La Asociación Española de Militares Escritores, ha iniciado el CICLO: CONFLICTO USA-IRAN, que abarcará doce artículos que serán publicados en diversos medios nacionales, cuyos links se publicaran al pie de los artículos en esta pagina WEB.
IRÁN EN LA POLÍTICA EXTERIOR DE ESTADOS UNIDOS: CLAVES DE UN CONFLICTO
El golpe de 1953
Las tormentosas relaciones entre los Estados Unidos e Irán, focalizadas en los últimos tiempos en los planes nucleares iraníes y las subsiguientes sanciones norteamericanas, tienen ya una larga historia, iniciada en 1953. Hasta entonces, la percepción sobre USA en el pueblo iraní era más bien positiva; sus enemigos seculares eran Rusia y Gran Bretaña, vecinos poderosos y depredadores en el norte y en la India, singularmente el Imperio británico, que explotaba el petróleo del país desde 1908 a través de la Anglo Iranian Oil Company (AIOC), dejando en sus arcas apenas el 16% de sus beneficios. En 1951, accedió al puesto de primer ministro el político nacionalista Mohamed Mossadeq, una de cuyas primeras decisiones, muy acorde con el sentir de la población, fue la nacionalización de la AIOC. El Sha Reza Pahleví, que había sucedido a su padre depuesto por soviéticos y británicos en 1941, huyó a Roma, mientras la flota británica sometía a bloqueo la salida del petróleo de las refinerías iraníes.
Dos años después, en agosto de 1953, la recién creada CIA, en connivencia con el M16, orquestó la llamada Operación Ajax, un golpe de estado cuyo resultado fue la deposición y encarcelamiento de Mossadeq – lo que le convirtió en un mártir popular -, y el regreso al país del Sha. El golpe significó el reinicio del régimen autocrático y el principio de una animadversión general hacia el “Gran Satán”, como posteriormente calificaría Jomeini a EEUU. Desde entonces, salvo los 26 años de gobierno del Sha, finalizados abruptamente en 1979, las relaciones existentes entre ambos países han transcurrido y transcurren en un ambiente de hostilidad, con no pocos incidentes armados que han producido un número importante de víctimas colaterales.
La política norteamericana hacia Irán durante el reinado del Sha
Durante el reinado de Mohamed Reza Pavleví se sucedieron en Washington seis presidentes: Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford y Carter. Con matices, todos desarrollaron una política exterior para Oriente Medio ya iniciada con la Doctrina Truman de 1947, fundamentada en dos premisas: una económica, orientada a asegurarse el suministro petrolero, asociándose con países productores (la saudí-norteamericana ARAMCO se creó ese año), y otra estratégica, estableciendo alianzas con Turquía, Grecia e Irán para contener la influencia soviética y disponer, llegado el caso, de bases de despliegue de las fuerzas USA para asegurar el control y el tránsito marítimo en el Golfo Pérsico. Esta Doctrina se complementó con el Acuerdo Tripartito de 1950 firmado con Francia y Gran Bretaña, mediante el que se adoptaba una estrategia de equilibrio de fuerzas en la región, de modo que la potencia militar de Israel y los países árabes moderados se mantuvieran en límites razonables, asegurando el respeto por las fronteras establecidas.
Mientras que el apoyo decidido de Johnson a Israel en la Guerra de los Seis Días en 1967 y su aceptación de las fronteras resultantes de la guerra, dinamitó la política de equilibrio de sus antecesores, el Sha acentuaba el carácter autoritario de su régimen. En 1963 impulsó la “Revolución Blanca”, que tras unos comienzos prometedores resultó en el enriquecimiento de unos pocos y la afluencia masiva del mundo rural a las ciudades en busca de una mejora de sus condiciones de vida, en medio de una “occidentalización” brutal de las costumbres que suscitó la desafección de las élites nacionalistas y del clero. Irán se había convertido en el “gendarme del Golfo”, con una policía política, la SAVAK, que ejercía una represión terrible en un país cada vez más descontento. En estas circunstancias, un confiado Carter llegó a declarar en 1978 que Irán era “un paraíso de estabilidad” en Oriente Medio.
La Revolución Islámica y los planes nucleares de Irán
Ya en 1957, en el marco de las excelentes relaciones Irán-USA, ambos países firmaron un acuerdo de cooperación nuclear dentro del programa Átomos para la Paz. Dos años después se equipó al Centro de Investigación Nuclear de Teherán (CINT) con un reactor de 5 megavatios, se creó la Agencia Atómica de Irán y se planeó la construcción de hasta 23 centrales nucleares para el año 2000 con los ya exorbitantes beneficios económicos del petróleo. Pero en 1979, la Revolución Islámica se llevó por delante el régimen del Sha y sus planes, que el régimen islámico retomó poco después. La abrupta ruptura con los Estados Unidos tras el asalto de la Embajada USA y la toma de rehenes, las sanciones que siguieron, y la larga guerra con Irak, llenaron de obstáculos el desarrollo de un plan para el cual hubo que recurrir a países europeos, a Rusia y a China.
Las sanciones se sucedían una tras otra. En 1979 la Orden Ejecutiva 1270 congeló 12.000 millones de dólares en activos y un embargo comercial, y en 1987 y 1995 arreciaron las mismas tras la acusación de Reagan a Irán de promover el terrorismo y llevar a cabo acciones contra buques USA en el Golfo. En 1986 la ONU dictó la Resolución 1696, por negarse Irán a suspender su programa de
enriquecimiento de uranio, que penalizaba las inversiones en petróleo, gas e instalaciones y productos petroquímicos. La vigilancia hostil se suavizó un tanto en 2008, cuando Obama anunció en Egipto un diálogo sin “precondiciones” con Irán y reconoció su derecho y el de otros a usar la energía nuclear con fines pacíficos.
El 14 de julio de 2015 se firmó entre Irán y seis estados más (USA, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania), un Acuerdo Nuclear que ponía fin a decenios de conflictos. Irán no desarrollaría, ni adquiriría, armas nucleares, y a cambio se produciría el levantamiento de todas las sanciones de Naciones Unidas, nacionales y de organismos multilaterales. El presidente Obama parecía haber culminado con éxito sus planteamientos, pero aún no se había dicho la última palabra. El 18 de mayo de 2018 Donald Trump retiró a su país del acuerdo, y la vuelta de las hostilidades ha culminado el pasado 8 de enero con el ataque iraní a dos bases USA en Irak como represalia por la muerte del General Soleimani a manos de los norteamericanos. El futuro, por tanto, se presenta de nuevo sombrío.
Conclusiones
Desde 1947 a 1979, la política exterior norteamericana en Oriente Medio se caracterizó por la adopción de una visión global, la contención de la URSS y la seguridad en el abastecimiento de petróleo. Pero a partir de la Guerra de los Seis Días, la intensificación del conflicto palestino, la Revolución Islámica, el hundimiento de Irak tras las dos guerras del Golfo, la aparición de Hezbollah, los conflictos en Siria y el Yemen, el auge chiita y la pugna por la hegemonía regional entre Irán y Arabia Saudí, la influencia rusa y su intervención en Siria, fueron creando una conjunción peligrosa de factores religiosos, culturales, económicos, sociales y políticos, que han ido modificando las decisiones estadounidenses, exacerbadas por los planes nucleares del régimen iraní y la amenaza de la aparición de una potencia nuclear enemiga declarada de Israel. La respuesta de Washington se ha vuelto reactiva, y la diplomacia está dando paso a una presencia armada creciente que en nada facilita la necesaria estabilidad en un área del mundo particularmente agitada.
La sucesión de amenazas y sanciones actual, en un mundo tan interrelacionado y tan frágil a la vez, como se está comprobando dolorosamente, son la prueba de que los temperamentos efervescentes en las relaciones internacionales no ayudan a resolver los conflictos. Sin embargo, la percepción de la Administración Trump, no compartida por el resto de los firmantes del tratado de 2015 ni siquiera por la opinión pública norteamericana después de la muerte del general Soleimani, evoca el dicho de que “al que tiene un martillo, todos los problemas le parecen clavos”.
Nadie tiene interés en que Irán se convierta en un miembro más del club de las potencias nucleares, por lo que una negociación multilateral con los demás firmantes del Acuerdo de 2015 parece ser la única opción viable, ya que tampoco ninguna de las partes desea una guerra abierta. La actual crisis de coronavirus, que afecta de modo importante a ambos países, es un factor atenuante de la tensión actual. No es presumible que, a la vista de las próximas elecciones USA en noviembre de este año, alguien se aventure a dar un paso en falso que empeore una situación ya difícil.
General de Brigada de Infantería Marín Bello Crespo
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