SERAFÍN ESTÉBANEZ CALDERÓN AUDITOR GENERAL, “EL SOLITARIO”

Nació en Málaga en 1799 y murió en Madrid en 1867, fue un escritor: romántico, costumbrista, poeta, historiador, militar y político español. Vivió en Málaga su niñez y juventud pero, al morir sus padres, siendo él de muy escasa edad, fue recogido por sus tíos recibiendo una esmerada educación, estudió en Granada Leyes y Humanidades y, muy joven todavía, en 1819, logró la cátedra de Griego de la misma. El 15 de octubre de 1822 se incorporó como abogado al colegio de Málaga y poco después ganó por oposición la cátedra de Retórica del Seminario de la misma ciudad. Identificado con el liberalismo, tuvo que refugiarse en Gibraltar en 1824 cuando invadieron el país los Cien Mil Hijos de San Luís; logró, sin embargo, purificarse, como se decía en la época, es decir, sin pasar juicio de antecedentes políticos, y volvió en 1825.

A partir 1830 en Madrid inició, con el seudónimo de El Solitario, sus colaboraciones en el Correo Literario y Mercantil; sus posturas liberales ya eran bastante tibias y poco comprometidas, y se fueron desvaneciendo con el tiempo.

Publicó algunas poesías con el seudónimo de E. Sefinaris. En julio de 1831 fundó junto a Ramón Mesonero Romanos la revista literaria Cartas Españolas, donde publicaría numerosos poemas, bocetos costumbristas y reseñas bibliográficas. En febrero de 1833 Estébanez fue nombrado redactor principal   y director del Diario de la Administración.

Un decreto de 26 de enero de 1834 le nombraba Auditor general del Ejército del Norte de España, que mandaba Jerónimo Valdés, en cuyo cargó continuó cuando ese ejército pasó sucesivamente a las órdenes de Quesada y Rodil. Siendo hombre de letras, se adaptó con rapidez a la azarosa vida de aquella dura campaña, logrando por sus acciones la concesión de la Cruz de San Fernando de 1ª clase en octubre de 1835 en el Castillo de Guevara y venta de Echávarri y la cruz especial de Mendigorría., desde el campo de operaciones, enviaba a Andrés Borrego, por entonces director de El Español, cartas que éste utilizó como corresponsalías de guerra. Su estilo, muy elaborado, de largos periodos y léxico muy amplio y escogido, y se mostraba influido por la repetida lectura de los clásicos. Se caracterizaba por su riqueza folklórica, su abundancia en voces y giros castizos y por su excesiva verbosidad, que era en parte producto de una observación detallada y prolija de la realidad. Como observador, era minucioso y aún excesivo.

Nombrado Consejero Real en noviembre de 1856 y Consejero de Estado tres años más tarde. A su muerte, su biblioteca particular, una de las más nutridas y valiosas de su época, pasó al Ministerio de Fomento; en 1873 fue trasladada a la Biblioteca Nacional

Como escritor fue colaborador frecuente de la Revista Militar Historia de la Infantería Española, colección de artículos sobre La conquista y pérdida de Portugal publicados a lo largo de 1835 reunidos en dos tomos en 1884 y el Manual del oficial en Marruecos 1844. De su época de militar durante la Primera Guerra Carlista dejó la poesía “La golondrina”, versos que retratan la desolada campaña entre un ejército regular y la guerrilla en las barrancas navarras, entre ellos:…”mientras yo, entre La Ulzama y La Borunda, encontraré triste, olvidada tumba…“Es el máximo representante del costumbrismo andaluz. En su obra maestra, Escenas Andaluzas (1846), defiende las costumbres y tipos de su tierra.

Entre su ingente obra destacan:

Historia de la Infantería Española,( inconclusa)

La conquista y pérdida de Portugal, publicados a lo largo de 1835 reunidos en dos tomos en 1884

Manual del Oficial en Marruecos 1844