y con resultados satisfactorios, de un sistema organizado de suministro de sangre conservada para el frente. Lo cual, aunque el autor del artículo no lo dice, es el paso para la organización en tiempo de paz; que empieza a ser perentorio toda vez que las indicaciones de la terapéutica transfusional se han ido multiplicando.

El Dr. Hernández Jiménez detrajo de la historia nombres representativos: el Dr. Elósegui, de la zona Nacional; y los Dres. Goyanes y Duran i Jordà, ubicados en la zona Republicana (en Madrid y Barcelona, respectivamente), por más que el Jefe del Servicio madrileño no alcanzó altura suficiente para figurar entre los pioneros de la organización centralizada de la terapéutica transfusional.

Justificación de la primacía de Duran

Dice Linda Palfreeman en su libro “Spain bleeds. The development of battlefield blood transfusion during Civil War”: “Con el trabajo de Jordà en Barcelona y la función organizativa de Bethune en Madrid vino a constituirse un moderno milagro médico. Por primera vez fue posible transfundir con seguridad a soldados heridos cerca de la línea de fuego… a tan sólo un kilómetro… Este nuevo sistema, con la contribución de miles y miles de donantes, hizo factibles muchos procederes quirúrgicos y salvó innumerables vidas.”

La transfusión sanguínea fue uno de los aspectos fundamentales del tratamiento médico de urgencia de la Guerra Civil española. Se hicieron avances no tanto como resultado de nuevos conocimientos médicos sino involucrados más bien con la creación de organizaciones capaces del grupaje, registro y pruebas de potenciales donantes de sangre y también de intervenciones realizables y eficientes técnicas de extracción a gran escala, modificación y almacenamiento de la sangre previamente a su distribución a los hospitales de la más avanzada vanguardia.

Sin embargo, a pesar de la transcendental importancia de las innovaciones hechas en este campo, la información accesible sobre la transfusión durante la Guerra Civil española –sea en la zona rebelde o en medio de la sanidad militar de la República- permanece en una naturaleza puramente anecdótica.

El Comandante Médico Don Juan Hernández Giménez, integrado en las fuerzas insurgentes en España señala que la Guerra Civil española marca una nueva era en la transfusión sanguínea: allí se usó por primera vez y con resultados satisfactorios, un sistema organizado para proveer al frente de sangre conservada. Sin embargo, opina equivocadamente que los avances logrados en la Guerra Civil son atribuibles enteramente a Carlos Elósegui, Director del Servicio de Transfusión Sanguínea franquista.

Como la mayoría de los grupos médicos en el campo insurgente, Hernández omite típicamente toda mención al Dr. Frederic Duran i Jordà, cuyo trabajo innovador en este campo, como Director del Servicio de Transfusión Sanguínea republicano, precedió al de los rebeldes. Esto no escapó a Jenneney y Ringenbach, que explicaron el método de Duran con algún mayor detalle que el de Elósegui.

Esfuerzo internacional

El Servicio de Transfusión Sanguínea de la República fue un verdadero esfuerzo internacional, con voluntarios médicos de todo el mundo, uniéndose a las filas de la Sanidad Militar republicana.

Algunos trabajaron en los Servicios de Transfusión de Urgencia, establecidos en los Hospitales locales, mientras que otros fueron asignados a equipos de Transfusión operando en varios frentes. Ayudaron a realizar un trabajo pionero en el campo de la transfusión, en condiciones primitivas y frecuentemente peligrosas.

Entre los más notables de estos voluntarios extranjeros deben contarse al canadiense Norman Bethune y al británico Reginald Saxton. Y trabajando al lado de éstos estuvieron ayudantes americanos, italianos y también españoles, muchos de los cuales han permanecido anónimos.

Todos jugaron un papel vital en el salvamento de vidas y todos tomaron por guía a un hombre, el joven hematólogo catalán Frederic Duran i Jordà, Director del Servicio de Transfusión Sanguínea de la Barcelona republicana e indiscutible pionero de la transfusión sanguínea en la Guerra Civil española.

José Ramón Navarro Carballo. Coronel Médico ( R )
Academia de las Ciencias y las Artes Militares
Sección de Historia Militar

Fuente:

https://acami.es/portfolio/creacion-bancos-sangre/